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“¿Cuál es el mandamiento principal?”

Lectura del libro del Éxodo (22,20-26)

Sal 17,2-3a.3bc-4.47.51ab

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,5c-10)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40)

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Puedes descargarte el audio aquí.

Acabas de escuchar este evangelio, ¿verdad? Por si te habías distraído, te repito lo que ha pasado. Los fariseos, empeñados en acabar con Jesús, buscan otro modo de ponerlo a prueba. Esta vez vienen con uno de ellos, uno de esos que tienen fama de sabios, que le pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Y Jesús le responde, sin añadir nada más, a lo que le ha preguntado: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

En él,  el maestro quiere poner a prueba a Jesús para ver si sabe lo esencial. Y Jesús, humilde, le responde que sí, que sabe lo esencial, y contesta como si fuera un parvulito. Qué humilde es nuestro Dios…

Porque Jesús sabe cuál es el mandamiento principal, y Jesús vive el mandamiento principal. A veces decimos que el Dios del Antiguo Testamento es furibundo y siempre se está enfadando (el Dios que sale en el Antiguo Testamento es mucho, muchísimo más que lo que dice ese cliché, y por tanto, no es ese cliché), pero desde luego, lo que nos encontramos aquí es al Dios que está a favor de los pobres, que pueden ser tantos: el forastero, la viuda, el huérfano, el que te pide prestado, al que le pides tú… aquí están recogidos tantos otros tipos de pobreza, y a todos los escucha Dios, el Compasivo: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.» Es lo mismo que decir: nuestro Dios, el Compasivo, actúa en favor de los pobres, reacciona herido cada vez que herimos a un@ de aquell@s en quienes Él habita.

Como decíamos la semana pasada, hablando de esas palabras/acciones de Dios que nos desafían, igual tú no ves esto así, porque tienes tu idea de Dios y miras más desde tu idea que desde lo que Dios dice de sí mismo, desde lo que Dios es, pero en este punto te desafío a que te abras a lo que Dios nos acaba de decir de sí mismo en el Antiguo Testamento, y a que te abras a lo que Dios nos ha dicho de sí mismo a través de Jesús –el mismo Dios que antes estaba lejos y ahora está cerca-, tan humilde que responde a las preguntas de cualquiera de esos que creen saber porque estudian, aunque no vivan. Que no se defiende ni remite a lo que ha hecho y ha dicho, sino que solo… responde y deja que Dios, que es Espíritu, nos revele la verdad en nuestros corazones.

Cuando escuchamos este evangelio –por eso te he vuelto a contar lo que ha pasado-, nos componemos una escena que intenta reflejar lo que hemos escuchado: dos hombres frente a frente, Jesús y el experto en la Ley, y un grupo de gente alrededor, unos agrupados detrás de Jesús y otros apoyando al “experto”. Cada uno ambientará la escena según sus recursos imaginativos, intelectuales, experienciales o lo que sea, a partir de estos elementos básicos.

Y está bien, porque la escena cuenta esto. Pero lo que se nos olvida al mirar solo una escena así es Jesús.

Porque así como a nivel natural Jesús tiene un aspecto, una talla, un modo de presentarse como el de cualquiera de nosotros, si miramos esta escena con los ojos de la fe, según una luz teologal, los personajes no tienen la misma estatura, sino que, a la luz de la fe, Jesús es enorme –es Dios-, y por tanto, la escena se transforma: un hombre que sabe cuál es el mandamiento principal de la Ley, le pregunta a Jesús –Dios mismo, ese que en el Éxodo nos dice que escucha el dolor de los pobres, se hace uno con ellos- si sabe ese mandamiento.

¿Qué pensará Jesús de esto? ¿Qué pensará de que a Él, que es la Causa, la Fuente, el Principio de esta vida por la que hemos conocido que a Dios y el prójimo hemos de amarlos con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, le pregunten si se sabe la teoría? ¿A Él, que no solo hace que nosotros podamos vivirla, sino que es el Amor y la Vida?

Yo no lo sé. Pero sí sé que él, viniendo a nuestro mundo, ha encarnado un modo de ser humano que ama y se entrega así al modo de Dios. Y que los que le siguen reflejan ese amor de Jesús, no con palabras, sino  con la propia vida. Así se ha manifestado en la Iglesia de Tesalónica, a la que Pablo alaba: Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes.

Los de Tesalónica se han enterado de que convertirse a Dios consiste en manifestar su vida en medio de la vida. Los de Tesalónica no han visto a Jesús, a quien se ha convertido, como a un hombre más (un poco más grande o un poco más espiritual o ejemplar, diríamos…), sino que han conocido en él la enormidad que es que el mismo Dios se manifieste en él, y que por la fe en él, nosotros nos descubrimos llamados a vivir unidos a la Fuente de esta vida nueva, de este Amor que une en sí a Dios y al prójimo, haciéndose capaz de ver en el prójimo la presencia de Dios, y de reconocerlos unidos en esta comunión de Amor que ya se realiza en Dios y se nos ofrece a nosotros como modo de vida: Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Jesús sabe cuál es el mandamiento principal.

Jesús vive el mandamiento principal en su carne, y eso nos revela a Dios habitando en él.

Jesús encarna un modo de vida nuevo para que, convertidos a él, vivamos en él y según él.

Supongo que ahora tienes mucho que hablar con  Jesús. Eso no nos lo cuentes en los comentarios. Pero la vida que brote de ahí, los deseos que irán haciéndose fuego y vida, igual sí nos los quieres comunicar, para que también a nosotros se nos haga más grande el deseo de este Amor que alcanza a todo… que alcanza sobre todo a los pobres de la tierra a los que con nuestra mirada humana no alcanzamos a ver.

Imagen: Nik Shuliahin, Unsplash

4 comentarios en ““¿Cuál es el mandamiento principal?””

  1. Cuánto tengo que agradecer al Señor su tierno amor, grande y gratuito; que me da para que me conozca y le ame como Él quiere y así a los demás.
    Este es mi mayor deseo: que me enseñe a amarLe cada día más.

  2. Me parece escuchar a Dios… Quiero que sepas lo que significa para mí ser querido por ti.
    Y también lo que dice de ti.

    Que me ames así significa que ya no es mi Ley la que está en lo más hondo de ti y en tu corazón… Recuerdas mis palabras: “Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.

    El “Preceptor” ha hecho innecesario el Precepto. Yo ocupo ya mi sitio predilecto en ti.

    Mi sueño, mi Palabra se ha hecho carne en ti. Ha empezado a vivir en ti el hombre nuevo. Yo vivo en ti; tú vives en mí. Como en el seno materno, ahora vives mi vida: mi vida es tu vida… soy Yo quien vive en ti. Yo soy tu Padre-Madre.

    1. Gracias, Agustín. Palabras íntimas y universales que, escuchadas en tu corazón, resuenan en nosotros y nos abren: a uno a la esperanza, a otra a la alegría, a otro a la bendición a otra a la alabanza… Gracias por compartir lo que Dios te da.

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