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Cuando Jesús entra a nuestro mundo (I)

Al enterarse de que Juan había sido arrestado, Jesús se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: “Territorio de Zabulón y territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz intensa, a los que vivían en sombras de muerte les amaneció la luz”. Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: “¡Arrepentíos que está cerca el reinado de Dios!” Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias. Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos y él los sanaba. Le seguía una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania. Mt 4, 12-25

Imagínate que no has oído nunca hablar de Jesús. Que te ha impresionado su modo de enfrentarse a las tentaciones, y quieres seguir conociéndolo a través de lo que nos cuenta Mateo. Sigues leyendo el relato, y te encuentras con esta frase: Al oír Jesús que Juan había sido encarcelado, se volvió a Galilea… Desde entonces empezó Jesús a predicar diciendo:…

¿Qué pensarías de alguien que se enfrenta a la vida de este modo? Todos entendemos que si Juan, el profeta que anuncia a Jesús, ha sido encarcelado, igual no es oportuno lanzarse a predicar, y sin embargo… ¡¿qué tipo de hombre es el que irrumpe en nuestro mundo con esta fuerza de Espíritu, con este vigor?!

En el comienzo de la vida pública, Mateo nos presenta a ese Jesús que todos, en alguna parte de nosotros, desearíamos ser. Y es que este Jesús movido por la fuerza del Espíritu es alguien que, después de haber probado (lo veíamos con las tentaciones), que va en serio en su deseo de escoger la verdad, la vida, que desea lo de Dios por encima de su conveniencia, de sus necesidades, de sí mismo y de su misión. Vamos a asistir a la presentación, al despliegue, al deslumbramiento de lo que lo humano puede dar de sí cuando uno vive conducido por el Espíritu, cuando uno vive por la fuerza de Dios.

Lo primero que nos dice Mateo en este fragmento es la reacción que produce en Jesús la noticia de que Juan ha sido encarcelado. Lo primero, sin duda, ha sido dejarse iluminar por el Espíritu… ¡lo ha hecho en las tentaciones, que es lo difícil, así que sin duda cuenta con Él para todo lo demás!

Y el Espíritu, ante la noticia del prendimiento de Juan, le dice: “¡Adelante! Ahora es tu hora, la hora de llevar a cumplimiento lo que Juan había dicho de ti, lo que Juan había anunciado”[1]. Aunque te resistas a creer esto –normal, porque es enorme-, el Espíritu actúa en la historia, pero actúa al modo de Dios, y por eso, los que secundan lo que les dice el Espíritu, hacen a Dios presente en la historia.

Así tenemos que Jesús, que hace presente a Dios como nadie más puede hacerlo, deja su pueblo, Nazaret, y se va a vivir a Cafarnaúm, cerca de Zabulón y Neftalí. Y lo hace inspirado por el Espíritu, o sea, dejándose llevar de lo que el Espíritu le va mostrando. Cuando uno se deja conducir por el Espíritu, se atreve a cosas grandes, como dejar de repente la vida que tenía y trasladarse a otro lugar para empezar otro modo de vida; cuando uno se deja conducir por el Espíritu, además, deja pasar a Dios, y eso da lugar a algo tan grande que las palabras que Dios dijo en el pasado se hacen vivas y presentes hoy a través de quienes lo dejan pasar de este modo.

Así que ya tenemos dos modos en que actúa el Espíritu a través de un hombre que se deja conducir por él: una palabra visible, que Jesús se va a vivir a Cafarnaúm, junto al lago; que al hacerlo obedeciendo al Espíritu, se cumple una profecía antigua: el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande, a los que habitaban en una región de sombra de muerte, una luz les brilló.

¡No me digas que no se nos está presentando a Jesús como alguien grande! Alguien tan grande como para ser capaz de escuchar al Espíritu y cambiar el lugar donde vivía, disponiéndose así a lo que el Espíritu quiera; alguien tan grande como para hacerse lugar, cuenco  en el que Dios habite y desde el cual llegue su luz a las gentes que vivían a oscuras. Jesús, nos dice Mateo, es ligero y poderoso como la luz, y viene a iluminarlo todo.

Una vez que llega a Cafarnaún, sigue diciendo Mateo, no se queda esperando, sino que empieza ese ministerio de luz, diciéndole a la gente cómo encontrarse con lo que él trae: Arrepentíos, porque está llegando el reino de los cielos. No sé si alguna vez te has arrepentido de verdad… seguramente sí. Cuando lo has hecho, no pides perdón con los labios, sino que quieres dejar atrás la vida que traías y deseas intensamente empezar de nuevo, ser mejor, ser buen@.  Cuando Jesús dice a la gente que se arrepienta, les dice que dejen lo que les pesa, lo que les oscurece la vida, lo que la lastra (y lo dice a todos, ¡todos tenemos mucho de qué arrepentirnos!), para así, dejando atrás, fuera, echando de sí lo viejo, se abran a lo nuevo, a la vida que Jesús trae, y de la que nos hablará mucho en lo que viene: el reino de los cielos. Echamos fuera la vida que conocíamos porque anhelamos una vida nueva, esa que ofrece Jesús. Aún no conocemos esa vida, pero estamos escuchando, viendo a Jesús, su luz que disipa nuestra oscuridad y nuestra tristeza, y reconocemos que queremos eso, lo que él trae, lo que él es, para vivir.

No me digas que no es una presentación magnífica la que Mateo hace de Jesús. Lo presenta como un hombre que se deja llevar por el Espíritu, como un hombre que es capaz de manifestar a Dios y hacer visible su luz en medio de la historia. Esto es lo que decía al principio: Jesús es ese que todos nosotros, en alguna parte de nuestro corazón, en la más limpia, en la más verdadera, desearíamos ser. Igual ahora la tenemos tapada, tapiada, abandonada… y hemos dejado de creer que esto sea posible… pero créeme… todos deseamos ser lo que es Jesús, porque todos estamos en el mundo para reproducir, para hacer visible algo de esto enorme que él es. Por eso lo deseamos: porque hemos sido creados según este deseo de Dios.

 

[1] Si no sabes qué es lo que había anunciado Juan, ve a Jn 1, 19-37: así sabrás quién es Juan y qué tiene que ver con Jesús. Te gustará ver quién era Juan, y cómo ha vivido en relación a Jesús.

Imagen: Tim de Groot, Unsplash

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