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Cuando la audacia es lo normal

Después que Juan fue arrestado, marchó Jesús a Galilea, proclamando la buena noticia de Dios. Decía:

– El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Convertíos y creed en el evangelio. Mc 1, 14-15

Me encanta esta pequeña perícopa. A ver si soy capaz de transmitirte por qué. Luego, ¿querrás decirme cuál te inspira a ti? 😊

Lo primero que nos dice el texto es que acaban de arrestar a Juan. Todos sabemos cómo reaccionamos ante la noticia de un arresto: el temor, la desconfianza, el deseo de pasar desapercibidos que se despiertan en nosotros. Más aún si el arresto alcanza a un profeta, a un hombre de Dios. A una persona que, por definición, está a otras cosas. No es que esté fuera de los asuntos humanos, pero los mira de otra parte y los lleva más allá. Si alguien está contra el profeta, es porque su vida denuncia la tuya, porque su existencia acusa tu modo de estar en la vida. Por eso, cuando alguien ataca a los hombres y mujeres de Dios, hay que echarse a temblar, porque eso indica que aquel respeto mezclado de temor que estas gentes producen, se ha perdido. Y cuando no tienes miedo ni a Dios ni a lo suyo es posible que nos las tengamos que ver con un poder que no ve límites a su deseo de dominio. Entonces, hay que echarse a temblar.

Esta es la situación en tiempos de Juan. Herodes arresta a Juan, acalla la voz de Dios que a través de él, hablaba al mundo. Herodes ha usado su fuerza para acallar la voz de Dios. Cuando sucede esto, el mundo ha perdido sus referencias.

Entenderíamos, por eso, que muchos se echaran a temblar. Que dijeran cosas razonables que todo el mundo puede entender, como que mejor esperar a otro momento, que las aguas estén más calmadas; que dijeran cosas hipócritas, como me voy a jugar la vida por una gente como esta, que tiene los gobernantes que se merece; o cosas directamente cobardes como yo miro por mi vida y a los demás que les den.

Estas cosas son las que escucharíamos en respuesta a este arresto, y por eso, no nos extrañamos ante los comentarios que son comunes en nuestro mundo.

Lo que suena nuevo es lo que hace Jesús. Primero, llama la atención que no diga, sino que directamente haga. Y eso nos hace caer en la cuenta de que quizá no dice porque él, primeramente, escucha. Lo hemos visto un poco antes, en el relato del bautismo (Mc 1, 9-11): Jesús vive unido al Padre, escuchándolo, y eso lo hace digno de ser, a su vez, escuchado.

Jesús ha escuchado al Padre que, después de que arrestan a Juan, sale a anunciar la buena noticia de Dios. Como quien, saliendo de lo profundo, irrumpe en nuestro mundo como buena noticia. Así es como aparece Jesús en nuestro mundo: no en respuesta a nuestros cálculos, a nuestros miedos, a nuestras razones y sinrazones sino viniendo del Padre.

Así es como irrumpe en el mundo como buena noticia que viene de otra parte. Tan buena noticia que viene de escuchar a Dios y suena como Palabra de Dios que se pronuncia sobre nosotros como voz de otra parte.

Quizá nosotros, acostumbrados a las medidas razonables, hipócritas, cobardes, llamemos audacia a lo que Jesús es. Pero si escuchamos, si nos dejamos alcanzar por esta buena noticia que permanece mientras cambian los políticos, que no se enmohece ni se enturbia por el paso del tiempo, de las modas, de las promesas o de los fracasos, nuestra vida quedará iluminada por esta buena noticia que anuncia el Testigo por excelencia, Jesús y en adelante, conoceremos cómo la vida entera se fundamenta, en Jesús que anuncia la buena noticia, que hace de nuestra vida una buena noticia.

Nos dice que esta buena noticia que anima la vida requiere que cambies de vida. Que te conviertas. Que te conviertas a Jesús, que escuches a Jesús, que te vincules a Jesús, que sigas a Jesús. Jesús vive escuchando al Padre, que le lleva a vivir de un modo en nuestro mundo que va más allá de la audacia. Jesús te llama a convertirte a él, que hace que la audacia sea lo que en realidad es: respuesta al Amor.

Imagen: Mathilde Langevin, Unsplash

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