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Dejarse enseñar por Jesús (III)

Uno de la gente dijo: —Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Jesús le respondió: —Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y les dijo: —¡Atención! ¡Guardaos de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes! Y les propuso una parábola: —Las tierras de un hombre dieron una gran cosecha. Él se dijo: ¿qué haré, que no tengo dónde guardar toda la cosecha? Y dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros mayores en los cuales meteré mi trigo y mis bienes. Después me diré: Querido, tienes acumulados muchos bienes para muchos años; descansa, come, bebe y disfruta. Pero Dios le dijo: ¡Necio, esta noche te reclamarán la vida! Lo que has preparado, ¿para quién será? Así le pasa al que acumula tesoros para sí y no es rico a los ojos de Dios.  Lc 12, 13-21.

Esta perícopa que tenemos para el día de hoy se prolonga con lo que vendrá en adelante. Y nosotros, que queremos aprender de Jesús, atendemos con toda nuestra persona a esta enseñanza de Jesús que está llena de vida.

Un hombre le ha preguntado por un tema de bienes de esos que nos interesan tanto, y Jesús le dice que ese no es su asunto. Nosotros miramos a lo inmediato, a nuestro beneficio, y Jesús les cuenta, a él y a todos los que escuchamos, una parábola que dice lo contrario de lo que nosotros solemos ver: ¡Guardaos de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes! Jesús nos está llamando a vivir de otro modo que ese que prioriza los bienes, ese que nos hace creer que somos nosotros, con nuestro dinero, con nuestros recursos, los que estamos construyéndonos una vida, y una vida deseable. En nuestra sociedad de consumo también nos hablamos así: Querido, tienes acumulados muchos bienes para muchos años; descansa, come, bebe y disfruta. Y sin embargo, a ese modo chato de mirar se opone el modo de Jesús que nos dice: ¡Necio, esta noche te reclamarán la vida! Lo que has preparado, ¿para quién será? Esos bienes no son capaces de hacer mejor tu vida. Te la pueden hacer más fácil, te la pueden hacer más cómoda, pero te pueden llevar a protegerte de la verdadera vida; te pueden llevar a protegerte o a cerrarte o a desconfiar de tus hermanas y hermanos, encandilado por el brillo de lo que has conseguido o pretendes conseguir o buscas mantener.

La parábola nos enseña que nos atrevamos a escuchar a Jesús: que sea el diálogo con Jesús, por ejemplo en esta palabra, el camino para abrirte a la verdadera vida.

Imagen: Irene Kredenets, Unsplash

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