Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.
El les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
La semana pasada nos fijábamos, a la luz de este texto, en las fantasías que nos hacemos a la hora de acercarnos a la realidad y a las personas, también a Jesús (sobre todo, a Jesús). Ahora vamos a volver sobre el mismo texto desde otra clave que también tiene mucho que enseñarnos: si la semana anterior nos fijábamos en nuestro modo de acercarnos a la realidad, ahora vamos a venir sobre palabras que Jesús ha dicho, esas que han desoído porque no saben qué hacer con ellas.
Reconozcamos que también nosotros nos manejamos mejor con los enredos de la madre de los Zebedeos y con el enfado de los discípulos, que con las palabras de Jesús. Lo primero son nuestras palabras de todos los días, mientras que lo que dice Jesús son palabras que vienen de otra parte y nos llevan a otra parte.
Cuando interviene la madre de los Zebedeos, lo primero que responde Jesús es No sabéis lo que pedís. Ya vimos que no saben qué piden, no saben de qué hablan, ¡no se enteran!
¿De qué no se enteran? Ahora, en un segundo momento -en el primero ya hemos dicho qué centra nuestra atención-, vamos a intentar escuchar a Jesús para que él nos conduzca.
Vamos a poner, frente a frente, su modo y el nuestro.
Jesús dice No sabéis lo que pedís porque vosotros pensáis que esto de los puestos de poder se consigue a base de pedir primero, de ser más listo, de mantener la fantasía de lo estupendos que somos… No sabéis lo que pedís porque no os habéis enterado de qué va lo de reinar.
Jesús nos dice que lo de reinar va de morir, y somos tan necios que seguimos en nuestra fantasía, y cuando Jesús nos pone las condiciones, sin pensar ni nada, seguimos con nuestra fantasía. Ahora, nos ilusionamos con que la conversación que sigue es algo así como una entrevista para conseguir el puesto: ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. Mt 20, 20-28
Ahora es Jesús quien deja de lado su fantasía (Podemos), ante la certeza de la realidad que, como niños, ignoran: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
El reino se asocia a padecimiento. Pero el padecimiento no se asocia a victoria. El padecimiento es libre, y no pretende en modo alguno forzar al Padre a que premie a quienes hayan consentido en él.
¿Recuerdas que al principio hemos dicho que las palabras de Jesús vienen de otra parte? Las palabras de Jesús, que son el modo como se sitúa en la realidad, vienen de la obediencia amorosa al Padre. Jesús hace una sola cosa en la vida: lo que el Padre quiere. Y esa única cosa es sumamente real: Jesús no se inventa nada, ninguna realidad paralela, sino que en cada momento responde a lo que el Padre le da, y el resto de las cosas las juzga desde lo que el Padre es y hace. Puesto que los Zebedeos quieren el reino sin querer el modo del Padre, no saben lo que dicen. Porque no miran al modo del Padre, no saben lo que dicen.
Y cuando los demás discípulos se enfadan con ellos por haber dicho esto, se enojan contra la fantasía que a todos les mueve. No reaccionan a lo que ha dicho Jesús, porque no hay en ellos “algo” que conecte con las palabras de Jesús.
Después de explicar a los Zebedeos y ver la respuesta de los otros diez, Jesús da una respuesta más sencilla, para que todos la puedan entender. Una respuesta que sigue expresando ese modo que viene de otra parte, y que Jesús nos ofrece para que llegue a ser nuestro modo.
Sabéis lo que hacen los gobernantes, les dice. Pues no ha de ser así entre vosotros, porque este modo de los gobernantes es otra fantasía sumamente dañina. La realidad es lo que yo, que vivo unido al Padre, vivo en medio de la vida: el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.
¿Que tienes anhelos de grandeza, de éxito, de más? Hay un modo de dar cauce a esos deseos: transformarlos al modo de Jesús. Jesús ha querido más para nosotros, y para que nosotros podamos vivir ese más suyo, él se ha hecho siervo de todos. Ese es el modo verdadero de estar en la realidad, y esa es la verdadera grandeza: desear al modo de Dios, el más grande. Desear lo que Dios desea: el bien de los que nos rodean. Ese es el único y verdadero más, la real primacía y grandeza.
Un modo que disuelve toda fantasía porque las fantasías que nos hacemos son un impedimento grave –tan grave que te impide entender a Jesús- para vivir la vida real, la vida que Jesús ha vivido.
Haz un ejercicio realista (es decir, no desde la fantasía) de imaginación para recorrer el itinerario completo: a dónde llevan, cuando las llevamos hasta el final, las fantasías que nos hacemos; a dónde lleva, si vamos hasta el final, la vida con el Padre que vive Jesús.
Dicho de otro modo: qué hace de ti esa vida adornada con fantasías que nos hacemos. Qué hace de ti esta vida real como la que ha vivido Jesús, el hombre nuevo.
Imagen: Though Catalog, Unsplash