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Jesús, la Buena Noticia (II)

En Café Evangelio queremos leer la Palabra para descubrir cómo se vive nuestra vida desde la palabra de Dios, desde la mirada de Jesús. Desde esta vida que él ha hecho posible al encarnarse.

Hoy venimos al texto de Lucas 4, 14-29, que es el discurso programático de Jesús. Aquí tenemos en una pequeña síntesis lo que lo que ha sido el ministerio de Jesús. Está primero esa potencia de salvación con la que viene a hacer realidad la palabra y la vida de Dios. Vemos cómo es escuchado con atención y con interés, pero luego cuando empieza a decir ciertas cosas que no queremos oír, queremos destruirlo. Acabamos llevándolo a la muerte. Está contado muy en síntesis, y no nos vamos a detener en ello porque queremos aprender más de cómo se vive al modo a Jesús. Pero si quería dejarlo dicho conviene tener esta visión de conjunto cuando leamos el texto del Evangelio.

Voy a ir comentando, en primer lugar, cómo Jesús vive impulsado por el Espíritu. Caemos en la cuenta de que cada uno de nosotros tenemos una idea de cómo es un ser humano, de cómo vive, y cuando pensamos en cómo vive un ser humano, hay veces que nos fijamos en su inteligencia, o nos fijamos en que se deja llevar por la sociedad, por los demás, o nos fijamos en… En Jesús vamos a ver una vida conducida por el Espíritu de Dios, que le conduce en las cosas muy concretas muy de la vida que tenemos que vivir. En este caso, el Espíritu le ha inspirado para que vaya a Galilea, y ahí hace obras de poder que se extienden por toda la comarca. Se nos dice que hace milagros, que es lo que sus vecinos están esperando que venga al pueblo. Se nos dice la fama que tiene, y es que si estamos abiertos a Dios lo reconocemos. En nuestra lógica, si Jesús fuera uno de nuestros vecinos, le diríamos “tienes que hacerle un milagro por lo menos a tu madre que está tan orgullosa” o  para favorecer “a estos vecinos pobres que sabes que lo necesitan”. Nuestra lógica es esa que está centrada en lo que nosotros entendemos, y aquí lo que se dice es que te dejes conducir por el Espíritu.

Jesús, que sí vive conducido por el Espíritu, abre el libro del profeta Isaías y cuando lo abre, da con un texto que se refiere a él. Aquí también descubrimos algo muy importante de Jesús y es que siempre que abrimos la palabra de Dios, esta Palabra se refiere a él. En este caso, esta palabra del profeta Isaías que se refiere a él lo presenta como la plenitud. Una plenitud al modo de Dios. Jesús lee: el Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido. Y nos dice que le ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres: me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor. Todos los que están sinagoga aman profundamente la Palabra de Dios, y sin embargo, cuando escuchan esto están oyendo como siempre palabra… Como cuando nosotros escuchamos la palabra de Dios y decimos “qué interesante” o “qué bonito” o a veces lo único que decimos es que “esto no tiene mucho que ver con mi vida”… Decimos nuestras cosas, y en cambio, Jesús está diciendo que la Palabra de Dios es la Verdad y hoy se está haciendo carne y fuego y luz. Esta palabra de Dios se encarna en él y es fuego capaz de prender toda la tierra, y luz que ilumina la vida y nuestros corazones, y transforma la realidad. Lo que nos está diciendo es que Dios se siente atraído por la pobreza. Dice que ha venido para que dé la buena noticia a los pobres, para que lidere a los cautivos, para que dé la vista los ciegos, para que ponga en libertad a los oprimidos, y todo esto sucede para proclamar el año de gracia del Señor. Esta es la gracia que el Señor trae. Se ha saltado una perícopa, porque este este fragmento termina diciendo un día de venganza de nuestro Dios. Esto Jesús no lo lee porque sabe bien lo que Dios quiere. Lo que Dios quiere cuando proclama este anuncio, no es solo una proclama en favor de los pobres, sino que está diciendo el amor de Dios por nosotros, y que ese amor que está loco por nosotros, loco por dar vida, se vuelca especialmente sobre el sufrimiento. Se vuelca especialmente sobre la pobreza, la cautividad, la ceguera, la opresión, el pecado. El amor de Dios se ve atraído por nuestra miseria.

Por tanto -y eso es algo que está en contra de lo que nosotros hemos entendido hasta ahora como nuestra idea de Dios- cuando escuchamos la palabra de Dios y vemos con qué rotundidad proclama Jesús esto, caemos en la cuenta de que esa preferencia de Jesús por los pobres, los ciegos o los oprimidos nos exhorta a dejarnos mirar por Jesús desde ahí.

Pero los de su pueblo no querían eso. Los de su pueblo querían a ese Dios que viene a bendecirte, y si te sientes con el derecho de reclamarle –“pero si yo he hecho todo lo que tú me has pedido”, “pero si yo soy de los tuyos”, “pero si yo soy de los buenos”-, te encontrarás con su respuesta. Jesús que sabe lo que están pensando. Todos estaban admirados, pero a la vez decían “este es el hijo de José, es uno de nosotros, ¿por qué viene ahora hablando de Dios de una manera que no hemos oído hasta ahora?”. De una manera que nos cuesta mucho escuchar. No nos gusta escuchar lo que dice, porque es tan poderoso, suena tan real que no nos podemos zafar de ello. Jesús, adivinando lo que hay en su corazón, esa resistencia que hay en nosotros a Dios, les dice: Seguro que me diréis médicos cúrate a ti mismo. Lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún hazlo aquí, en tu ciudad. Nosotros no sabemos si vienes de Dios o no, ni nos importa demasiado. Si puedes hacer milagros, benefícianos con ellos, y si no vas a beneficiarnos, entonces no vamos a creer en ti.

Jesús, adivinando sus pensamientos, les pone delante de los ojos lo que hay en su corazón: el deseo de que Dios esté a nuestro servicio . Y cuando a Dios no lo entendemos porque se presenta un modo que no nos conviene -ese Dios tan grande que quiere colmar toda pobreza, fundirse con toda limitación, vencer toda opresión-, entonces rechazamos a Dios. Jesús Jesús les pone delante de los ojos obras grandes y desconcertantes de Dios: lo que hizo con aquella viuda -ejemplo de pobreza y extranjera- en Israel en tiempo de Elías; lo que hizo con Naamán -rico y de nuevo, extranjero-, que indica que el actuar de Dios es desconcertante y hay que creer en él y no buscar que nos beneficie según nuestra lógica.

El fragmento termina diciendo cuánto les ha revuelto a los judíos la persona y la vida de Jesús:   querían echarlo por un barranco porque ha puesto delante de sus ojos al Dios que quiere venir a tu pobreza. Tú en cambio estás buscando a Dios para que engrose tu riqueza para que responda a tu idea de Dios tal y como tú la entiendes, o para que refuerce la comodidad de tu vida… Jesús, el Enviado de Dios, ha venido para que te encuentres con el Dios vivo, que es este que se manifiesta en su Palabra, al que has de servir con el asentimiento de tu vida.

Imagen: Rumman Amin, Unsplash

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