En esta ocasión vamos a comentar el capítulo 6 del Evangelio de Lucas. Nos vamos a detener en los versículos 1 al 5 y comenzamos por leer el texto, que dice así Un sábado cuando atravesaba unos campos de trigo, sus discípulos arrancaban espigas, las frotaban con las manos y comían el grano. Unos fariseos les dijeron: —¿Por qué hacéis en sábado una cosa prohibida? Jesús les contestó: —¿No habéis leído lo que hizo David con sus compañeros cuando estaban hambrientos? Entró en la casa de Dios, tomó los panes consagrados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió y compartió con sus compañeros. Y añadió: —Este Hombre es Señor del sábado
En la presentación que Lucas nos está haciendo de Jesús, en este momento nos va a mostrar cuál es su relación con la ley. Nos puede parecer que esta pequeña perícopa no tiene mucho que ver con nosotros, porque nosotros estamos o nos sentimos muy por encima del comer espigas o no espigas en sábado, o de cualquier cosa que se le parezca, que de hecho no es vinculante en absoluto para nosotros; de tal modo que podemos decir “esto no va conmigo”. Sin embargo, seguro que hay leyes que tú también respetas, a veces por motivos muy claros y otras veces sin saber por qué: porque siempre se han respetado, o porque eres una persona que tiende a cumplir las leyes, porque eres una persona que tiene miedo al que dirán, porque eres alguien que no quiere conflictos o porque todavía no te has planteado cómo haces para integrar la ley en nuestra propia vida. Quiero decir con esto que la ley es algo que está presente en nuestras vidas, y que nuestro camino para hacernos hombres y mujeres que viven de cara a Dios y que viven de cara al resto de los seres humanos, pasa por responder a la pregunta de “cómo me sitúo yo en relación a la ley”.
Ya vemos que las respuestas como saltarte la ley de tapadillo y cumplirla en público, o cumplirla para dar ejemplo a tus hijos pero no creértela, o cualquier otro de estos subterfugios que a veces podemos tener con la ley, en realidad dicen poco de nuestra calidad humana. Y si dicen poco de nuestra calidad humana, están diciendo muy poco de nuestra calidad creyente, también porque el ser humano, el creyente que somos se tiene que fundamentar en un ser humano cabal, en un ser humano que va caminando hacia ser cada vez más íntegro -con nuestras contradicciones, pero caminando hacia ser íntegro como persona y como creyente- Por eso, esto que nos encontramos aquí no es un tema sin más, que no tiene que ver con nosotros, sino que nos encontramos con este tema de la ley.
Los judíos quieren respetar la ley; los discípulos se la están saltando y lo saben; saben también que a Jesús esto no le no le importa mucho. A la vez, cuando los fariseos pregunten, no van a ser ellos los que respondan, sino que va a ser el mismo Jesús el que responda… igual es que todavía están a medio camino entre abrirse a un modo de interpretar la ley más libre, o el aprovecharse (un poco como los niños pequeños, como diciendo “como mi padre está por aquí y me defiende, tú no me vas a poder hacer nada”…).
Después está la figura de esos fariseos que son como los guardianes de la ley, que andan vigilando al que no la cumple: —¿Por qué hacéis en sábado una cosa prohibida?
Decimos que es poca madurez el no abrirte a la pregunta de “por qué estoy dejando de hacer algo que la ley prescribe” Cuál es mi respuesta personal ante las leyes que hay en nuestra sociedad -leyes sociales, leyes políticas, leyes familiares, leyes personales-… leyes que se refieren a leyes escritas o no escritas, que son mucho más numerosas y a veces mucho más imperativas sobre nuestra vida. En un momento dado, dejamos de estar de acuerdo con dichas leyes, o nos las tenemos que saltar porque hemos visto que ahora o quizá en adelante no significan.. pero no vale con decir “paso por debajo y hago que no lo he visto”, que dice poco de nosotros como personas y, en el caso de la ley de Dios, como creyentes. Hace falta dar una respuesta personal, y eso es lo que los discípulos están a medio camino de hacer: primero ven que Jesús no da importancia a esto y ellos dicen “si Jesús no le da importancia, nosotros tampoco”, pero sin hacerse cargo personalmente, que al final es protegerse en la persona de Jesús -o sea, estamos a medio camino entre la inmadurez y la madurez-, y ojalá vayan hacia la madurez… Luego, la respuesta de los fariseos que utilizan la ley como algo que seguramente define sus vidas -en el caso de que sean coherentes- pero que desde luego utilizan como arma arrojadiza contra los demás, y en vez de relacionarse con la persona que tienen delante, se relacionan a través de la ley: “Tú eres el que hace-tú eres el que no hace”.
Estas serían dos posturas muy nuestras: la de los discípulos, la de los fariseos.
Hay una tercera postura, que es la de Jesús. Jesús, que se ha encarnado y vive un modo de ser de ser humano que, aunque es referencia para el nuestro, se sitúa en esta misma cuestión de la ley en otro lugar. Se sitúa por encima de la ley y para ello primero atiende a los fariseos. No les dice “sois unos legalistas y ya tendríais que ir haber hecho camino en esto porque la ley no da razón de todo y por tanto, estáis equivocados”, sino que les pone un ejemplo de la Escritura Les muestra cómo David, en un momento determinado, sabiendo lo que dice la ley, prioriza a sus compañeros hambrientos sobre el cumplir la ley. Y hace una cosa que es mucho más gorda que el coger estas espigas y frotarlas para comer: toma los panes consagrados, que solo pueden comer los sacerdotes, y los come y los comparte con sus compañeros. Con esto nos dice que hay realidades más importantes, a veces más perentorias que el cumplimiento de la ley, como es saciar el hambre para seguir haciendo aquello que tienes que hacer. De David sabemos que ha amado mucho a Dios. Por eso es quién es en la historia de Israel…
Jesús no termina poniéndoles este ejemplo del Antiguo Testamento sino que se presenta a sí mismo tal como es en verdad: como la persona definitiva en la que nos tenemos que fijar. Como la palabra definitiva: “Este hombre, yo, soy señor del sábado”. Esa ley entregada a Israel al comienzo del Génesis “respetarás el sábado y lo santificarás porque Dios en este día descansó de todo el trabajo que había hecho”, es una ley Santísima para Israel. De hecho, muchas veces vamos a ver cómo los fariseos se quejan de Jesús porque no guarda el sábado y él les dice, yo estoy por encima del sábado. No estoy por encima del sábado para beneficio de mí mismo, sino porque hay cosas más grandes que el sábado, y la primera es Jesús de Nazaret. En Jesús de Nazaret hemos aprendido que el ser humano es mayor que una gran enseñanza de Jesús. Una gran enseñanza para llamarnos a la vida en este tema concreto sobre el que te propongo que te interrogues en relación a tu propia vida, a tu modo de estar en el mundo, a tu modo de relacionarte con la ley.
Imagen: Zac Wolff, Unsplash