En esta ocasión seguimos comentando el capítulo 6 del Evangelio de Lucas, versículos 20 a 26. Aquí tenemos la versión que encontramos en Lucas de las bienaventuranzas, que nos va a ayudar a profundizar en la palabra de Jesús y en aquello con lo que viene a traernos vida.
Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: Dichosos los pobres, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos los que ahora pasáis hambre, porque seréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos cuando os odien los hombres y os destierren, os insulten y denigren vuestro nombre a causa de este Hombre. Saltad entonces de alegría que vuestro premio en el cielo es abundante. Del mismo modo trataron sus padres a los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya recibís vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque pasaréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque lloraréis y haréis duelo. ¡Ay de vosotros cuando todos hablen bien de vosotros! Del mismo modo trataron sus padres a los falsos profetas.
Este es el texto que tenemos para hoy, y nos habla de algo que es muy contrario a la lógica de nuestro mundo: nosotros decimos “dichosos los ricos porque lo tienen todo, dichosos los que están saciados porque se sienten bien, dichosos los que ríen porque lo pasan bien, y dichosos aquellos en los que hablan bien de vosotros porque los demás los admiran…”. Empecemos por lo que es la parte final de este texto de Jesús, porque para acercarnos nos resulta más fácil y porque nosotros tendemos a mirar la vida desde nuestra lógica, que es una mirada sometida al pecado. Con esa mirada bastante desviada vemos lo que lo que vemos, y creemos que es bueno porque nosotros lo vemos así, porque lo ven los demás, y creemos que las cosas son así.
Nos hace mucho bien venir a palabras como esta de Jesús que rompen enteramente nuestros esquemas, porque caemos en la cuenta de que las cosas no son como nosotros decimos. Jesús es la verdad y nosotros, incluso a nivel de funcionamiento cotidiano vemos que nos equivocamos muchas veces… no es solo que nos equivoquemos muchas veces, es que en muchísimas ocasiones nuestra mirada la hemos descubierto enteramente equivocada. Por ejemplo, cuando se dice “dichosos vosotros los ricos” hasta nosotros decimos “bueno, quién sabe si esa persona rica tiene el corazón contento…” y no llegamos a preguntarnos si tiene paz en el corazón porque no vamos más allá, pero esas preguntas a nosotros mismos nos hacen ver que hay más que lo que se ve, o sabemos que el que hoy está saciado mañana puede no estarlo, o que el que ahora ríe puede dejar de hacerlo… Todas estas formas de mirar nuestras tienen en común, en primer lugar, que son las nuestras las que nosotros entendemos para mirar, y son precarias y limitadas como nosotros, y sobre todo, que se fijan en los bienes que se ven y poco más.
Jesús dice ay de vosotros cuando miréis así, porque las cosas no son así y en cambio así como aquí Jesús ha pronunciado cuatro ay de vosotros dirigiendo la mirada a los discípulos -esto no se está diciendo a todo el mundo, sino a los hombres y mujeres que queremos seguir a Jesús-, nos dice que hay un camino que es el de la dicha, y paradójicamente, el camino de la dicha es el camino de aquello que nuestro mundo no valora. Aquello que nosotros tememos. Dice dichosos los pobres, dichosos los que ahora pasáis hambre, dichosos lo que ahora lloráis, dichosos cuando os odien los hombres…a causa de este hombre… Lo que Jesús llama dicha el que en esa situación es lo que nosotros tememos en esas situaciones en las que experimentamos carencia, en esas situaciones en las que conocemos la limitación, el sufrimiento… Ahí estamos más cerca de darnos cuenta de que la vida no depende de nosotros, sino que depende de Dios.
Jesús dice dichosos los pobres porque el reinado de Dios les pertenece: ahí donde está tu carencia te vas a encontrar con la plenitud de Dios. Y seréis dichosos los que ahora pasáis hambre porque seréis saciados, los que ahora lloráis porque reiréis, porque vuestro premio en el cielo en el futuro es abundante… y es que este futuro lo experimentamos ya porque cuando en nuestra carencia, en nuestra limitación, en nuestro dolor, en el rechazo que experimentamos, creemos en Jesús, estamos experimentando ya su salvación, estamos experimentando ya su vida y por lo tanto, se nos dice, tienes motivos para tener esperanza. Qué distinto es pasar hambre de cuerpo, de espíritu y saber que Jesús está con nosotros colmándonos de mil maneras, porque toda la tierra es suya.
Lo primero para nosotros, discípulos, es ser conscientes de que el modo de nuestro mundo no es el que da vida y hemos abrirnos a nuestro modo al modo de Dios en nosotros, empezando por aquellas situaciones en nuestra vida en las que hay carencia, en las que hay limitación, en las que hay llanto y en las que somos incluso abiertamente directamente rechazados o perseguidos, porque ahí nos abrimos a la bendición de Dios que hace que la vida a su modo.
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