En estas entradas, coincidiendo con el Adviento, volvemos ahora al evangelio de Mateo, pero lo hacemos desde los c. 1-4 que, no sé si recuerdas, habían quedado pendientes…
El enfoque existencial que priorizamos en el blog se va a centrar, también esta vez, en contemplar de qué modo es humano Jesús, y nos da así la oportunidad de aprender humanidad. No de cualquier clase, sino de la suya.
Cuando queremos conectar con la verdad de lo que somos, o con la verdad de una relación importante, a menudo volvemos al principio, porque en el principio se hacen patentes muchas de los mimbres que vertebran esa verdad, esa relación. Mateo en su Evangelio lo hace así, y nosotros vamos a escuchar lo que tiene que decir intentando descubrir la densidad de lo humano, la densidad de esa vida que nos ha cambiado la vida, al escuchar su relato.
Vamos a recorrer para ello los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Mateo en esta clave.
Genealogía de Jesucristo, del linaje de David, del linaje de Abrahán: Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y Zará; Fares engendró a Esrón; Esrón engendró a Arán. Arán engendró a Aminadab; Aminadab engendró a Naasón; Naasón engendró a Salmón. Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé. Jesé engendró al rey David. David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón. Salomón engendró a Roboán; Roboán engendró a Abías; Abías engendró a Asaf. Asaf engendró a Josafat; Josafat engendró a Jorán; Jorán engendró a Ozías. Ozías engendró a Joatán; Joatán engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés; Manasés engendró a Amón; Amón engendró a Josías. Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendró a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliacín; Eliacín engendró a Azor. Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a Aquín; Aquín engendró a Eliud. Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendró a Matán; Matán engendró a Jacob. Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías. Así pues, las generaciones de Abrahán a David son catorce; de David hasta la deportación a Babilonia, catorce; de la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce. Mt 1, 1-17.
El Evangelio comienza trayéndonos la genealogía de Jesús y con ello quiere decirnos algo acerca del modo cómo se mira la humanidad desde Dios. Cómo se mira esa humanidad según Jesús que queremos aprender a vivir.
Lo primero que tenemos es una genealogía. Esta genealogía, según dicen los estudiosos, no es muy rigurosa a nivel histórico. No es que los evangelistas se la hayan inventado, las personas que aparecen en ella son reales. Pero no es tan redonda (14 generaciones exactas cada vez) como el relato indica.
El motivo de este modo de narrar es que el evangelista no escribe con la intención de aportarnos datos históricos, si no que lo que lo que quiere es comunicarnos el contenido de fe que subyace a este cuadro histórico: desde el comienzo, Dios ha estado presente en la historia, y en Jesús, el Hijo de Dios que entra a habitar en esta historia, en este pueblo, en esta familia, se cumplen las promesas hechas a Abraham y a David.
Otro elemento que nos encontramos en el desarrollo genealógico de Mateo es que, así como nosotros hablaríamos de nuestros antepasados ilustres (de los que han descubierto algo, de los que ganaron alguna batalla o condecoración…) aquí se habla también de personas que normalmente nosotros no querríamos que aparecieran en esta foto: Farés, hijo incestuoso de Judá; Salomón, hijo adulterino de David. Asimismo, en la genealogía aparecen mujeres,lo que no es nada corriente en una genealogía hebrea. Pero es que además, de estas mujeres, tres de ellas son extranjeras (una cananea, una moabita, otra hitita) cuando para los hebreos era una infidelidad el matrimonio con extranjeros… es lo mismo que decir que tres de ellas son pecadoras. En cuanto a la judía Tamar, nuera de Judá, destaca su astucia y no su piedad u otra de las cualidades que solemos destacar… -puedes encontrar desarrolladas estas notas en[1], [2]
¿Qué nos dice todo esto? Nos dice que Jesús, al venir a nuestro mundo, lo hace encarnándose en la trama de las generaciones humanas. No solo es que venga a vivir entre nosotros, sino que lo hace entrañado en un pueblo, en una tribu, en una familia concretas de las que forma parte. Nos dice también así que al venir entrañado –formando parte de las entrañas- en medio de lo nuestro, asume también toda la ambigüedad de lo humano: y es que no hay un solo pueblo, tribu o familia en todas la historia humana que no venga marcada por esta ambigüedad, por este conjunto de luces y sombras que es nuestra historia social, familiar y personal.
Solemos decir, al contemplar este relato genealógico, que Jesús, al encarnarse, no ha tenido inconveniente en mezclarse con lo nuestro. Y es así, pero más todavía. Jesús, al encarnarse, ha querido formar parte de lo nuestro, y al hacerlo nos revela varias cosas importantes:
- la primera, que así como nosotros consideramos un perjuicio mezclarnos con los que consideramos “menos”, Jesús en cambio se introduce en nuestra historia y participa de ella no como quien señala su origen de otra parte, sino precisamente como uno más, como “uno de tantos”. Nos enseña así cuál es el modo de estar en medio de la realidad, el modo de ser con todos. Dios se ha hecho, en Jesús, uno con nosotros.
- la segunda, que así como nosotros nos esforzamos por “limpiar” nuestra apariencia y nuestra imagen para “ mejorarla” –y lo hacemos, incluso, faltando para ello a la verdad, Jesús en cambio la abraza tal cual es y nos demuestra de este modo que él es de la verdad y que ama las cosas como son, sin maquillarlas ni disfrazarlas. Por este movimiento suyo, descubrimos que las cosas, que las personas, que la historia no son amables por su “cara bonita” sino que son amadas en sí mismas, en lo que son.
- vemos también, en este genealogía, que Dios se hace presente en la historia, y también el modo como se presenta en ella: no invadiendo ni negando lo nuestro, sino haciéndose presente en el corazón de la historia, y que no lo encontraremos mirando desde fuera, sino atreviéndonos, como él, a entrar dentro de la historia, de los hechos.
- El que se haga presente en medio de la historia y se presente como “uno de tantos” nos dice de la humildad de Dios, de su amor. Pero este modo de entrar en la historia no le impide ser Señor de ella: desde la humildad, desde lo escondido, a través de los caminos desconcertantes de nuestra libertad y de nuestro pecado, Dios lleva la historia a plenitud.
Queremos aprender a vivir nuestra condición humana, no al modo de esa genealogía que nos precede –la lógica del mundo, que se repite siempre igual- sino según el modo nuevo que se ha iniciado en él, esto es, contemplando la humanidad de Jesús. Para ello hemos de realizar un doble movimiento: el primer paso de este movimiento consiste en rechazar nuestra tendencia natural, la que nos llama a vivir al modo del mundo –ese modo que enmascara la mentira y busca abrirse a la realidad tal como es… para lo cual renunciamos a adornar, mentir, disimular, enmascarar, separar y así, sentirnos por encima. El segundo movimiento, una vez realizado este de sacudirnos lo que no es, es el que abraza amorosamente lo que hay, e inicia un camino de amarlo todo, lo que no es posible sin contar con Dios, que es Amor y lo ama todo.
Para aprender humanidad de la que Jesús ha traído a nuestro mundo, realiza ahora tú este movimiento: deja atrás los modos viejos, los tuyos –que pueden ser también de la familia de la mentira, pero pueden ir más bien por el resentimiento, o por la resignación, o la codicia o la tristeza o el miedo o…-. Recházalos y abraza lo que es, la realidad que hay, desnuda, real, aunque no te guste. A cambio, empezarás a experimentar el vigor que tiene la verdad. Así lo ha hecho Jesús: meterse en la trama de la vida tal como es, sin adornos, sin excusas. Y desde dentro, nos ha mostrado que la ama, y cómo se ama. Después, conecta con tu interior a ver cómo te sientes, qué sabor te deja una experiencia, qué sabor te deja otra. Permanece ahí, para que la experiencia te haga por dentro.
Estamos comenzando el Adviento, y seguramente estabas en “tus” cosas, en “tu” vida. Levanta la mirada a este horizonte que se te ofrece por la fe. Deja la vida pequeña, los modos estrechos de ser hombre, de ser mujer, y ábrete a lo que Jesús ha sido, a lo que posibilita que seamos, a lo que podemos ser por él, con él. Que la contemplación de este pasaje te ponga “en línea” para avivar tu deseo de celebrar la venida de Jesús a nuestro mundo.
[1] Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, Sígueme, 2004.
[2] http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/NV/vp_comen_ev.htm
Imagen: Quincy Alivio, Unsplash