fbpx

Lo que Dios censura

Pero a quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos. Pero, ¡ay del hombre por quien viene el escándalo! Si tu mano o tu pie te son ocasión de caer, córtatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que con dos manos o dos pies ser arrojado al fuego eterno. Si tu ojo te es ocasión de caer, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida tuerto que con dos ojos ser arrojado al horno de fuego. Mt 18, 6-9

Sigue la enseñanza a los discípulos, que revela nuevamente la diferencia entre la lógica de Jesús y la nuestra: nosotros tenemos como primer criterio salvar nuestra vida. Para Jesús, en cambio, el primer criterio es salvar la vida, que no se detiene, en primer lugar, entre la tuya o la del prójimo: al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí… antes pierda la vida que escandalizar a uno de estos pequeños. Y si en tu propia vida ves que tu mano, tu pie o tu ojo son ocasión de pecado para ti, córtatelo, sácatelo, arráncatelo. El criterio no es salvar esta vida física, mantenerla en la comodidad o en la seguridad de lo que “poseemos”, aunque nos esté matando, sino salvar la vida, que en Jesús tiene otros criterios: salvar, en primer lugar, a estos pequeños que deben ser cuidados y atendidos por encima de todo, y matar todo lo que en nosotras no contribuya a la verdadera salvación.

Mira cuándo o a quiénes estás escandalizando: la muerte que ello produce a tu alrededor, a qué pequeños escandalizas, y qué tiene que decir Jesús sobre ello.

Y mira sobre eso que de ti escandaliza: tu mano, tu pie, tu ojo o tu corazón. Arráncatelo, para salvar la vida. Si no puedes, pide al Espíritu que lo haga en ti, para que vivas.

Y el que así habla es Jesús, que se encamina a Jerusalén. El, que no ha dado escándalo sino que ha dado vida a los pequeños, será echado al mar en nuestro lugar; él, en quien nada es ocasión de pecado, va a perder sus manos, sus pies, su mirada y su vida en nuestro favor. Esta lógica de muerte y vida a la que nos introduce ha sido verdad en él, y nos ha traído a la vida.

Jesús nos está diciendo que le prefiramos sobre toda otra realidad, porque merece ser preferido sobre todo. Él ha buscado en todo al Padre, y eso le ha hecho centro de todo[1]. Nosotros también tenemos tendencia a ponernos/poner a los que queremos adorar en el centro de todo, y Jesús nos dice cuál es el verdadero orden de lo real –de nuevo, el que Jesús quiere-.

En esta perícopa se destaca la decisión con la que hemos de rechazar el mal de nosotros. Es el modo como se concretan las tentaciones que hemos visto al principio. Incluso cuando eso que es ocasión de mal nos es tan preciado como una mano, un pie o un ojo… la radicalidad con que Jesús nos indica que arranquemos el mal de nosotros, os enseña lo malo que es el mal, el riesgo que corremos por ser tentados (=es ocasión) por él.

Así como lo natural es cuidar el cuerpo, no sufrir, protegerse, etc… Jesús nos muestra aquí que, a partir de esa buena tendencia natural a conservar los dos ojos, manos, pies… más importante todavía es conservar la salud del espíritu. Y que si la salvación del espíritu requiere el sacrificio de la salud de la carne, no lo dudes. Esto nos enseña, en clave de aprender a mirar, que hay que mirar a lo material, y percibir su significado y su valor; pero es lo espiritual el criterio para valorarlo. Esto es muy importante, porque aunque no llegamos al punto de cortarnos la mano o sacarnos el ojo, sí tenemos experiencia de esto en cosas pequeñas que no nos hacen bien, que nos alteran o nos desvían de ese estar asentadas en la paz de Jesús, que es la verdadera vida. A esas tenemos que renunciar decididamente cuando las reconocemos, porque nos quitan la vida.

Una cosa que se subraya en este texto, una y otra vez, es que hay que evitar las ocasiones de pecado, porque el pecado nos lleva a la muerte. Esto también lo he tenido que ejemplificar primero con una situación física, pero desde ahí se me hizo claro: lo mismo que no tomo drogas ni respiro monóxido de carbono ni busco destruirme de ningún modo consciente, así también tengo que evitar las ocasiones de pecado si quiero seguir llamando vida a mi vida. Desde ahí, yo sí entiendo que Jesús diga que “si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo”, porque se trata de conservar la vida para que así, vivos, tengamos verdadera vida, que es la que nos lleva a la vida eterna; en cambio, si consentimos en el pecado, éste es igual que una  gangrena invisible que acaba por destruirnos.

…además, lo que Jesús ve es que esta vida terrena es, toda en su conjunto, vida visible que está conectada –o no- con la vida invisible que viene después, esa que él llama “la vida”. Esta de ahora la ve, como una vida que es, en su conjunto, ocasión para apostar por la vida eterna. No se trata solo de evitar las ocasiones de pecado, como para el enfermo de gangrena no se trata solo de evitar la infección, sino que precisamente, al evitar que el mal avance, sigues disponiendo de tu vida para que esa vida te lleve a “la vida”. Antes veía el pecado de una forma más objetivadora, como “males concretos”, y con esto lo he visto más en relación a mí, como algo que debo rechazar para seguir viviendo y poder, así, escoger la vida, que se encuentra en las palabras de Jesús.

Se destaca cómo aquello que te hace mal a ti debes arrancártelo para que no sea ocasión de pecado. Ahora bien… lo que daña “a uno de estos pequeños que creen en mí”, el escándalo producido a su fe, no merece arrancarse un miembro, sino que merece ser castigado con la propia vida.

Confrontarnos con las palabras de Jesús da su verdadera hondura a nuestros modos de mirar y a nuestra vida.

[1] A nosotros nos atrae esta centralidad, que a menudo vivimos de modo perverso, cuando a un ser humano /nosotros mismos le decimos: “todo esto te daré si me postras y me adoras”.

Imagen: Tiard Schulz, Unsplash

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.