Al llegar a la otra orilla, a la región de los gerasenos, salieron a su encuentro de entre los sepulcros dos endemoniados. Eran tan agresivos, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?
A cierta distancia de allí, había una gran piara de cerdos hozando; y los demonios le rogaban: – – Si nos echas, envíanos a la piara de cerdos.
Jesús les dijo: – Id. Ellos salieron y se metieron en los cerdos; de pronto, toda la piara se lanzó al lago por el precipicio y los cerdos murieron ahogados. Los porquerizos huyeron a la ciudad y lo contaron todo, incluso lo de los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y cuando lo vieron le rogaron que se marchara de su territorio. Mt 8, 28-34
En este caso vamos a preguntarnos por un aspecto de la lectura de los textos: el modo como nos acercamos a ellos. Lo mismo que no todos los modos de lectura son adecuados, tampoco todos nuestros modos de acercarnos al texto son adecuados.
De este acercamiento de nuestra parte nos vamos a fijar en dos aspectos: en lo que nos “sobra” a la hora de acercarnos al texto, en lo que nos “falta” o nos puede faltar a la hora de leerlo.
Entre lo que nos sobra están nuestros prejuicios. Los prejuicios son todas las ideas previas que se interponen entre el texto y yo. Estas ideas previas, que condicionan mi lectura, pueden ser de varios tipos: pueden ser psicológicas, existenciales, culturales… El texto que tenemos hoy nos permite reconocer algunas de ellas.
Por ejemplo, a nivel psicológico, el que tú, lector del texto, tengas dificultades con la agresividad o el conflicto te va a retraer cuando se habla de esos endemoniados tan agresivos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Tu lectura del texto se verá condicionada por la imagen de esos dos endemoniados (que culturalmente ya remueven muchas cosas), si además son agresivos.
O puede que tu prejuicio sea cultural. En este caso, cuando lees que los demonios han pedido a Jesús ir a la piara de cerdos, quizá te salga desprecio por “el cuento que me están contando”. Y ya, cuando Jesús les da permiso, el ecologista que llevas dentro defiende a los cerdos, tanto por animales como por perjudicados en la historia. Si eres un ciudadan@ legal, que cumple con lo suyo, puede que te alinees con los vecinos que van a Jesús a pedirle que se vaya…
Prejuicio existencial es el que ve la acción de Jesús como una intromisión en el devenir humano, concretamente en relación al tema del mal que además, en tu opinión, quizá no resuelve adecuadamente…
Si reconoces la existencia de estos pre-juicios, verás claro que dichos prejuicios estorban bastante a la hora de acercarse al relato bíblico: las ideas que tenemos estorban el encuentro con el texto, interfieren con él, y dificultan o pueden impedir que el texto se desvele para nosotr@s.
Por eso hemos dicho que los prejuicios forman parte de lo que “sobra” al acercarnos al texto. ¿Qué hacemos con esto que sobra? Hacernos conscientes de ello para que, al identificar el prejuicio, podamos sortearlo, rechazarlo en nuestro acercamiento al texto, de modo que no interfiera y nos impida el encuentro con lo que en él se relata.
Hemos dicho también que hay algo que “falta”, o que puede faltar. No es que falte siempre, sino que puede faltar. Y si falta, dificulta nuestra lectura de la Biblia de un modo más profundo que el de los prejuicios. Esto que puede faltar es una mirada teologal. La mirada teologal es la mirada por la cual reconocemos en el evangelio, y en toda la Biblia, la Palabra que Dios nos dirige. No es cuestión de decir que es Palabra de Dios. La mirada teologal, la lectura teologal reconoce esa vida de Dios presente en el texto bíblico, y atiende a lo que lee desde una actitud que va más allá de las palabras, más allá de que entiendas o no… Puesto que la Biblia es un libro escrito en clave teologal, ha de ser leído en clave teologal. Por lo tanto, a quien no lo lee así le falta una clave esencial de lectura a la hora de acercarse al texto bíblico.
En el texto que tenemos hoy, la mirada teologal percibe la acción de Dios por todas partes. Pero muy especialmente en la acción poderosa de Jesús que actúa con poder y con señorío -con un poder y un señorío que no son como los de este mundo, eso también lo notas-, y actúa siempre en favor del ser humano sometido. La mirada teologal nos enseña así a ver cómo estos hombres dominados y tan agresivos, no dan miedo a Jesús porque Jesús mira y se sitúa en la realidad desde la vinculación con el Padre; en cambio, los del pueblo, que pasan de tener miedo a los endemoniados, a tener miedo de Jesús porque ha vencido a los demonios, miran aún desde la muerte (si te fijas, en el relato anterior, Mt 8, 23-27 Jesús había increpado a sus discípulos por tener miedo, que es señal de poca fe). Todo eso lo ve, o lo reconoce cuando se lo hacen ver, la mirada teologal que se goza por la salvación de Jesús manifestada en tantos signos. Mientras que quien no mira con esa mirada teologal solo ve una “historieta” en la que no vale la pena detenerse mucho…
Para acercarse a los textos bíblicos hay que ser conscientes de lo que nos “sobra” y de lo que nos “falta”. ¿Qué tal si te animas a reconocer lo que te sobra y te falta (o no te falta) en un encuentro con otros compañer@s de vida y de fe, para daros luz mutuamente?
¿Qué tal si luego nos lo cuentas en los comentarios?
Imagen: Thom Holmes, Unsplash