Lectura del libro de Isaías (56,1.6-7)
Sal 66,2-3.5.6.8
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,13-15.29-32)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,21-28)
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
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No te pierdas este evangelio de hoy. A mí, no sé por qué, me coge más que muchos otros. Y sé que cuando lo descubra, descubriré algo importante de mí. Por eso, cada vez que me lo encuentro, mi atención se pone en pie, y mi corazón también. Aunque aún no he descubierto sino por pequeños signos qué tiene que decirme (sé que le queda mucho más por decir), el escucharlo así me ha permitido ver algo más en esta preciosa historia. A ver si puedo comunicártela.
Esta mujer pagana representa esas dolencias que no se pueden curar con los medios humanos. Todos los males y todos los dolores que, desde el comienzo de los tiempos, remiten a una salvación que está más allá, porque aquí no se encuentra solución para nuestros males. En este caso, la mujer es impotente para obtener por dichos medios la curación de su hija (nos conecta con la radical limitación humana), y además es extranjera (remite a la limitación religiosa y cultural que la margina en un primer momento, como veremos por la reacción de Jesús, de la salvación de Israel): por sí misma, tiene vetado el acceso a la salvación de Jesús. A nivel humano, ¡cuántas veces sucede esto! Porque no has nacido en el tiempo adecuado, en la familia adecuada, cuántas facilidades o cuántas limitaciones para tu vida…
No obstante, su necesidad, su impotencia radical la fuerzan a ir más allá de sus fronteras -físicas, psicológicas, espirituales-, porque en su mundo, en su horizonte, no hay curación ni esperanza para el mal de su hija. Va más allá, a Jesús.
Vemos también cómo este movimiento de ir “más allá” está motivado por la esperanza, y nos conduce hacia “otra” realidad que ya no es la de nuestro suelo, ni la de nuestras fuerzas. La necesidad aparece como ocasión de más vida, como sucede tantas veces. La necesidad de la mujer, que indica nuestro deseo y nuestra limitación, nos revela también la intuición espiritual de que la vida se salva en otra parte, más allá de lo nuestro.
Esta situación de necesidad, como otras de plenitud –la belleza, por ejemplo-, nos hablan de que la realidad de nuestro mundo no se cierra en sí misma, sino que remite más allá de sí misma, a ser colmada “en otra parte”. Por sí misma no nos puede llevar más allá, a esa “otra parte” y sin embargo… estas situaciones límite se presentan como camino para ello.
Esta constatación es el puente que, como decíamos, nos habla de que nuestro anhelo/necesidad de algo que esté más allá, de algo que venga de otra parte a colmar lo nuestro, no es un deseo superficial, sino que está profundamente arraigado en el corazón humano.
Jesús se niega, en un principio, a otorgar a la mujer la salvación que solicita. En medio de nuestro mundo, él ha sido enviado a las ovejas de Israel. Se atiene a su misión, se atiene a la medida de lo real tal como le ha sido confiado, y se somete a Dios obedeciendo fielmente.
Sin embargo, la propia realidad le interpela, y el modo de suplicarle de la mujer, en clave de fe, le lleva a reconocer en ella el don de Dios, y responde, yendo más allá. Por la fe de la mujer, Jesús se ve llevado más allá de su propia idea acerca de su misión, a partir de este encuentro que acontece en la historia. La historia, que es capaz de albergar el más de Dios, nos lo manifiesta a través de los hechos concretos que nos interpelan y nos van conduciendo según la novedad que Dios es, hacia Él mismo.
Jesús da la curación a la mujer, y con ello confirma que el suelo de lo real es este “más de Dios” en el que todo se salva y que se manifiesta en la historia de modo existencial, y no meramente conceptual.
Hay un modo de actuar que se atiene a la historia –el propio Jesús lo usa: no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos-: no se trata de pretender el más en cada situación, sino que el criterio es vivir según el don, vivir fielmente según la misión recibida y desde ella, abiertos a Dios que se manifiesta en la historia.
A la vez, cuando la realidad se oponga de modo elocuente –en este caso, por la fe de la mujer-, se hace preciso dejarse interrogar y conducir por ella, que nos lleva más allá de lo hasta ahora conocido.
Como ves, tanto la mujer como Jesús se mueven según su más propio: el más de la mujer es desear vida para su hija; el más de la mujer no era, en cambio, creerse con derecho, y se mantiene en los límites de su más propio, y encuentra la vida ahí. El más de Jesús es desear la voluntad del Padre, y no se enfrenta a ese más por mucha compasión que le produzca la mujer, sino que siendo fiel a su más propio, se encuentra con la fidelidad de la mujer a su más, que se realiza en la fe, y el encuentro, y la salvación, se realizan.
Así es como la historia nos lleva más allá de sí, a esa hondura en la que Dios habita… vemos que la historia no está restringida a sus límites de espacio-tiempo, sino que en ella se alberga la capacidad de conducirnos más allá de sí, a Dios presente en ella. Aunque sólo accede y habita en esta profundidad quien, como Jesús, vive arraigado en Dios. Por eso, la curación que Jesús otorga a la mujer salva nuestra impotencia y hace llegar, a su carencia radical, el don de Dios. Así es como la eternidad de Dios viene a visitar lo temporal, a habitarlo. La curación de la hija de la cananea no es ya una curación temporal, sino que colma el tiempo, y participa del vigor eterno de Dios.
Jesús supera –el más que es, en Jesús, referente del vivir humano- también sus fronteras psíquicas y espirituales al consentir en esta nueva palabra de Dios a través de la fe de esta mujer. El texto nos revela, no sólo por el hecho de “ir más allá” de las fronteras establecidas, sino por el modo como Jesús se deja conducir, lo que le importa a Jesús: no tanto una misión u otra, sino la voluntad del Padre. Vemos cómo Jesús se deja conducir, en lo concreto de la historia, por la palabra de Dios que va reconociendo en ella, y ello le va revelando el verdadero horizonte de su misión.
Se nos revela así que este modo de vivir según el más nos lleva más allá de nosotros mismos, en diálogo y respuesta a Dios, que habita en la historia. Así es como en medio de lo temporal nos abrimos a lo eterno.
En último término, el “más” no es la eternidad de Dios, sino la misma persona de Jesús: el más es Jesús.
¿Qué experiencia tienes de este más vivido, no solo deseado? Cuéntanoslo en los comentarios.
Imagen: Robert Wilcox, Unsplash
Tal vez hay que fijarse en los perros y en la relación que tienen con sus amos para acercarse a la fe de esta mujer cananea. Qué curioso, “can” por casualidad, está en la raíz de su gentilicio. La adoración, la confianza que siente un perro por su amo, la fidelidad que demuestra estando siempre pendiente del amo, a su lado, buscando caricias, suplicando un bocado… Los perros son ejemplo de corazón de pobre, de corazón vacío de sí, para que otro que es más los colme, los cuide, los lleve y los traiga. Y desde mi experiencia personal, ese “socorrerme” ha sido oportunidad, desde la enfermedad, de poner confianza en el Más que nos salva y nos salvará… <3
Es verdad que los perros tienen una fidelidad de la que podemos aprender muchas cosas. Lo del nombre no está tan claro, cuando la asociación que haces se apoya sobre otro idioma que el del texto bíblico. Más que la fidelidad de un animal, aquí brilla la audacia de una fe que no se queda en las palabras de Jesús, sino que puede ver más allá, que puede “ver” el interior de Jesús, su propia fidelidad que se deja conducir por el Espíritu, mientras te atreves a dejarte conducir más allá de lo establecido, de lo “lógico”… se dan encuentros muy bellos cuando nos dejamos conducir por el Espíritu que nos mueve…
Gracias por compartir esta vivencia de abandono en rl amor de dios
Ese “Más” surge de una Fe profunda arriagada en lo más hondo del corazón humano que supera toda circunstancia , toda situación humana , Jesús se conmueve de esa fe sencilla que grita desde lo más hondo del ser humano superando incluso la voluntad del Padre , ahí se manifiesta la misericordia De Dios , de un Dios que mira el corazón humano y se conmueve ante esa petición que surge de una confianza y de una fe que no entiende de palabras ….. quizás buscamos justificar , razonar algo , buscar muchas explicaciones a algo que es mucho más sencillo : una fe sencilla , confiada ,que solo Dios es capaz de descubrir ,
Una fe sencilla, Mª Luisa. Qué regalo es eso. Disiento en lo de que supera “incluso la voluntad del Padre2. Yo diría que es precisamente eso lo que el Padre quiere: una fe sencilla, confiada, de hijos que saben quién es su Padre
Entiendo, leyendo el comentario, que los encuentros u otros avatares de nuestra vida, son trascendentales, y ocasión de trascendencia para nosotros.
¡Qué vértigo entrar en ese juego!
Y ¡qué seducción al mismo tiempo!
¡Qué lazos más eternos!
…y qué privilegio, y cuánto deseo, y cuánta fe… tanta como haga falta para consentir!