Seguimos nuestro comentario del capítulo 13 del evangelio de Lucas, en el que nos seguimos fijando en el modo como Jesús nos mira. Un modo que es Camino, Verdad y Vida.
Y les propuso la siguiente parábola: —Un hombre tenía una higuera plantada en su huerto. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al hortelano: —Llevo tres años viniendo a buscar fruta en esta higuera y no la hallo. Córtala, que encima está esquilmando el terreno. Él le contestó: —Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, la cortas el año que viene. Lc 13, 6-9
Veamos cómo nos habla Jesús en esta parábola, mostrándonos su mirada sobre nuestra propia vida.
Tenemos una imagen de partida muy impresionante: nosotros somos esa higuera que no da fruto una vez, y otra, y otra. Y no es solo que no damos fruto, sino que hacemos daño alrededor: está esquilmando el terreno.
Se nos muestra también la ternura de este diálogo de Dios a Dios: Dios es el dueño del huerto, quien viene a encontrar fruto y no lo halla. Y Dios es el que nos trabaja cada día, en la esperanza de que demos fruto. Escucha ese diálogo tierno entre Dios y Dios, referido a nosotros.
Dios dice la verdad al decirnos “no das fruto”. Te he dado unos dones, una tierra en la que vivir, cuidado cotidiano para que respondas al Dios que te creó, para que respondas a la vida a la que te llama, y no estamos dando fruto. Y el hortelano, el Espíritu Santo que trabaja en nosotros de modo concreto cada día, le dice al Padre, que nos ama igualmente, Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto, le solicita una oportunidad última para trabajarnos y así, salvarnos.
Se nos dice la verdad sobre nuestra vida, que Dios no mira desde el dinero que gano, los logros que he conseguido o la bondad que atesoro, sino desde la respuesta a los dones recibidos de Dios. Y desde ahí, muchas veces, y por más que nos parezca a nosotros que es de otro modo, quizá no estamos dando fruto.
El Espíritu se valdrá de cualquier circunstancia, sea un sufrimiento, una caricia, un revés o un desconcierto, para darnos esa oportunidad más, esa que sea la que nos salve. Así vemos la vida desde esta mirada de Dios que nos dice qué es lo que está en juego, lo que importa.
Imagen: Muhammad Fawdy, Unsplash