Seguimos nuestro comentario del capítulo 13 del evangelio de Lucas, en el que nos seguimos fijando en el modo como Jesús nos mira. Un modo que es Camino, Verdad y Vida.
Un sábado estaba enseñando en una sinagoga, cuando se presentó una mujer que llevaba dieciocho años padeciendo por un espíritu. Andaba encorvada, sin poder enderezarse completamente. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos y al punto se enderezó y daba gloria a Dios. El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en sábado, intervino para decir a la gente: —Hay seis días en que se debe trabajar: Venid esos días a sanaros y no en sábado. El Señor le respondió: —¡Hipócritas! ¿No suelta cualquiera de vosotros al buey o al asno del pesebre para llevarlo a beber, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abrahán, a quien Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarle las ataduras en sábado? Cuando decía esto, sus adversarios se sentían confundidos, mientras que la gente se alegraba de las maravillas que realizaba. Lc 13, 10-17
Lo primero en que quiero detenerme es, al escuchar este texto, en la constatación de la alegría que es que más brilla aquí. Si no podemos conectar con esta alegría al leer en este evangelio, preguntémonos si no somos capaces de reconocer la alegría cuando la vemos delante, como le pasa al jefe de la sinagoga.
Se nos dice que la mujer está encorvada por causa de un demonio. Puede ser el odio, la codicia, el sentimiento de indignidad o las cargas que lleva, y con ese demonio, vive esclavizada. Ella vive sometida, y en este momento, Jesús la libera. Quizá ella ha luchado mucho, o quizá no lo ha intentado porque se veía vencida. En un momento de la historia, en el momento oportuno según el amor de Dios, Jesús la libera.
Vemos así que esta postura erguida, la postura de nuestra dignidad, la de nuestra libertad, la de nuestra adultez, nos permite dar gloria a Dios. En cambio, es otro encorvamiento el que manifiesta el jefe de la sinagoga esgrimiendo algún argumento de la ley para someter, con ello, la curación de Jesús a los esquemas de su legalismo, de su control, de su encorvamiento.
Jesús nos enseña su modo de mirar, que se deja conducir por el Padre, que se alegra con nuestra vida abierta a la Vida, que denuncia las mentiras y las muertes con las que tantas veces vivimos sometidos o sometemos a otros.
Imagen: Coco I, Unsplash