fbpx

Ser tú en la relación con Dios

En esta ocasión, nuestro café evangelio se va a fijar en el tema de la oración. Para ello venimos al texto de Mateo: 6, 5-13

[5] Cuando oréis no hagáis como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. [6] Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. [7] Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. [8] No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. [9] Vosotros rezad así: ¡Padre nuestro del cielo! Sea respetada la santidad de tu nombre, [10] venga tu reinado, cúmplase tu designio en la tierra como en el cielo; [11] danos hoy el pan del mañana, [12] perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; [13] no nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del maligno. [14] Pues si perdonáis a los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros, [15] pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Me alegraría que este comentario te resultara liberador, y ahora verás por qué lo digo.

Jesús nos está hablando de actitudes:  primero nos dice que no recemos para que nos vean los demás, que es hipócrita porque estamos utilizando a Dios y la oración para enaltecer nuestra imagen, y que en cambio, cuando queramos rezar, volvamos a nuestro interior, con lo que nos está diciendo que la oración es un asunto entre el Padre y tú que se tiene que realizar en la intimidad del corazón. Esta es la primera actitud con la que hemos de orar: ante el Padre, de quien sabes que tiene derecho a esa totalidad de tu corazón, de tu atención, de tu entrega, de tu amor. Esta es la actitud. Ahora se trata, sabiendo esto, de descubrir cómo vives tú esta actitud. Muchas veces, nuestro problema con la oración no tiene que ver con que no queramos orar, sino con que la oración que conocemos, de la que nos han hablado, se presenta como algo que no conecta con mi modo: entiendes orar como hacer un silencio en tu mente que no eres capaz de hacer, o lo relacionas con estar mucho tiempo seguido cuando tu atención no se detiene mucho tiempo seguido en una cosa, ni en una idea, ni en una persona; igual a ti te va más rezar con canciones y lo que se dice es que la oración tiene que ser leyendo y a ti no te va leer… todo esto que hemos escuchado nos estorba o incluso impide para relacionarnos con Dios desde estas actitudes que Jesús nos dice, y que son lo que importa.

Esto es lo que creo que es muy liberador: Jesús, cuando nos habla de la oración, nos dice las actitudes que tienen que estar presentes pero esas actitudes luego cada cual las tiene que concretar según su modo, y eso quiere decir que a partir de estas actitudes que nos ha dado Jesús tenemos que encontrar cómo rezar nosotros.

La actitud es entrar a tu interior, pero hay quien entra a su interior caminando rápido, hay quien entra a su interior en la naturaleza, hay quien entra a su interior en una iglesia, hay que entra a su interior escribiendo en un cuaderno, hay quien entra a su interior poniendo un icono con una vela en su habitación o tumbado en su cama… Cada una de nosotras y nosotros tenemos que buscar el modo que nos ayuda para entrar a nuestro interior y después Jesús nos dice de qué manera hemos de rezar el Padrenuestro y eso ya nos conforma un modo de oración.

“Padre nuestro”: ante todo, mira más allá de ti al Padre con el que quieres hablar y hónrale como el que te ha traído la vida, te ha salvado… ¿de qué manera le honras? Igual tu modo de honrarle es bailando, cantando, igual el tuyo es decir una palabra de admiración o de agradecimiento, de alabanza, de reconocimiento al Padre que está ahí, de petición que suplica que este tiempo de oración, reconozcas su paternidad y su amor que nos une y todo lo que lo que podemos llegar a reconocer en esta primera petición del padrenuestro.

O también, cuando decimos “santificado sea tu nombre”, puede ocurrir que ni siquiera sepamos lo que estamos diciendo. Pero una vez que hemos visto que Jesús nos dice que esta tiene que ser una actitud de nuestro corazón, vamos aprendiendo de qué manera santificamos su nombre: para una puede ser repitiendo el nombre de Jesús, para otra a través del trabajo cotidiano y para otro valorando, amando, honrando el nombre de Jesús.

Si seguimos diciendo “venga a nosotros tu reino”, reconocemos en primer lugar que esta tiene que ser la actitud: no tenemos que ser señores que intentan imponer a la realidad el modo que tiene que tener, sino que es Jesús el Señor de ese Reino. Nosotras, nosotros hemos de descubrir cómo reconocemos este reino, como habitamos este reino, cómo trabajamos porque este reino se realice. En cada persona se va a concretar de un modo, como hemos dicho.

Si seguimos diciendo “hágase tu voluntad”, para uno de nosotros en este momento es consentir en una enfermedad, o es consentir en un desgarro, en una separación o en la pérdida de trabajo; en otros casos “hágase tu voluntad” es alegrarse porque estás viendo que se realiza esto que habías pedido y en otros casos, realizarla es entregarte según esa misión que has recibido para tu vida… Cada uno y cada una de nosotros hemos de ver cómo se realiza este hágase tu voluntad para nuestra vida en este momento concreto y en la forma concreta que cada uno de nosotros tiene -por el modo de ser, por la historia que hemos vivido, por las circunstancias en las que nos encontramos, por la hondura de nuestra fe y nuestro amor a Dios-.

La propuesta para este día es que te preguntes de qué modo, estas peticiones universales, que nos dan vida a todos, se concretan en tu vida, de modo que tu relación con Dios se haga más personal. Haciéndose así, se hará cada vez más universal. La propuesta es que hables con Jesús de ese modo que es el tuyo, que lo reconocerás porque te esponja y te despliega la vida desde el amor a Dios, a los demás y a ti misma.  Por ello, ahondar en el modo de vivir estas actitudes de la oración en primera persona hará más fluida y más rica tu oración personal, y te permitirá dar un paso más en que seas el destello del rostro de Jesús que estás llamado, llamada a ser en favor del mundo.

Imagen: Devin Avery, Unsplash

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.