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Tiempo de descanso

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Este texto nos cuenta una escena de la vida de Jesús que los evangelistas han relatado por parecerles significativa. Y en verdad lo es: nos habla de los discípulos enviados en misión, de la tarea ingente que ello implica (han visto cómo la gente se cura y se llena de esperanza, y podemos imaginar que se les acercarían cada vez más personas; a la vez, al ver los signos, en los propios discípulos crecería el deseo de entregarse más y más…). Se han entregado a fondo, y están cansados… Jesús lo percibe y les propone un tiempo de descanso.

Aquí podemos detenernos igualmente: algunos de nosotros tenemos bien interiorizada la necesidad de descansar, porque asumimos nuestra limitación o porque miramos antes por lo nuestro (los motivos no siempre son los adecuados… en este primer momento nos referimos a quien tiene asumida esta necesidad); otros en cambio, no nos permitimos descansar, ni siquiera si tenemos tiempo: aunque se detengan nuestros pies o incluso nuestras fuerzas, la cabeza no para, el espíritu sigue inquieto… hay muchas razones para esta inquietud: pueden ser espirituales, como una mala conciencia permanente que no te deja nunca estar en paz; pueden ser existenciales: la propia agitación de la ciudad, que se nos contagia si no estamos vigilantes; la resistencia a envejecer, que nos lleva a negar los signos de limitación o de imposibilidad incluso que nuestro cuerpo nos envía; el miedo a la muerte o a ser olvidados, ignorados… en todos estos casos, el espíritu no descansa. Cuando es así, desoímos esta llamada a descansar que hace Jesús a los que se han entregado cuando tenían que hacerlo.

En el Génesis se nos dice que, después de haber creado el universo, Dios descansó. Aquí se nos dice que Jesús ofrece a los suyos un sitio tranquilo para descansar. Estas llamadas al descanso nos muestran, a través de la actitud de Jesús, lo que el descanso es: una necesidad, porque el ser humano es limitado; una exigencia, cuando el cuerpo o el espíritu nos advierten de que ya no pueden ir adelante y nos piden descansar; un encuentro con nuestra condición de criaturas, que hemos de vivir ajustadas a lo que somos: nosotros tenemos que entregarnos en lo que nos toca en cada momento, y Dios, el Señor del mundo, lo hace todo. Ojalá no olvidemos este orden verdadero de las cosas, el que nos ayuda a estar en la realidad conjuntamente con nuestro Señor.

El texto sigue… se están dirigiendo a ese sitio tranquilo a descansar, pero la gente los ve y los busca, ¡¡tan necesitados están de salvación!! Al verlos tan necesitados–este es el punto de ruptura con nuestros modos de mirar-, Jesús sintió compasión de ellos porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma. Jesús sin duda está cansado, como los discípulos, y todos juntos buscaban un lugar donde descansar. Pero lo que mueve a Jesús, en último término, no es su necesidad de descanso, sino la compasión por sus hermanos, por cada uno de nosotros. Siendo necesario el descanso, hay cosas que lo son más. Y no dudemos que, si nosotros perdemos de nuestro descanso movimos por la compasión, Él proveerá lo demás.

En esta época nuestra, acelerada y ansiosa, nos hace bien integrar el descanso como una riqueza que es parte de nuestra vida, de una vida “tejida a mano”, vivida a ritmo humano. Sin embargo, el descanso que es sin duda necesario no es lo último, lo que en toda condición hay que respetar, pues hay actitudes humanas más vitales que él: por muy justificada que esté tu necesidad de descansar, la compasión es tan urgente, y ha de ser, como es en Dios, como es en Jesús, la actitud que guíe tu vida.

El evangelio que acabamos de leer nos dice que podemos trabajar en lo que el Señor nos ha encomendado, que es fuente de gozo y de encuentro; y que descansemos después de haberlo hecho, porque ese ritmo de trabajo y descanso es el que hace a la vida humana rica; y que nuestro descanso no sea un aislamiento del mundo ni de las necesidades de nuestros hermanos, sino que mantengamos el corazón abierto a las llamadas de la compasión, porque la vida conducida por el amor es la vida que ha vivido Jesús. Y Jesús, en su vivir como en su morir, nos ha traído la salvación.

Para trabajar en grupo

Hacéis una lluvia de ideas que recoja lo que cada cual entiende por descanso. Tomamos nota de ello y lo dejamos ahí.

Después, durante 15 minutos más o menos, nos volvemos sobre nosotros mismos para descubrir si los tiempos de descanso nos descansan; para ver qué tiempos tenemos para el descanso y si dichos tiempos nos descansan. Comentamos también qué pasa cuando nos habíamos hecho una expectativa del tiempo de descanso y este se corta, por lo que sea.

Comentamos con el grupo lo que previamente hemos interiorizado.

Contrastamos nuestra idea de descanso con el tiempo real de descanso que hay en nuestra vida, y sacamos conclusiones. Dichas conclusiones, intenta expresarlas con una frase y una imagen, o con ambas.

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