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Vida que vence sobre la muerte

[9] Jesús les salió al encuentro y les dijo: —¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él. [10] Jesús les dijo: —No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán.  [11] Mientras ellas caminaban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. [12] Éstos se reunieron a deliberar con los senadores y ofrecieron a los soldados una buena suma [13] encargándoles: —Decid que de noche, mientras vosotros dormíais, llegaron los discípulos y robaron el cadáver. [14] Si llega la noticia a oídos del gobernador, nosotros lo tranquilizaremos para que no os castigue. [15] Ellos aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones recibidas. Así se difundió ese cuento entre los judíos hasta [el día de] hoy. Mt 28, 9-15

Continuamos con el relato de resurrección que Mateo nos presentaba la semana pasada. En el camino, Jesús sale a su encuentro y se encuentra con ellas. En este encuentro, las mujeres reconocen en Jesús al Hijo de Dios –se echaron a sus pies y lo adoraron-, en un encuentro que disipa el temor que aún permanecía en sus corazones, y las lleva a la plenitud de la alegría.

Todo el tiempo, en el centro de la escena está Jesús: Jesús que no está aquí, Jesús que ha resucitado, Jesús al que habéis de anunciar a los discípulos, Jesús que sale a su encuentro, Jesús que quita todo temor, ante el que te postras en adoración.

Jesús que, además de su presencia, ahora él mismo y no su mensajero, les dice también unas palabras: No temáis, id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán.

En estas pocas líneas, cuánta transformación anunciada:

No temáis, ni a que los discípulos no os crean, ni a la muerte que acabáis de contemplar vencida, ni al desplome de vuestro mundo conocido, ni a la existencia nueva que pivota en Jesús y os lanza en proclamación.

Ahora descansáis sobre un anuncio: el que Jesús ha hecho. Ese que orienta a los discípulos a Galilea, a aquel monte donde conocieron la humanidad y la divinidad de Jesús, su misericordia y su predicación marcada por esa otra vida en que la muerte se apuntaba victoriosa. Ahora sois anuncio, venciendo el temor, dejándoos conducir por el encuentro con Jesús que deja, en el fondo de todos nuestros anhelos y de nuestros encuentros, la alegría.

Ahora tenéis que abriros a esa nueva relación con Dios que nos hace hermanos suyos y que nos llama al encuentro: a un encuentro en fe que transforma la vida y la hace fundamentarse, como la de Jesús, en Dios.

Eso, esa victoria de Dios en Jesús, es en adelante la fuente de nuestra alegría. No nos alegramos porque “tenemos” que alegrarnos como anteayer llorábamos. Estamos alegres porque la victoria de Dios se ha proclamado en nuestro origen, como nuestra verdad. Y esa alegría se activa y se intensifica cada vez que, ante la muerte, nos atrevemos a creer. Así, a golpe de fe, esperanza y amor que son caminos de vida nueva nos entregamos, paso a paso, a la resurrección.

El contrapunto de la vida nueva es la muerte (esa muerte que es parte de la vida y que aquí, ante esta vida inmensa, recibe otra densidad). Ante la vida que ha estallado para los que crean en Jesús (para quienes, incluso en medio de su temor, crean en Jesús, se abre una vida que tiene otro color, otros perfiles, otras referencias.

Frente a las que han sido despertadas a la vida por el encuentro con Jesús y viven para anunciar lo que han visto y oído, están los que guardaban el sepulcro y no son capaces -por miedo, por reforzar su historia o por cualquier otra mentira, qué más da la mentira ya, si ha sido vencida- de ir más allá de la muerte.

La breve escena reproduce tantas otras de nuestra vida: están los que cumplen órdenes, y siguen sujetos a lo mandado aunque hayan visto otra cosa que altera enteramente eso que siguen “cumpliendo”; están los que se consideran poderosos y usan su poder para solidificar sus intereses, para mantener la ilusión de dar continuidad a las mentiras, y lo hacen por sus medios, los que funcionan en el mundo: una buena suma, un nuevo relato –decid que-, algunas promesas –Si llega la noticia a oídos del gobernador, lo tranquilizaremos para que no os castigue-.

Así se difunden los cuentos. Así operan las mentiras y los mentirosos. Creyendo que dominan la realidad, cuando en realidad siguen en sus maquinaciones de muerte y prolongan cuentos que igual ya no nos creemos, pero que impiden que nos abramos a la verdad, como nos dice Mateo que sucede entre los judíos hasta el día de hoy.

Está la Vida, poderosa, que rompe nuestra lógica, que se manifiesta real más allá de nuestra impotencia y en su enormidad nos lleva más allá de lo conocido, guiad@s por el Espíritu de Dios que se vale de medios pobres -ese grupito de mujeres que hace tan poco tenían temor para anunciar a ese grupito de varones que tendrán temor, y fragilidad y pecado también- para hacer brotar la vida en medio de esta tierra que sigue inmersa en la muerte, también ahora que ha vencido en ella la vida.

Una Vida nueva que se vive desde otra lógica y se vive en este mundo que sigue zambullido en su vivir de muerte. Una Vida nueva en la que hemos de creer más allá de que la muerte sigue presente. Así será hasta el final, siendo así que esta muerte se convierte también en ocasión de prueba para los que creen, para los llamados a la Vida (cf. Ap 20, 10). Ya se reconoce la victoria de Jesús en que los que creen pueden reconocer la muerte como Muerte, y la vida como Vida. Y se puede reconocer esta victoria de Jesús en que la muerte ha dejado de ser la última palabra para convertirse en ocasión de vida.

Cuánto nos sorprende esta presencia de la muerte que sigue manifestándose, que no es acallada en presencia de la Vida. Cuánto nos cuesta hacernos a vivir de fe en medio de la vida de todos los días: vivir de fe es lo que permite ver que la Vida ya ha vencido, y la muerte sigue presente. En nuestras ideas acerca de Dios y de su victoria, esto no debería ser así. Pero es que lo primero que nos enseña la fe es que lo de Dios es verdad, y lo es a su modo. Si consentimos en esto, nuestra mirada de fe descubre más cosas: que la Victoria de la vida sobre la muerte se reconoce en que la muerte ya no tiene la última palabra. Que también la muerte es ahora criatura al servicio de la Vida, que se vale de todo, de TODO, para llamarnos a esta Vida que manifiesta la victoria de Dios.

En la entrada del domingo pasado te proponía que hicieras, para tu vida, un “programa” de Pascua. Un programa de vida nueva que ya sabemos que no podemos hacer sol@s, sino con Jesús. Que este programa sea una bendición en tu vida.

Y si quieres compartirlo en los comentarios, nos inspirará a la hora de hacer el nuestro.

Imagen: v2osk, Unsplash

2 comentarios en “Vida que vence sobre la muerte”

  1. Vivir de fe en Jesus y con El, para vivir la Vida Verdadera y al Modo de Dios, dentro de un mundo con muerte. Peregrinar con un Si permanente. Amen. Gracias Teresa. Sobrepasa.

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