Quizá eres de esas personas que hacen propósitos en el Nuevo Año. Estos propósitos son de muchos tipos: a veces se refieren a quitar malos hábitos, otros atienden a cosas que queremos incorporar a nuestra vida. Otros se refieren a los demás, o al modo como queremos crecer como personas, o se refieren a nuestro modo de vivir con Dios.
Hoy te traigo una de estas propuestas, en el deseo de que te ayuden a vivir un poco más y a conectar con los tuyos.
La experiencia que te quiero traer, y que me ha inspirado, es el escándalo que experimentaba hace unos días Pedro, un niño de unos 9 años que se encontraba, en el colegio, participando de un mercadillo de Navidad en el que los beneficios del mercadillo iban a ir a niños y a familias sin recursos económicos. En una de estas, Pedro vio cómo unos compañeros robaban un turrón del mercadillo. Y se escandalizó.
Se escandalizó de que siendo el beneficio para unos niños que no tienen, estos compañeros hicieran algo así. No comprendía, y así se lo contaba a sus padres, que hubieran cogido, esos niños que tenían todo, lo que estaba destinado a otros que solo de este modo iban a recibir algo en esta Navidad…
Hablando con sus padres, Pedro iba viendo que hay que elegir quién quieres ser: puedes ser como esos compañeros que miran solo por sí, por diversión o por inconsciencia, que se apoderan de lo que otros necesitan; o puedes ser de los que suman, de los que aportan, de los que comparten lo que tienen.
Esta es la primera escena que me ha ayudado a preguntarme quién quiero ser, por mi parte.
La segunda escena me ha sucedido a mí en la puerta de un supermercado. Yo me acercaba a la entrada. Conozco al chico que está mendigando en la puerta. Un muchacho de mirada limpia, de sonrisa agradecida, que ayuda en todo lo que puede, sentado en esa sillita que casi no lo sostiene -es un muchacho grande-. A su lado, había un hombre que medio gritaba, medio se reía (neciamente, como nos pasa a veces), farfullando algo sobre estos que pasan el día sin hacer nada. Este muchacho es africano, y no habla bien nuestro idioma, pero entendía que se refería a él. En su mirada se veía el dolor de la incomprensión y la impotencia, que había oscurecido su mirada limpia. No poder entender las palabras, aunque sabes que están hablando contra ti, padecer esa falta de empatía, de comprensión, en el hombre, ya mayor, que usa su posición de superioridad para vomitar su insatisfacción, o sus opiniones necias, sobre este hombre que no puede defenderse, por muchos motivos.
Y de nuevo, a mí me llama a elegir dónde me quiero situar en la vida: rechazando a los necios, que no va a ninguna parte, o escogiendo lo que el deseo de amar me dicta. Cuando eliges algo, dejas atrás otra cosa, y esa elección te va definiendo, te va orientando hacia ser la persona que quieres ser.
¿Y tú, qué eliges? ¿Qué te hará encaminarte, en este nuevo año, hacia tu objetivo?
Imagen: Nathan Dumlao, Unsplash