Lectura del libro de Isaías 49, 3. 5-6
Salmo 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10
2ª lectura: 1 Corintios 1, 1-3
Evangelio: Juan 1, 29-34
Volvemos al tiempo ordinario. Ese tiempo común después de haber vivido los tiempos fuertes. En la liturgia sucede después del tiempo de Adviento y Navidad, como ahora, en el tiempo de Cuaresma y Pascua, que vendrán después. En nuestra vida cotidiana también sucede así: hay fiestas que celebramos, como pueden ser los cumpleaños, los aniversarios, las fiestas familiares o sociales o nacionales, y está el tiempo común, ese que se da después de haber vivido la intensidad de los preparativos y las fiestas que para cada cual son significativas. Hemos de aprender a vivir ambos tiempos de modo que nos hagan bien. No “pasando página” como quien no sabe qué hacer con lo anterior, sino abriéndonos a relacionarnos con ese hecho tan relevante como para celebrarlo cada año de modo que podamos seguir viviendo de él en nuestro presente.
La liturgia de este comienzo del tiempo ordinario no se ha olvidado: ni se olvidaba en la culminación del tiempo de Navidad, celebrando el Bautismo de Jesús, ni lo hace hoy, celebrando a Jesús en clave de llamada y de misión, como corresponde al reconocimiento del Padre sobre el Hijo, a la respuesta del Hijo sobre el Padre.
Desde aquí, proclamamos las palabras de Isaías como palabras dichas al mismo Jesús que desde el bautismo comienza la vida pública: Tu eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré. El SÍ de Jesús al Padre se concreta en la vinculación a Él en cada instante de la vida. En las palabras de Isaías, Jesús proclama que Dios ha sido su fuerza para realizar el encargo de Dios, que llegará a todas las gentes: Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Así es como Jesús, que ha vivido unido al Padre, manifestado su fuerza y su salvación, ha respondido al encargo recibido de Él.
A esto estamos llamados también nosotros. Nosotros, que anhelamos al Señor y que hemos escuchado su palabra, o la escucharemos: me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios que es el que hace posible, como en el salmo, que respondamos que sí a Dios en la misión que nos ha propuesto para vivir. Así lo han hecho Pablo y Sóstenes, así se lo comunican a los Corintios.
El evangelio nos presenta a Jesús a través de la luz que el Espíritu ha dado a Juan para reconocerlo. Para reconocer aquello que no puede ver la mirada humana, sino solo aquella que recibimos de Dios, que Jesús, en quien vemos a un hombre, es a la vez el Hijo de Dios.
Reconocemos así, en los textos de este día, que también en el Tiempo Ordinario brilla la acción del Espíritu en medio de nosotros. Y para ello hemos de dejarnos conducir por la fe, que nos comunica el deseo de glorificar a Dios en todo tiempo, hemos de vivir de lo recibido, para que, con el sabor de la enormidad vivida, nuestra vida se abra al don presente.
Imagen: Joe Jansen, Unsplash

Qué buena reflexión. Me ha encantado y seguro que me vendrá muy bien releerla una y otra vez. Gracias. Un abrazo
Qué alegría, María Jesús. Eso queremos, verdad? Encontrar cosas que nos ayuden a vivir, para seguir aprendiendo y hacerlo cada día mejor.
Que buen tema de discernimiento” Luz” .Estoy tan acostumbrada en transitar entre luz tenue que me hacía falta esta reflexión ;intentaré aprovecharla .Gracias
Sí, lo es. Que te ilumine poderosamente, Rogelia, y te lleve adonde tengas que ser llevada.