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Alegrías procedentes de la Palabra

Esta mañana, cuando me he levantado, resonaba en mí el salmo 136

…Allí los que nos deportaron 
nos invitaban a cantar; 
nuestros opresores, a divertirlos: 
“Cantadnos un cantar de Sión”. 

¡Cómo cantar un cántico del Señor 
en tierra extranjera! 
Si me olvido de ti, Jerusalén, 
que se me paralice la mano derecha; 

que se me pegue la lengua al paladar 
si no me acuerdo de ti, 
si no pongo a Jerusalén 
en la cumbre de mis alegrías.

Me venía así como te vienen algunas cosas, y de primeras, sencillamente repetía el salmo porque me resonaba. Y, como tantas veces me ha sucedido con estas palabras, el salmo no me decía nada. Pero he llegado al siguiente versículo, el que dice que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti,/ si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías… y algo se ha abierto. Con que se ha abierto quiero decir que algo, aunque solo sea algo, he empezado a percibir. En concreto, lo que percibía era el amor que los desterrados tienen por Jerusalén, que es la ciudad de Dios. Y esas palabras que ellos dicen de la Ciudad Santa, de Jerusalén, de Sión, las podemos decir todos los creyentes cuando hablamos de Dios: que se me pegue la lengua al paladar si me no me acuerdo de ti, mi Dios, si no te pongo en la cumbre de mis alegrías.

Hay mucho en lo que detenerse aquí. Hay mucho para agradecer y para suplicar. Tantas veces que no ponemos a Dios en la cumbre de nuestras alegrías. Tantas veces que no lo reconozco siquiera en aquello que estoy viviendo… viendo estas cosas, ha ocurrido que esta palabra de Dios, escuchada y repetida tantas veces sin saber a qué venía, se ha despertado hoy de repente y se ha convertido en algo que decirle a Dios, en algo que pedirle…. Esto me ilumina sobre una realidad que tiene que ver con la fe: a veces escuchamos cosas que nos parecen muy alejadas de nuestra vida o sin sentido, y tendemos por eso a desecharlas, a rechazarlas como inservibles, y de pronto, nos revelan aunque sea un punto de su riqueza, y descubrimos que hay mucho más.

Esta experiencia quería compartirla porque esta palabra que te traigo como ejemplo se repite en tantos otros textos de la Biblia, del Evangelio. En tantas palabras de la liturgia, en tantas experiencias que escuchamos y que en un momento dado no nos dicen gran cosa… Quizás las hemos recibido para que, quedando ahí guardadas, despierten en nosotros en el momento en que el Espíritu quiera despertarlas… Esto nos ayuda a abrirnos a palabras que no entendemos, a experiencias que en un momento dado nos vienen grandes o que nos parecen insignificantes.

Palabras que cuando se abren en nosotros, nos revelan su verdadera riqueza.

Imagen: Joanna Kosinska, Unsplash

Nota: la expresión “Alegrías procedentes de la Palabra” la he tomado de un título de Madeleine Delbrêl, “Alegrías procedentes de la montaña”.

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