Subo al autobús con mis bultos, que esta vez son más de los que puedes tener en el asiento y voy a viajar un poco incómoda. Veo que mi sitio está al lado de un africano grande que necesita más espacio que yo. A ver cómo nos arreglamos.
Por fin me siento, después de varios intentos un poco inútiles para que los bultos-que-abultan ocupen-poco, y veo que su pantalla del móvil está abierta por una página que me resulta querida: “Old Testament”. No sé qué lee, pero me siento vinculada a este hombre que, como yo, ama el Antiguo Testamento. Que también quiere alimentarse de la Palabra de Dios, y a quien también le valen los recursos de nuestro tiempo para encontrarse con Él.
Sin duda, yo no le voy a estorbar, ni con mis bultos ni con mis palabras; solo, agradecerle que haya sido mediación hoy para hacerme volver a lo esencial: el encuentro entre un hombre y su Dios, en cualquier lugar donde se halle. De algún modo, a pesar de mi asiento incómodo, algo en mí se ha silenciado y se ha encontrado con nuestro Dios.
Después de un rato, apaga la pantalla y cierra los ojos. Mueve los labios. Reza. Quizá suplica, o agradece, o responde a la Palabra que ha leído. Sigo agradecida, sigo conectada.
Otro rato más, y me pongo en pie. Le sonrío –él no sabe que estoy agradecida-, cojo mis bultos y me voy a los asientos de atrás, donde quedan sitios libres para dejar tanta cosa.
Él no lo sabe, pero ese encuentro silencioso me ha unido a él. Es mucho lo que nos une, somos hermanos. Me siento más unida a él que a las demás personas del autobús.
… cuando me acomodo en mi nuevo asiento, me sigo preguntando: puesto que tú, Jesús, nos unes como hermanos, ¿podré mirar así a todos cuando reconozca, en cada un@, tu Presencia amorosa?
Imagen: Fireskystudios, Unsplash
Gracias, Teresa, por la mirada que nos cuentas.
Cada día vivir “encontradas”.
Encontradas y llamadas a vivir de ese modo nuevo que nos devuelve a nuestro encuentro con Dios y con más herman@s cada vez. Un abrazo y gracias, Amparo
Gracias por el flash
El sentimiento, la sensación que te produce, cuando se te resitua el corazón tras surgir una situación de ese tipo es … ¡tremend@!
Es un despertar de algo que está latente en tu interior y que espera una señal de ese tipo para hacerte consciente que el Señor te acompaña SIEMPRE. Aunque, muchas veces, se te olvide y te dejes arrastrar por todo lo que te rodea en tu vida cotidiana.
Cuando eso pasa, te cambia la mirada de forma instantanea. Gracias por recordarlo
Sí. Nos damos cuenta, caemos en la cuenta de que Dios nos está sonriendo, llevando más allá o más al fondo. Así, en medio de la vida, nos devuelve a lo que importa. Gracias, Raúl, por confirmarlo.