fbpx

Jesús y la ley (II)

En esta ocasión vamos a comentar el capítulo 6, 6-11 del evangelio de Lucas.

Seguimos hablando, como la semana pasada, del modo como Jesús se posiciona ante la ley. Un modo, el suyo, que nos enseña mucho en relación a todos nuestros modos de vivir la ley. Vamos a comenzar leyendo el texto del evangelio que dice así:

Otro sábado entró en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los letrados y los fariseos lo espiaban para ver si sanaba en sábado, para tener algo de qué acusarlo. Él, leyendo sus pensamientos, dijo al hombre de la mano paralizada: —Levántate y ponte de pie en medio. Él se puso en pie. Después se dirigió a ellos: —Yo os pregunto qué está permitido en sábado: ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Después, mirando a todos en torno, dijo al hombre: —Extiende la mano. Lo hizo y la mano quedó sana. Ellos montaron en cólera y deliberaban qué hacer con Jesús.

Seguimos hablando de la ley. Seguimos hablando de todas esas leyes con las cuales nos regimos tantas veces en la vida. Para muchas cosas la ley es conveniente y nos ayuda a entendernos entre nosotros, nos da unas pautas de vida. El problema viene cuando la ley se convierte en la referencia de nuestra vida o de nuestro modo de mirar a los demás, o a Dios.

Esto se ve muy bien en este evangelio. Primero se nos dice que es sábado y que Jesús ha ido a la sinagoga a enseñar. Es decir, en sábado, Jesús hace cosas en nuestro favor, en favor de los demás. Viene a enseñar, y a la vez ve otras cosas, como a este hombre que tiene la mano paralizada. Cuando ve a ese hombre con esta mano derecha paralizada, se fija en él, le importa la persona. No va con su objetivo: por bueno que sea enseñar, esa puede ser una ley, y entonces vas como un tanque, caiga quien caiga porque tú atiendes es a lo que has venido a hacer y lo demás te da igual…-. Jesús viene a enseñar, y cuando se encuentra con un ser humano que tiene una necesidad, atiende a eso, y esa es la enseñanza, una enseñanza de vida.

Se nos dice también que en la sinagoga hay unos hombres que están sometidos a la ley. La ley determina sus vidas y las de los demás.Dicen el sábado no se hace nada porque eso es lo que nos dijo Dios, y entonces cuando Jesús hace algo, aunque sea bueno, ellos van a buscar de qué acusarlo. No es solamente que quieran condenar a Jesús, sino que están a intento, a ver si lo pillan para tener de qué acusarlo. La ley se ha convertido en su carcelero. La ley es ocasión de su mala intención, de su mirar mal a Jesús, y Jesús sabe que sucede esto: leyendo sus pensamientos, él sigue a favor de la persona. ¡Esto es libertad! Libertad no es hacer lo que quieras, es saber que incluso si hay una contrariedad que se te opone, una opresión que quiere condicionarte, tú haces aquello que ves que es bueno, lo que te ves llamado a hacer.

Jesús vive conducido por el Espíritu, no por su temor ni por su autoridad. Llama al hombre y le dice levántate y ponte de pie ahí en medio y el hombre viene y se pone aquí en medio. Después, se dirige a ellos: yo os pregunto que está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal salvar una vida o destruirla. Ya vemos que Jesús primero ha mirado a la persona de este hombre que tiene la mano derecha paralizada y le va a llamar al centro de su vida que se haga cargo de sí, para que recupere su plena estatura. Jesús quiere nuestra plenitud, porque así manifestamos lo que el Padre ha venido a hacer en nosotros. Y esto es también lo que quiere para los letrados y los fariseos. También a ellos los llama y les hace una pregunta: ¿que está permitido en sábado…? Como estos de lo que entienden y de lo que quieren entender es la ley, les pregunta sobre la ley. Pero sobre la forma de la ley, sino sobre el sentido profundo de la ley: ¿hacer el bien o el mal? ¿salvar una vida o destruirla? Este llamar a la plenitud a este hombre es salvar su vida, es hacer el bien. Jesús está llevando la ley a su sentido profundo, la está llevando más allá. Los letrados y los fariseos no responden, sino que se agrupan, como bloque, sin destacarse personalmente como el hombre, enfrentados a él como grupos.

Jesús quiere salvarnos. Quiere que tengamos vida. Después de haber intentado también salvar a los fariseos y a los letrados en su propio lenguaje, en su propio modo, quedando tocado por esa falta de respuesta suya (nada de lo nuestro le es ajeno),  él va a seguir adelante en favor del bien. Hubiera querido que también los fariseos y los letrados se unieran a esta salvación, pero esta vez por lo menos, no ha sido posible. Se presentará más veces en su vida.

Ahora, trae al hombre al centro y le dice extiende la mano. Es como si le dijera: “hazte cargo de este deseo que tienes”.  Yo te voy a ayudar a hacerte cargo. Tú pones la fe, yo pongo mi salvación… y la mano del hombre queda sana y él vuelve a la vida. Desde la inconsciencia lo ha traído a la inconsciencia. Parece que el único que no se enteraba de la tensión de la situación era este hombre, y Jesús lo trae al centro al centro de su vida, al centro de su salvación, para que se haga cargo de todo lo suyo.

Esto sucedió en sábado. Jesús ha honrado el sábado en esta sinagoga. Aunque la forma se estuviera saltando la ley. A nosotros también nos viene bien preguntarnos cómo vivo yo las muchas, muchísimas leyes que hay en mi vida -escritas y no escritas-: ¿pongo por delante a la persona, pongo por delante a Dios, incluso a riesgo de que eso me traiga problemas? Aquí el texto termina diciendo ellos montaron en cólera y deliberaban que hacer con Jesús.

¿Qué es lo que rige mi vida: este amor que pone por delante lo que es verdaderamente importante? ¿Reconozco que el amor de Jesús me ilumina para reconocer a Dios y a las personas, o pongo por delante las leyes de la sociedad, las leyes que yo misma me he organizado -el que los demás me respeten o mi comodidad-, tantas leyes escritas y no escritas que rigen nuestra vida? Está la posibilidad de abrirse, en sábado, en el corazón de la ley, a la obediencia a Dios, a honrarlo de verdad, a amarlo sobre todas las cosas y en Él, a todo y a todos.

Imagen: Sam Hojati, Unsplash

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.