En estas entradas leeremos el capítulo 18 del evangelio de Lucas. De las muchas cosas que podemos aprender en cada uno de los textos, hay una que es esencial: escuchar esta palabra como Palabra de Dios que es, de manera que ilumine y configure nuestra vida al modo de Dios.
En esta entrada y en las que siguen, leeremos la Palabra desde este deseo y esta acogida.
Uno de los jefes le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?19 Jesús le contestó:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios.20 Conoces los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no perjurarás, honra a tu padre y a tu madre.21 Le contestó:
—Todo esto lo he cumplido desde la adolescencia.22 Al oírlo, Jesús le dijo:
—Una cosa te falta, vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en [el] cielo; después sígueme.23 Al oírlo, se puso muy triste, porque era muy rico.24 Al verlo [ponerse muy triste,] Jesús dijo:
—Qué difícil es para los que poseen riquezas entrar en el reino de Dios.25 Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios.26 Los que lo oían dijeron:
—Entonces, ¿quién podrá salvarse?27 Él contestó:
—Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.28 Entonces Pedro dijo:
—Mira, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido.29 Les contestó:
—Os aseguro que nadie que haya dejado casa o mujer o hermanos o parientes o hijos por el reino de Dios30 dejará de recibir mucho más en esta vida y en la edad futura la vida eterna. Lc 18, 18-30
Si nosotros miráramos a este hombre que llamamos “el joven rico”, nos admiraríamos porque ha cumplido, porque desea vida eterna, porque además es rico… nosotros celebraríamos a esta persona, y aquí vemos que Jesús mira de otro modo, iluminando así nuestro modo de mirar.
Jesús no mira a sus acciones, sino a su interior. Por lo que ha vivido y lo que desea, le hace una propuesta más: Una cosa te falta, vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en [el] cielo; después sígueme. Y el joven rico, con tanto deseo como tenía, se pone sin embargo muy triste, con esa tristeza que evidencia nuestra esclavitud: desea lo de Jesús, pero sus riquezas lo tienen atrapado. Y la cosa es que las riquezas que le atrapan y le impiden seguir a Jesús las va a seguir teniendo en adelante, pero solo tendrá eso, y las vivirá muy triste. Cómo nos desnorta la esclavitud.
Jesús nos enseña también que las riquezas nos cogen el corazón hasta el punto que solo Dios puede hacer esto que para nosotros es imposible. Para ello es preciso reconocer nuestra esclavitud en relación a las riquezas a la vez que nos abrimos a Dios para que él nos libere de ella.
A quien lo haga así, a quien haya dejado lo que sea por el Reino de Dios, no solo se le dará esa vida eterna que el joven rico deseaba, sino que incluso en esta vida vamos a recibir todo, y todo en abundancia.
Pedimos al Espíritu que ilumine y transforme nuestras vidas, en favor de muchos, a la luz de lo que la Palabra que Dios viene a mostrarnos.
Imagen: Oskar Kadaksoo, Unsplash