fbpx

Mirada de Jesús (I)

Una vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió: —Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos. Jesús les contestó: —Cuando oréis, decid: Padre, sea respetada la santidad de tu nombre, venga tu reinado; danos hoy el pan de mañana; perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes sucumbir a la prueba. Y les añadió: —Supongamos que uno tiene un amigo que acude a él a media noche y le pide: Amigo, préstame tres panes, que ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle. El otro desde dentro le responde: No me vengas con molestias; estamos acostados yo y mis niños; no puedo levantarme a dártelo. Os digo que, si no se levanta a dárselo por amistad se levantará por su importunidad y le dará cuanto necesita. Lc 11, 1-8

Como venimos haciendo, vamos a mirar este texto desde la mirada de Jesús.

Aquí se nos habla de la oración. Jesús está orando, y ellos, judíos, que saben de la oración desde su nacimiento, reconocen en él algo totalmente diferente: al mirar a Jesús, reconocen en Jesús algo que es profundamente amoroso, algo profundamente entregado y verdadero. Cuando los discípulos ven cómo reza Jesús, desean rezar así, porque reconocen que rezar es así. Y nosotros, que también lo deseamos, nos acercamos a Jesús desde este deseo.

Y Jesús, que también quiere enseñarnos, nos entrega esa oración que llamamos el Padrenuestro. En ella, nos enseña otro modo de orar que el que conocíamos.

Empieza por decirnos que nos dirijamos al Padre. En nuestra oración, lo primero que ha de estar presente es la conciencia de Aquel con quien entramos en relación a través de la oración.

Una vez que nos encontramos con el Padre, lo primero que le decimos no son cosas que se refieren a nosotros, como solemos hacer, sino que primero lo miramos a él. Y así vemos que lo primero que hay que querer es que su nombre sea respetado y adorado. Así aprendemos a desear lo de Dios en vez de lo nuestro. Lo mismo cuando pedimos “venga a nosotros tu reino”. Así, vemos que lo primero es querer al Padre, y luego es querer el querer del Padre, que es bendición para nosotros, pero que es querer lo de Dios.

Luego vienen una serie de peticiones en las que pedimos para nosotros lo que necesitamos, esperando de Dios aquello que nos sobrepasa. Y le pedimos, también, que las relaciones entre nosotros estén fundamentadas en el amor y en el perdón, puesto que se darán conflictos en los que nos desencontremos. Y ese perdón lo pedimos como gracia que viene de Dios y en la que respondemos a él. Y le pedimos, porque esto nos sobrepasa y vamos aprendiendo a reconocerlo, que no nos deje sucumbir a la prueba, porque somos débiles y en las tentaciones necesitamos la fuerza y el amor de Dios.

Vemos así que el Padrenuestro es una oración que ilumina la vida, y que la vida es el lugar donde aprender a encontrarnos con Dios. De tal manera que, en esta vida, la vida se vive desde la confianza en Dios: Dios es un amigo, pero no un amigo impaciente o que nos falla, sino un amigo que siempre nos escucha, aunque no sea a nuestro tiempo. Dios es un amigo que nos escucha y está, incluso si nuestra petición es importuna.

Ojalá que la oración con este texto imprima en ti, un poquito más, la mirada de Dios.

Imagen: Devin Avery, Unsplash

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.