Examinar nuestro interior
Estamos celebrando el tiempo de Pascua. La alegría de la pascua toma su fuerza de la victoria de Jesús que ha vencido al pecado, al mal y a la muerte.
Por eso, quiero proponerte que examinemos este punto.
Quiero preguntarte, en primer lugar, si tienes alegría. Porque igual has celebrado el domingo de Pascua hace tan pocas semanas y no queda nada de aquella alegría (lo que indica que no era muy profunda).
O tienes alegría, pero es por otros motivos, tuyos: que las cosas te van bien, que se va asentando la primavera y te gusta el buen tiempo, que tienes amigos y otras cosas que valoras.
La alegría de la Pascua viene siempre asociada a la victoria sobre el mal, el pecado, la muerte. Por eso Jesús, cuando se presenta ante los discípulos les enseña sus manos y sus pies, en las que se reconoce la señal de los clavos. Así nos dice que es él mismo, el que estaba muerto, el que ahora vive. Y también, que la victoria que ahora anuncia es victoria sobre la muerte.
Una victoria que se va a reflejar después en nuestra vida. Después del Domingo de Resurrección no ha dejado de haber personas en paro, ni ha dejado de haber enfermos o personas con otros tipos de sufrimiento. Pero en medio de sus sufrimientos, las personas que han acogido la victoria de Jesús, experimentan alegría. Una alegría que transparenta la victoria de Dios en medio de sus sufrimientos.
Irma, que había sufrido tanto por la muerte de Siro, su hijo adolescente y sigue sufriendo, pero descansa en la esperanza de que Siro ya no sufre, sino que descansa en los brazos de Dios.
Quico, que era tan dependiente aún a los 60 años y sufría por su falta de libertad, ahora se siente esperanzado porque sabe que Dios no necesita que se libere de esa limitación suya.
Sofía, que desde pequeña se ha sentido insegura y poco querida, se fortalece con la certeza de que Dios la ama y descansa en la verdad del amor de Dios, y no de su herida.
Josema llevaba muy mal las injusticias y los sufrimientos del mundo, en concreto, los de África, donde vive. Ahora experimenta confianza en su dolor, que ya no es la última palabra.
Tania está luchando por abrirse más allá de sus sufrimientos, que la tenían encerrada, a la salvación de Jesús.
Mikel, que está a punto de morir, se está apoyando en Dios como nunca lo había hecho. Y está experimentando un gozo que sabe más a vida que a muerte.
¿Y tú? ¿Reconoces presente en tu vida la gracia de la Pascua?
Imagen: Zeinep Sumer, Unsplash