fbpx

Mirar al modo humano vs. mirar al modo de Dios (VII)

En estas entradas vamos a recorrer el capítulo 15 del evangelio de Lucas. El capítulo está todo él dedicado a la misericordia, primero con las dos pequeñas parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida, y por último con la parábola que llamamos del “hijo pródigo”.

No vamos a copiar el texto, tan largo, sino que te animo a que lo vayas leyendo en tu biblia. Por nuestra parte, comentaremos el capítulo en tres partes: hoy comentaremos la parte del padre de la parábola, y en las dos semanas siguientes comentaremos la parte del hijo menor y la del hijo mayor. Las dos pequeñas parábolas las comentamos al hilo de esta.

En esta ocasión comentamos la figura del hijo mayor, ya que en la entrada anterior vimos la figura del hijo menor.

Del hijo mayor de la parábola no sabemos nada hasta el final de la parábola. Del hijo menor sabemos que se ha ido con la herencia, y del hijo mayor, que se queda con el padre, no sabemos nada. Vamos a leer la perícopa que se refiere a él.

El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para informarse de lo que pasaba. Le contestó: —Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él respondió a su padre: —Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: —Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.

El rechazo contra el padre, que en el hijo menor tomaba una forma, toma otra forma en el hijo mayor. Aquí escuchamos el resentimiento, ese resentimiento que tantas formas toma en nuestro mundo. Fíjate que el resentimiento es otra de esas ideas que nosotros nos hacemos acerca de Dios. El hijo mayor ha vivido de una serie de ideas acerca del padre, acerca de Dios, que no tienen nada que ver con lo que el padre –tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo- le estaba transmitiendo. El padre une la relación a los bienes, y el hijo, en cambio, está cerrado sobre sí: sobre su probidad, sobre sus esfuerzos, sobre su hermano menor y sobre lo que él cree que el padre hace o no hace en relación a él. Como vemos, en esta idea que tiene el hijo mayor se refleja la idea que tenemos de Dios, esa idea que nace, en este caso, del resentimiento o incluso del odio. Antes era “yo tengo derecho a mi parte de la fortuna” como ahora es “yo tengo derecho a tu reconocimiento”.

De parte del padre, por el contrario, las cosas son enteramente de otro modo: el padre está viviendo en relación con él, amándole, pero el hijo mayor está cerrado sobre sí mismo sin poder ver nada de esto. La respuesta del padre, para este hijo como para el otro, es tú estás siempre conmigo, renovándoles en la relación, ayudándoles, a cada uno de un modo, a vivir desde esta vinculación amorosa que es el fundamento de la relación entre Dios y nosotros, y que explica también lo que las tres parábolas dicen, esa alegría de Dios cuando uno de nosotros, pecadores, se arrepiente y vuelve a la relación con Dios.

Si venimos a las otras dos parábolas, de las que se decía que hay un hombre que se alegra por su oveja encontrada, una mujer que se alegra por su moneda, caemos en la cuenta de que hay hombres y mujeres en nuestro mundo que sí se alegran por lo que importa. Hombres y mujeres que se alegran por las cosas al modo de Dios.

Esos hombres y mujeres se parecen a Dios. Y Dios se parece a ellos: Jesús, que nos ha contado la parábola, utiliza respecto del padre estas mismas palabras, esta misma alegría por lo que importa: Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.

Estas claves nos dan una pista de cómo vivir al modo de Dios.

Deseo que este comentario te ayude a abrirte al modo de Jesús y a dejarte transformar por él.

Imagen: Ryna Studio, Unsplash

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.