En estas entradas vamos a recorrer el capítulo 15 del evangelio de Lucas. El capítulo está todo él dedicado a la misericordia, primero con las dos pequeñas parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida, y por último con la parábola que llamamos del “hijo pródigo”.
No vamos a copiar el texto, tan largo, sino que te animo a que lo vayas leyendo en tu biblia. Por nuestra parte, comentaremos el capítulo en tres partes: hoy comentaremos la parte del padre de la parábola, y en las dos semanas siguientes comentaremos la parte del hijo menor y la del hijo mayor. Las dos pequeñas parábolas las comentamos al hilo de esta.
En esta ocasión comentamos la figura del hijo menor, como la anterior vimos la figura del padre.
Del hijo menor sabemos, en primer lugar, que vivía en la casa de su padre y en un momento dado, le pide que le dé la parte de la fortuna que le corresponde. Esto significa que en algún momento, la relación con su padre ha pasado de una relación en clave de ser a una relación marcada por lo que puedo recibir de ti, por el tener. Esto nos hace caer en la cuenta de que a nosotros también nos pasa que dejamos de mirar a Dios desde la vinculación con él, y la vivimos desde esos bienes que, viniendo de él, los recibimos como propios: hemos cambiado la prevalencia y nos hemos centrado en los bienes y dejado de lado la vinculación, el amor.
El hijo, se nos dice, usa sus bienes, los gasta y llega a una situación de necesidad tal que envidia lo que comen los cerdos a los que cuida. Llegado a este punto, el hijo recuerda lo que comía en casa del padre y desde ahí, elabora un discurso pseudo humilde en el que reconoce que ha perdido derecho a los bienes (que siguen siendo lo que valora): Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. La idea que el hijo tiene del padre se refleja en las palabras que le dice, y esto nos hace comprender de qué manera nuestras ideas acerca de Dios estorban a la relación. Del padre se nos dice que se enterneció y que, sin detenerse en estas palabras, lo colma de regalos con los que expresa su amor y su deseo de colmar al hijo, de restaurar la relación con él.
La respuesta del padre no es una respuesta medida, cicatera, sino que es una respuesta llena de ternura, generosa, rebosante… le confirma en su dignidad de hijo, y dice aquello que hemos escuchado también en las parábolas anteriores: Este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado. Ahora el hijo puede comprender que los bienes no son lo valioso, sino que son prueba de su amor. Y el padre estaba esperando a que el hijo volviera para renovarle en la relación, para atraerlo de nuevo al amor, que es lo que a todos nos salva.
Deseo que este comentario te ayude a abrirte al modo de Jesús y a dejarte transformar por él.
Imagen: Alyssa Strohmann, Unsplash