Jesús salió del templo y, cuando se alejaba, se acercaron sus discípulos para mostrarle las construcciones del templo. Él les dijo: ¿Veis todo esto? Os aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido! Estaba sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos aparte y le preguntaron: – Dinos cuándo sucederá eso y cuál es la señal de tu llegada y del fin del mundo. Jesús les respondió: – ¡Cuidado!, que nadie os engañe. Pues muchos se presentarán en mi nombre, diciendo que son el Mesías, y engañarán a muchos. Oiréis hablar de guerras y noticias de guerras. ¡Atención y no os alarméis! Todo eso ha de suceder, pero todavía no es el final. Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino. Habrá carestías y terremotos en diversos lugares. Todo eso es el comienzo de los dolores de parto. Os entregarán para torturaros y mataros; todos los pueblos os odiarán a causa de mi nombre. Entonces muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y, al crecer la maldad, se enfriará el amor de muchos. Pero el que aguante hasta el final se salvará. Mt 24, 1-13
En otro lugar[1] Jesús nos ha reprochado nuestra negativa a leer los signos de los tiempos. Leer los signos de los tiempos, discernir el signo del tiempo que vivimos, es una necesidad de los creyentes puesto que vivimos en la historia y es en la historia donde hemos de responder a Dios. Aquí, el hecho de superficie que nos adentra en la enseñanza de Jesús es, como hemos dicho, un comentario superficial por nuestra parte, (como tantos otros que hacemos nosotros acerca de la política, de la corrupción, del coronavirus; social, en relación a la injusticia o a… ): Maestro, mira qué piedras y qué construcciones. Este comentario acerca de la realidad inmediata le lleva a Jesús a mostrarnos que se puede mirar más allá: en este caso, entre lo grandioso que se ve y su fragilidad implícita, que no se ve. Así, Jesús nos habla, no solamente para enseñarnos, sino que nos muestra, así, cómo mira él. Cómo ve Jesús la realidad, y cómo hay que mirarla.
En este diálogo con Jesús, pregúntate tú, a la luz de su respuesta, cómo te sitúas. Los discípulos, de primeras, se han sorprendido, pero luego se vuelven a Jesús a que les hable de eso que ve y les siga enseñando. Así, no solo nos abrimos a su modo de mirar la realidad, sino al modo como el propio Jesús se encuentra en ella y como nos habla a nosotros.
Como hemos dicho, los discípulos le interrogan: Dinos cuándo ocurrirá esto y cuál será la señal de tu venida y del fin de este mundo.
El que quiere vivir con verdad, quiere conocer estos signos, quiere conocer las señales que le permitirán reaccionar a ellos del modo adecuado. Y el modo adecuado solo lo conoce Jesús. Los discípulos revelan que su corazón quiere la verdad: si es que tiene que darse, mejor conocer los signos. Así reacciona el que quiere mirar la realidad en su verdad. Para conocer la verdad, ¿qué mejor que ir a la Verdad, a Jesús? Jesús, con su vida, testimonia que sabe vivir. Testimonia que sabe discernir el signo que tiene cada uno de los hechos que vivimos, y cómo hay que situarse ante cada uno.
Por tanto, hablar con Jesús, escuchar sus respuestas, abrirnos a él más allá del desconcierto y dejarnos enseñar por el modo como Jesús, la Palabra de Dios, ve la realidad y está a nuestro lado.
Muchos vendrán usurpando mi nombre, dice Jesús. No les creáis. Escucharemos también hablar de guerras y de rumores de guerras… no será todavía el fin. Pues se levantará pueblo contra pueblo… Habrá terremotos… Habrá hambre. Ese será el comienzo de la tribulación.
Efectivamente, estos signos indican, dice Jesús, el comienzo de la tribulación. Cuando tantos seres humanos viven sometidos al sufrimiento y a la muerte. Ahora bien, para nosotros los del primer mundo, que tantas veces tenemos noticia de dichos padecimientos solo de lejos, ¿reconocemos tales males como el comienzo de la tribulación? Lo primero es valorar estos signos como Jesús nos dice. ¿Cómo vivir nuestra vida desde esta conciencia, según las señales dadas por Jesús?
Además de este sufrimiento global y externo, físico, habrá otro sufrimiento por razón del seguimiento de Jesús. Los creyentes seremos perseguidos por razón de nuestro ser creyentes. Nuestra existencia será zarandeada. La razón de este ser entregados es, para Jesús, para dar testimonio. Lo primero es que se anuncie la buena noticia. Seremos perseguidos e incomprendidos, pero lo que importa es que se anuncie la buena noticia y que la salvación de Dios sea testimoniada. Ante los anuncios de persecuciones y traiciones, no os preocupéis de lo que vais a decir. No os preocupéis tampoco por vuestra vida. Todos os odiarán por mi causa; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará (en nuestra Europa, hasta hace poco decíamos que esto no iba a pasar; ahora, no estamos tan seguros…).
Lo que importa en primer lugar no es la persecución que nos asedia, no porque no pasen cosas o porque digamos que no son terribles, sino lo que se hace preciso es mantener la confianza en la fidelidad de Dios que está junto a nosotros en las pruebas. Es preciso aprender a mirar desde otra parte. De nuevo, los hechos disciernen, hacen de revelador de nuestra vida. Los hechos actúan como agentes de discernimiento.
Jesús nos está enseñando los signos del fin, y nos enseña también cómo leerlos: los que vienen diciendo “Yo soy” y no lo son; cuando oyes hablar de guerras y de rumores de guerras; cuando haya terremotos en diversos lugares, hambre… cuando os entreguen a los tribunales y os azoten y tengáis que comparecer ante gobernadores y reyes por su causa… cuando el hermano entregue a su hermano y el padre a su hijo… todos os odiarán por mi causa… y Jesús nos dice: estas señales os tienen que llevar a creer. Aquí, permanecer. Aquí, decid lo que Dios os sugiera en ese momento. Aquí, perseverad hasta el fin, y llegará la salvación. La enseñanza, por tanto, es reconocer los signos, tanto los que se dan en el mundo como los que nos amenazan a nosotros, y no quedarse en ellos, sino mirar más allá. En todas las situaciones, esperar en Jesús, creer en él. Aprender a mirar los signos de decaimiento, de abandono, de rechazo de Dios y de persecución, no como hechos que nos llevan al desaliento, sino como ocasiones para creer en Jesús. Él, que ya sabe que van a pasar estas cosas, nos enseña a mirar “a través” de ellas: así podremos ver el signo de todas, tanto de todas esas persecuciones y odio a Dios, como el anuncio de la buena noticia por todas partes. Todo se dará junto, y todo hay que aprender a leerlo como señal de que Dios está actuando, y el fin del tiempo y la victoria final, le pertenecen a él.
[1] Los fariseos y saduceos se acercaron a Jesús con la intención de tenderle una trampa y le pidieron que les mostrase una señal del cielo. Él les respondió: Por la tarde decís: Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojizo. Y por la mañana: Hoy hará malo, porque el cielo está rojizo y cargado. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no los signos de los tiempos. Esta generación perversa e infiel reclama un signo, pero solo les darán el signo del profeta Jonás. Y sin más, los dejó y se marchó. Mt 16, 1-4
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