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¿El Jesús de tus ideas o el Jesús real?

Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras. Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron: —Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial. Dinos tu opinión: ¿es lícito pagar tributo al césar o no? Jesús, adivinando su mala intención, les dijo: —¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Le presentaron un denario. Y él les dijo: —¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Contestaron: —Del césar. Entonces les dijo: —Pues, dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Al oírlo, se sorprendieron, lo dejaron y se fueron. Mt 22, 15-22

Nos ocurre muchas veces a los que creemos en Jesús: vemos sus acciones, sus palabras, la autoridad, o la libertad, o la misericordia que emanan de su persona y “etiquetamos” cada cosa que sucede a Jesús a partir de esa idea admirable, o enorme o desconcertante que nos hemos hecho de él.

Y no es que Jesús no sea admirable, enorme y desconcertante. Y también tiene autoridad, es plenamente libre y es Compasivo a la medida de Dios. No es que no sea eso. Es eso, y es mucho más que eso. Es admirable, y acepta no ser comprendido. Es enorme, y no solo se ha hecho pequeño para venir a habitar entre nosotros, sino que se ve atraído por la pequeñez y por el pecado y por la miseria. Tan desconcertante que no cabe en ninguna de las ideas que nos hacemos de él, más aún, hace reventar todos los moldes en los que queramos meterle.

Jesús es Real. Y la realidad es mucho más que todas las ideas que nos vengamos a hacer de él, por elevadas o mezquinas o ignorantes o adorantes que sean. Nos viene muy bien caer en la cuenta de que Jesús es Real, porque al experimentarlo así estamos más cerca de dejar que caigan nuestras ideas que siempre son limitadas. Limitadas como el retrato de cartón piedra junto al rostro original.

El fragmento de hoy, precisamente porque en él hay presentes un montón de ideas, es una buena oportunidad para venir a encontrarnos con el Jesús Real y dejar que, al contacto con su persona, dejemos caer las ideas para venir a su encuentro.

Los fariseos se proponen –maquinan, proyectan, fantasean, intentan- buscar un modo de enredarlo con sus palabras. Una intención maligna que quieren llevar a cabo con la herramienta que son nuestros pensamientos.

Lo que maquinan es halagarlo para ponerlo a su favor. Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial. Y es que entre nosotros, cuando alguien viene con ideas de halago, es corriente conseguir el favor de aquel a quien halagas. Para hacerlo, no nos importa mentir o falsear la realidad que vemos (con lo cual advertimos que esas ideas nuestras cuentan incluso con la mentira, si nos acomoda).

La trampa que contiene su razonamiento está en que, en la idea de las cosas que tienen los fariseos, si uno es sincero, enseña con fidelidad el camino de Dios y no se fija en la condición de las personas, no puede querer de ningún modo pagar el tributo al César. De tal manera, siguen pensando, que si Jesús contesta que hay que pagar el tributo al César, le dirán que es amigo del César, que no es amigo de Dios. Y si dice que no hay que pagar el tributo al César también tendrán de qué acusarlo.

Ellos piensan que la trampa está bien urdida. Y lo piensan así –es otra limitación que tiene el mirar a la vida desde los propios pensamientos-, que cuando Jesús, halagado por sus palabras, intente responderles, caerá en la trampa.

Sin embargo, Jesús es Real. No vive en el fárrago de las ideas que nos envuelve y nos encierra, sino en la realidad viva y dinámica, que se mueve al ritmo de Dios y que está vinculada con la verdad, con el amor, con la vida. Cuando vives así, ves las mentiras al vuelo. Reconoces a los hipócritas y, lejos de enredarte con ellos haciendo –hipócritamente- que no has visto nada, los llamas por su nombre. Cuando te sitúas en ese lugar que es Verdad y es Libre, sabes qué se hace en la vida, sabes cómo conducirte con las cosas de la vida: dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

En el mismo mundo, dos formas de estar en el mundo: la de nuestras ideas que propugnan enredos, cuentan con la mentira, en la ilusión más engañosa de todas que es la de suponer que el mal es camino; la de Jesús que está en la realidad, respira con ella y responde a ella, lo que le permite ver la mentira y denunciarla pero sobre todo, muestra que la vida es abrirse a Dios presente en la vida y a lo que nos ofrece en ella. Aunque eso que venga sea la muerte, también se nos muestra aquí que tu amor vale más que la vida (Sal 63, 3).

Y con la presentación de ambas formas de estar en el mundo, la propuesta para tu vida: ¿el Jesús de tus ideas, o el Jesús Real?

Imagen: Carolyn V, Unsplash

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