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Cómo se ve la vida cuando Jesús te habita

Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió. Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo. Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa. Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a los doce discípulos, se marchó de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades. Mt 10, 41 -11, 1

A lo largo de estas semanas hemos ido escuchando el discurso de Jesús a los discípulos. Un discurso que se centra en la relación con Jesús, por el cual somos llamados, progresivamente, a reflejar en nuestra vida sus palabras y sus acciones, a vivir anunciando el evangelio y aceptar su camino de rechazo y persecución. Y lo hacemos porque hemos sido amadas con el amor de Jesús, cuya fuerza se nos ha comunicado y ha hecho posible que nuestra vida, por su amor, se fundamente en el amor y viva desde ese amor, que se refiere primero a Dios y por él a los hermanos.

Jesús nos está enseñando. Nosotros no sabemos, y él es la sabiduría. Por eso, “barremos” de nosotros todo aquello que estorba a su palabra, a su amor, y dejamos en cambio que su Palabra se haga vida en nuestra vida. Así, tenemos vida. Así, damos vida.

Lo que nos había enseñado en los versículos anteriores es el modo del amor con que hemos de amarle a él: el Primero de nuestro corazón, de modo que sea él la medida y el sentido de todos los demás amores, incluso si hemos de pagar el precio del enfrentamiento, del rechazo.

Ahora, en respuesta a ese amor, manifiesta Jesús la comunión que, como todo lo suyo, no es un premio, sino que es el sentido mismo de la realidad: Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió.

Habíamos dejado atrás unos lazos familiares para pertenecer a Jesús. Y por este amor en el que nos pertenecemos mutuamente, Jesús se da a sí mismo, y nos da también a su Padre. Y lo hace de tal manera que nos muestra que el fondo de la vida es comunión, que toda la realidad es conducida y responde a la acción del Padre.

Cuando vives así, accedes a otro modo de estar en la vida. Atención.

Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo. Fíjate que esto no pasa en nuestro mundo. En nuestro mundo, en primer lugar, es raro que a un profeta se le reconozca como tal. Se le reconoce como enemigo, pues trae a Dios y Dios no es amado en nuestro mundo. Se le reconoce como “loco”, porque habla de otro mundo, o habla de este desde otros parámetros que los que se usan aquí.

Sin embargo, en esta clave de comunión, a veces te encontrarás con otros como tú. Te encontrarás con personas que saben reconocer a un profeta, y lo tratan como tal. Que saben reconocer a un justo, y lo tratan como tal…

¿No te ha pasado, a lo largo del tiempo, que según dónde te sitúes por dentro, así ves la vida? Si tu interior está lleno de rencor, o de miedo, ves la vida desde ese filtro tenebroso. Si tu interior está iluminado por la relación con Jesús y todo lo que él despierta, empiezas a mirar la vida con confianza, descansas en los pequeños o grandes signos, tu corazón empieza a estar agradecido… Es otro modo de vida, que te permite percibir, en los signos, la presencia de Dios en el mundo.

Cuando eso sucede, estamos habitando el reino de Dios: Dios actuando en aquella persona a la que ha llamado a ser profeta, Dios honrando a ese profeta en esta otra persona que lo reconoce como tal. Y lo mismo con el justo, y con el da el vaso de agua fresca y lo recibe como se le da… El Reino de Dios: un mundo, en medio de nuestro mundo, en el que Dios reina. Dios cuidando de los suyos, dando a cada uno lo que le corresponde, según su vida entregada a Dios.

Así es, así está llamada a ser la vida del discípulo. Y después de dar estas instrucciones a los doce discípulos, es decir, al dar este discurso del pleno discipulado, a la plenitud de los discípulos, se marchó de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades. Jesús sigue predicando y anunciando el Reino. Y nosotros, discípulas y discípulos suyos, escuchamos sus palabras, le contemplamos viviendo, nos entregamos a la vida magnífica que se fundamenta en la relación con él.

Hoy somos tú y yo, nosotros, los llamados a esta tarea del discipulado, gozosa y temible, que solo Dios puede realizar en nuestra vida.

Imagen: Jacob Rank, Unsplash

2 comentarios en “Cómo se ve la vida cuando Jesús te habita”

  1. María Luisa Gutiérrez

    La lectura de esta entrada, tan sosegada, me evocaba una danza. De las de puntillas. “Toda la realidad es conducida…” “El fondo de la vida es comunión…”
    La bailarina parece no pesar, su equilibrio, el de la comunión. Gracias, Teresa.

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