En estas entradas leeremos el capítulo 17 del evangelio de Lucas. De las muchas cosas que podemos aprender en cada uno de los textos, hay una que es esencial: escuchar esta palabra como Palabra de Dios que es, de manera que ilumine y configure nuestra vida al modo de Dios.
En esta entrada y en las que siguen, leeremos la Palabra desde este deseo y esta acogida.
Los fariseos le preguntaron cuándo iba a llegar el reinado de Dios y él les respondió:
—La llegada del reinado de Dios no está sujeta a cálculos; ni dirán: míralo aquí, míralo allí. Pues está entre vosotros. Después dijo a los discípulos:
—Llegarán días en que desearéis ver uno de los días de este Hombre y no lo veréis. Si os dicen: Míralo aquí, míralo allá, no vayáis ni los sigáis. Pues como el relámpago brilla desde un horizonte hasta el otro, así será el Hijo del Hombre [cuando llegue su día]. Pero primero tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación. Lo que sucedió en tiempo de Noé sucederá en tiempo del Hijo del Hombre: comían, bebían, se casaban, hasta que Noé entró en el arca, vino el diluvio y acabó con todos. O como sucedió en tiempo de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. Pero, cuando Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así será el día en que se revele el Hijo del Hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y su ajuar en la casa, no baje a recogerlo; lo mismo, si uno está en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien se empeñe en conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará. Os aseguro: esa noche estarán dos en una cama: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán; habrá dos mujeres moliendo juntas: a una la arrebatarán, a la otra la dejarán. [[Estarán dos en el campo: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán.]] Le preguntaron:
—¿Dónde, Señor?
Jesús les contestó:
—Donde está el cadáver se reúnen los buitres. Lc 17, 20-37
Buscamos, a través de este texto, abrirnos una vez más a la Palabra de Dios. Esta vez nos abrimos a través de la pregunta de los fariseos que interrogan a Jesús sobre cuándo va a llegar el reino de Dios. Y Jesús les da una respuesta desconcertante, que nos despoja de nuestra lógica y nuestras expectativas y nos abre a lo que Jesús realmente dice.
Les dice que el reino de Dios no lo vamos a encontrar aquí ni allí; a la vez, nos dice que está entre vosotros. No de ese modo objetivable, apresable que suele ser el nuestro, sino que se nos tiene que dar la mirada de la fe para captarlo.
A continuación, hablando a los discípulos desde esta misma clave, les sigue diciendo cómo situarnos ante él: Si os dicen: Míralo aquí, míralo allá, no vayáis ni los sigáis. Pues como el relámpago brilla desde un horizonte hasta el otro, así será el Hijo del Hombre [cuando llegue su día]. Es otro el modo como hemos de acercarnos a Dios que no es el que comúnmente usamos, sino ese otro que viene de Dios. No se da de modo aprehensible para nosotros, sino que no podremos dejar de captarlo en ese otro modo que es el suyo, y no el nuestro.
Y nos dice además que esto llegará después, y primero tenemos que atender al ahora, a este tiempo en el que el Hijo padece mucho por nuestra salvación y es rechazado por nosotros. Eso es lo que pasa en el fondo, mientras que en superficie, en cada época (sea la de Noé, o la de Lot, o la nuestra), vamos a lo nuestro hasta que llega ese fin que es para nosotros la oportunidad de escoger a Dios: Así será el día en que se revele el Hijo del Hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y su ajuar en la casa, no baje a recogerlo; lo mismo, si uno está en el campo, no vuelva atrás… Quien se empeñe en conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará.
La Palabra de Dios nos enseña que eso que vivimos en superficie hemos de vivirlo en ese deseo de responder a Dios, y eso no se improvisa. Eso en lo que estás, no te aferres a ello, sino que has de atender a Dios que está pasando. Para ello, vivimos esas cosas que tenemos en el campo, en la azotea, con otra persona, como quien sabe que de lo que se trata es de reconocer a Dios cuando, como un relámpago, pasa por nuestra vida y podamos responder a él.
Reconocer los signos de vida, ahí por donde Dios pasa, para que al reconocerlo nos entreguemos a él. Vivir atentos a Dios en medio de las cosas de este mundo, que la figura de este mundo pasa (1Jn 2, 17).
Pedimos al Espíritu que ilumine y transforme nuestras vidas, en favor de muchos, a la luz de lo que la Palabra que Dios viene a mostrarnos.
Imagen: Wisnu dwi wibowo, Unsplash