Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro. Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes. Quien no está conmigo está contra mí. Quien no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre parajes áridos buscando descanso, y no lo encuentra. [Entonces] dice: Volveré a mi casa, de donde salí. Al volver, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo. Cuando decía esto, una mujer de la multitud alzó la voz y dijo: —¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Él replicó: —¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen! Lc 11, 21-28
Como venimos haciendo, vamos a mirar este texto desde la mirada de Jesús.
Todo lo que vamos viendo en este capítulo, aunque lo separamos en perícopas, tiene un mismo origen: se nos dice que nuestra vida se fundamenta en Dios, como veíamos ya al escuchar el Padrenuestro.
Así, hoy se nos habla del modo como se vive la vida cuando la vida se fundamenta en Dios. Y vemos, en este texto, que va a ser por las obras, por la vida que vivimos, que conoceremos si nuestra vida está, o no, fundamentada en Dios. Así, se nos dice que, para afrontar la vida como ha de ser afrontada, hemos de estar fuertes y bien armados. Estamos fuertes y bien armados, somos poderosos ante los ataques del mal, de la tentación, de la amenaza, si nos apoyamos en Jesús. Ya ves que no somos nosotros los que dicen si somos fuertes o no, sino que se manifestará en la vida, según el modo como nos abramos a ella: si llega uno que es más fuerte y te vence, significa que estabas mal fundamentado. Si estabas mal fundamentada, fundamentado, no es porque te faltaran estudios, oración, amigos, sino porque no te has apoyado en Jesús. Nos lo dice él mismo con mucha rotundidad: Quien no recoge conmigo desparrama. A nosotros nos cuesta esta rotundidad. Aspiramos a “un poco más” de autonomía, en la ilusión de que podemos conducirnos a nosotros mismos. Jesús nos está diciendo que él es el fundamento, y siendo él nuestro fundamento y nuestro guía, la vida se orienta hacia su verdad, hacia su plena fecundidad.
En cambio, si habiendo sido liberados por Jesús nos apropiamos de esa liberación creyendo que no ha costado tanto, o que ha sido por nuestros méritos o cualquiera de esas cosas, en vez de agradecer a Dios la liberación, nos apoyaremos en nosotros y el mal será más grande. Como dice Jesús, el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo, como todas aquellas veces en que no miramos la vida desde la mirada de Jesús, y el mal empieza a dominarnos.
Y esta mujer, tan entusiasmada, que alaba de Jesús lo visible, es orientada por él, que es el Fundamento, hacia donde está la verdad: —¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen! Así somos enseñadas, enseñados por Jesús en medio de la vida para orientar nuestras palabras y nuestras intenciones.
Ojalá que la oración con este texto imprima en ti, un poco más, la mirada de Dios.
Imagen: Caleb, Unsplash