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Menos Jesús… todos en poder del mal

El fragmento de la Pasión (del evangelio de Mateo que venimos comentando) que vamos a leer en este día nos muestra la realidad bajo el poder del mal. Judas, que cayó en la tentación de traicionar al Maestro, abre la puerta de este escenario dantesco en que contemplamos toda la realidad bajo el poder del mal. El Bien es Jesús, y en esta hora del poder de las tinieblas como la llamará Lucas (cf. Lc 22, 53) vamos a contemplar cómo el mal sale de su guarida y se enfrenta a Jesús. Conoceremos así diversas, numerosas formas del mal (sea que a nosotros nos lo parecía así o no nos lo pareciera), y veremos, más importante, cómo el mal no es algo que “pasa”, sino que el mal tiene como fin enfrentarse al Bien, a la Verdad, a la Vida, que es Jesús. En esta hora en que se descorre el velo del sentido accedemos a las motivaciones que de fondo están moviéndolo todo. Te propongo que lo que vamos a comentar aquí, que es una larga perícopa del c. 26, lo prolongues tú, como ejercicio de contemplación, hasta el c. 27, 31. Mañana seguiremos comentando a partir de dicha perícopa.

Verás que es un texto muy, muy largo. No es, sin embargo, para leer deprisa, sino para que ayude a tu oración de este día. Por eso, mejor que leas solo lo que pueda servir a este objetivo.

[47] Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. [48] El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arrestadlo. [49] Enseguida, acercándose a Jesús le dijo: —¡Salve, maestro! Y le dio un beso. [50] Jesús le dijo: —Amigo, ¿a qué has venido? Entonces se acercaron, le echaron mano y arrestaron a Jesús. [51] Uno de los que estaban con Jesús desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. [52] Jesús le dijo: —Envaina la espada: Quien empuña la espada, a espada muere. [53] ¿Crees que no puedo pedirle al Padre que me envíe enseguida más de doce legiones de ángeles? [54] Pero entonces, ¿cómo se cumplirá lo que está escrito, que esto tiene que suceder? [55] Entonces Jesús dijo a la multitud: —Habéis salido armados de espadas y palos para capturarme como si se tratara de un asaltante. Diariamente me sentaba en el templo a enseñar y no me arrestasteis. [56] Pero todo eso sucede para que se cumplan las profecías. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. [57] Los que lo habían arrestado lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los letrados y los senadores. [58] Pedro le fue siguiendo a distancia hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué acababa aquello. 

Como acabamos de decir, en nuestra contemplación vamos a acercarnos a diversas formas del mal. La petición que hacemos al Espíritu en esta Hora es que nos permita mirar el mal con los ojos de Jesús, desde su Amor. Si no es así, el mal se apodera de nuestro corazón y nos convierte en sicarios suyos. En este relato se reconoce sobradamente que no podemos enfrentarnos al mal por nosotros mismos, dado el poder que tiene para seducirnos primero y dominarnos, después.

Lo primero que nos dice Mateo, en referencia a algo que leíamos en este mismo relato, es el puntual cumplimiento, por parte de Judas, de la traición que ahora viene a consumarse. Se nos dice la contraseña con la que se había acordado con los sumos sacerdotes y los jefes: Al que yo bese, ese es; arrestadlo. Judas, el que tiene acceso a su círculo íntimo, utiliza esa confianza, el beso, para señalar al que quiere ver muerto. Este es nuestro primer caso de cómo el bien es utilizado por el mal para ponerlo a su servicio. La intención de ese beso es señalar a Jesús para que los que no le conocen lo prendan con seguridad. Sus palabras ¡Salve, maestro! dicen lo contrario de lo que significan, porque no quiere su salud, ni el encuentro con él. El elemento final “arrestadlo”, nos habla del extremo en el que se encuentran la confianza manifestada por el beso y la traición y dominación de Jesús a que Judas quiere llevarlo por medio de los guardias. Aquí, puedes detenerte en las traiciones que has vivido. En él, que las conoce, puedes descansar las tuyas.

La respuesta de Jesús —Amigo, ¿a qué has venido?, hablan de otro aspecto de esta realidad del mal que estamos contemplando: el encuentro entre la inocencia y el mal que viene a mancillarla. Entre nosotros, la inocencia tocada por el mal deja de ser inocente para quedar herida, contagiada por él. En Jesús no es así.

A la siguiente acción, el prendimiento, Jesús también responderá.

Entonces se acercaron, le echaron mano y arrestaron a Jesús. La respuesta de Jesús nos enseña, una vez más, cuál es la actitud verdadera ante el mal: la que lo denuncia. No la que habla o la que calla, que de ambas vamos a encontrarnos en este relato, sino la que denuncia ese mal en lo interior. Así se manifiesta que no consentimos al mal.

[51] Uno de los que estaban con Jesús desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. [52] Jesús le dijo: —Envaina la espada: Quien empuña la espada, a espada muere. [53] ¿Crees que no puedo pedirle al Padre que me envíe enseguida más de doce legiones de ángeles? [54] Pero entonces, ¿cómo se cumplirá lo que está escrito, que esto tiene que suceder? ¿Cómo se cumplirá lo que está llamado a ser, si yo lo impido con mi orgullo, con mis resistencias, con mi miedo?

Lo vemos a continuación. Uno de los que están con Jesús quiere responder al prendimiento con la respuesta que nosotros encontramos adecuada: una respuesta semejante. Si tú vienes con espadas y palos, yo te daño con mi espada igualmente. Esto es lo que a nosotros nos sale, lo que entendemos como “natural”. Sin embargo, Jesús rechaza este modo de comportarse, y el que este mal (a nosotros esto nos parece un bien, en medio de tanto mal, y veremos que es nuestra mirada la que se equivoca) sea su defensa. Su defensa es el Padre: el Padre al que puedo pedirle que me envíe legiones de ángeles, el Padre a quien no quiero pedirle nada semejante, porque lo único que quiero es hacer su voluntad, y por eso, tu acción solo viene a distraerme de ese consentimiento que deseo dar al Padre. En ello se ha centrado la súplica de Getsemaní.

Nosotros vemos sobre todo ese escenario de mal, la amenaza de muerte que se cierne sobre Jesús. El ve esto, pero ve sobre todo su deseo de responder al Padre amorosa y fielmente en todo lo que va sucediendo. Esto es el Bien, la Verdad, el Amor. Y lo que separa de esto, es malo.

Por eso decimos que, aunque aquí hay males de distinta gravedad, de distinta densidad y hondura, todos ellos son males y nos matan.  Aquí, nuestra humanidad aparece retratada en su dominio sobre el mal. Aquí se hace evidente que solo Jesús, el Santo de Dios, puede rescatarnos del mal que nos tienen dominados.

Jesús tiene después una palabra para la multitud que viene a prenderle. Para todos aquellos que vienen a capturarlo como si se tratara de un asaltante: ¿conoces esta experiencia? Como Jesús les dice, a diario me sentaba en el templo a enseñar, y vuestro temor se ha ido alimentando con el anhelo de venganza, con las incitaciones a defenderos de mí, y de amigo y maestro me habéis convertido, en vuestra imaginación pervertida, en un asaltante. Yo estoy aquí con los brazos desarmados, hoy como ayer. Aún en esta Hora, Jesús no deja de ser quien es: no solo no se convierte en asaltante, ni se hace víctima. Sigue siendo el que ha venido a enseñar: todo eso sucede para que se cumplan las profecías.

Ante esas palabras de Jesús que manifiestan su fidelidad, ante esa entrega inerme e incomprensible para los discípulos, todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. El que es la Verdad está solo en nuestro mundo de mentira. El que es la Vida, va a quedar aislado, expuesto, en este escenario lleno de muertos. El mal lo rechaza de distintos modos, busca destruirlo: los soldados y la gente que venía a prenderlo lo hará con espadas y palos, los discípulos con su abandono, que también destruye, como sabemos, a quien no está apoyado en el Padre. También ese seguimiento de Pedro a distancia, para ver en qué acababa aquello, es hijo de la cobardía y de la mentira, primero, y de la curiosidad que busca controlar la situación. Ambas se revelan, a la luz poderosa de la Verdad que es Jesús, como formas de mal.

 

[59] Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte. [60] Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron. Finalmente se presentaron dos [61] alegando: —Éste ha dicho: Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días. 

Estamos en casa del sumo sacerdote Caifás. Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno, levantados en plena noche, buscan un testimonio falso contra Jesús que les permitiera condenarlo a muerte. Así funciona el mal: despliega toda esa actividad, llamando a testigos que no lo son, buscando el testimonio que te parezca irrebatible para condenar al reo que ya está juzgado, de modo que cuando los romanos se levanten, las cosas estén hechas. Esto, que nos parece tan normal porque sucede todos los días, a todas horas en nuestro mundo, es malo. Lo hacemos cuando escuchamos a una persona y ya sabemos lo que pensamos de ella y que diga lo que diga está condenada; lo hacemos cuando escogemos, de entre los datos, aquellos que sirven a nuestros intereses para confirmar nuestras afirmaciones; lo hacemos cuando escuchamos a las personas que sirven a nuestros planes y desoímos lo demás. Y si lo hacemos en lo pequeño, en lo de cada día, lo haremos en lo grande que nos toca. Estas personas que juzgan así a Jesús, tienen un largo pasado de hacer esto mismo en lo pequeño que es el que las ha incapacitado para detenerse ante lo grande. Están muy acostumbradas a leer los hechos en clave de justificación de los propios intereses, muy duchas en bautizar con nombres de causas grandes sus perversas intenciones, y quizá ahora haya alguna duda más, pero ahí está “el bien de la nación” y la ira de este rabino insigne y de este mercader despreciable pero que sabe lo que se hace para reforzar tus dudas. Las alianzas del mal, ciegas y desnortadas hasta el extremo… de haber perdido el norte. No hay nadie aquí, fuera de Jesús, que busque la verdad y quiera el bien. Incluso Nicodemo (cf. Jn 7, 51), que no se ha aliado con este coro, puede nada contra él. Aquí se revela nuestra total impotencia ante el mal. Aquí podemos empezar a entender por qué es preciso que Jesús se entregue en nuestro lugar, por nosotros, porque nosotros somos títeres en manos de semejante enemigo.

 [62] El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: —¿No respondes a lo que éstos declaran contra ti? [63] Pero Jesús seguía callado. El sumo sacerdote le dijo: —Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios. [64] Jesús le respondió: —Tú lo has dicho. Y os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando en las nubes del cielo. [65] Entonces el sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo: —¡Ha blasfemado! ¿Qué falta nos hacen los testigos? Acabáis de oír la blasfemia. [66] ¿Cuál es vuestro veredicto? Respondieron: —Reo de muerte. [67] Entonces le escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban [68] diciendo: —Mesías, adivina quién te ha pegado.

El sumo sacerdote, sabiendo que los testigos son falsos (su validez les viene de que su testimonio sirve a los intereses del Sanedrín, lo que nos habla del desnortamiento de este mundo donde lo que vale no tiene ya que ver con la verdad que hay en ello), quiere implicar a Jesús en su mentira. Continúa la farsa instándole a responder. Pero Jesús seguía callado. Hemos dicho anteriormente que Jesús, la Verdad, denuncia el mal en lo interior. A veces hablará, como hemos visto anteriormente, otras callará, como vemos ahora. La palabra como el silencio son dos formas de denunciar el mal. Aquí podríamos pensar que el sumo sacerdote, con sus palabras indignas, quiere animar a Jesús que se defienda. El silencio de Jesús denuncia la mentira de sus acusadores, y denuncia la farsa de este juicio al guardar silencio. Jesús no espera de ellos salvación alguna. Cuántas veces nosotros pactamos con lo que sea para no llegar a la muerte, y manifestamos con ello la mentira de nuestro interior. Jesús, que es la Verdad, no actúa así.

Entonces, el sumo sacerdote le conjura por el Dios vivo. Y ahí Jesús responderá: quién es él. En ese momento, el que aparecía como el Condenado se ha convertido en Juez Todopoderoso. Ellos no lo verán, porque siguen complicados en sus sucias artimañas. Solo ven que el reo ha confesado. No saben ni cómo, qué van a saber. Su sucia alegría que ya no requiere testigos porque él mismo ha pronunciado las palabras que le condenan no ve lo que está escuchando, porque de dichas palabras inmensas solo oyen lo que les interesa oír. Esto también hace el mal: reducir la Realidad a la medida de nuestro temor, de nuestro odio, de nuestros intereses, hasta hacerla irrespirable.

Todo lo que venga después, la humillación que continúa cuando, después de declararlo reo de muerte porque ha dicho-lo que nosotros decimos-que no hay que decir, lo golpean, lo escupen, le dan bofetadas y se burlan de él. Ya no lo consideran un ser humano, sino un muerto en vida. El placer que nos produce dañar al caído es otro signo de la profundidad en que el mal nos tiene atrapados.

 

 [69] Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una criada y le dijo: —Tú también estabas con Jesús el Galileo. [70] Él lo negó delante de todos: —No sé lo que dices. [71] Salió al portal, lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí: —Éste estaba con Jesús el Nazareno. [72] De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre. [73] Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: —Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata. [74] Entonces empezó a echarse maldiciones y a jurar que no lo conocía. Al punto cantó un gallo [75] y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Después de contemplar la farsa pública, venimos ahora a la farsa privada: la mentira de Pedro, repetida hasta tres veces, y con juramento. Podríamos decir que miente porque está solo entre los que le pueden hacer daño, que miente por cobardía, que miente porque su corazón se ha alejado de Jesús y está en sombras. Podríamos decir… que miente. Que cuando te separas de Jesús, que es la Verdad, actúas según la mentira. En el relato se nos dice que Pedro recordará que Jesús había predicho que lo negaría tres veces en un corto plazo de tiempo. No hay más que conocernos, conocer que no somos nada sin Jesús (de verdad, sin hacer ningún escándalo por ello), que la mentira, la traición, el abandono, el odio, la venganza, la perversión que toma tantas formas en nosotros empiezan a manifestarse como lo “normal”. Nuestro espíritu se une al Espíritu de Dios, y vive, y da vida. Se separa del Espíritu de Dios, que actúa en Jesús, y empieza a dar frutos de esta separación. Luego llora amargamente… también nuestro dolor encuentra su sentido en Jesús, que con su perdón lo restaurará y lo devolverá a la vida.

En este día de Viernes Santo celebramos que Jesús se entrega por nosotros: en nuestro lugar, para que nosotros tengamos vida por la fe en él, por amor a nosotros… Jesús se entrega y nos muestra que nosotros no podemos hacer frente al mal (¡el mal nos parece la conducta normal, hasta que aparece Jesús!). Que no podemos NADA sin Jesús.

Imagen: Greg Rosenke, Unsplash

2 comentarios en “Menos Jesús… todos en poder del mal”

  1. Qué importante caer en la cuenta de todo ese mal cotidiano, el que justificamos, adornamos, el que revestimos de normalidad y sensatez, combatirlo con Jesus , para que no nos haga daño y acoger con fe y agradecimiento un Amor que nos desborda. Gracias Teresa.

    1. Qué necesario es, Susana. que nos ayudemos a reconocerlo y que nos ayudemos, sobre todo, a pedir a Jesús que lo combata en nosotros. Un abrazo grande!

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