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Mirar al modo humano vs. mirar al modo de Dios (V)

En estas entradas vamos a recorrer el capítulo 15 del evangelio de Lucas. El capítulo está todo él dedicado a la misericordia, primero con las dos pequeñas parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida, y por último con la parábola que llamamos del “hijo pródigo”.

No vamos a copiar el texto, tan largo, sino que te animo a que lo vayas leyendo en tu biblia. Por nuestra parte, comentaremos el capítulo en tres partes: hoy comentaremos la parte del padre de la parábola, y en las dos semanas siguientes comentaremos la parte del hijo menor y la del hijo mayor. Las dos pequeñas parábolas las comentamos al hilo de esta.

Lo primero que nos dice el texto es que a Jesús se acercaban las personas que vivían con mala conciencia, como los recaudadores de impuestos, los pecadores en general, y se nos dice que esas personas proscritas de la sociedad se sentían acogidas por él. En cambio, dice, los fariseos y los letrados murmuraban: Este acoge a los pecadores y come con ellos.

En respuesta a esta murmuración, Jesús les cuenta esta parábola de la oveja perdida, y la de la moneda perdida. Con ella nos dice que, así como nosotros nos alegramos de lo que hemos perdido aunque tengamos más, así también, en el cielo, el motivo de alegría es el arrepentimiento de un pecador que se arrepiente. Esto nos dice, en primer lugar, qué es lo que alegra a Dios, y por tanto, quién es Dios. Nos dice además por qué él, que refleja a Dios, se ve atraído por los pecadores y se alegra indeciblemente de nuestro arrepentimiento.

En este contexto podemos ahondar en el ser de Dios en la tercera parábola. Dios se ve atraído por nuestro pecado, que es lo que con su amor desea transformar. Dios se “abalanza” en favor de los pecadores. Lo vemos, aun mejor, en la tercera parábola.

Tenemos, como primer acto, la ingratitud del hijo menor que pide a su padre sus bienes, lo que ha recibido de su padre, y se va a vivirlo por su parte. No nos dice que valore la relación de amor por su padre, sino los bienes que ha recibido de él. Gasta esos bienes, pasa necesidad, y cuando vuelve a su casa, el hijo, que no merecía nada porque lo había gastado todo, es colmado de nuevo de bienes por parte del padre. Y el motivo por el que el padre lo colma es este del alejamiento de Dios: porque este hijo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

En las dos primeras parábolas se nos decía la alegría por encontrar la oveja, la moneda. Aquí se nos habla del gozo de Dios porque el hijo ha vuelto a él, por dar de nuevo oportunidad a la relación con el Padre, que es la verdadera vida.

Y para decir esto también al hijo mayor, que está tan furioso que no quiere entrar en la casa, el padre sale de la casa y le ayuda a su hijo a abrirse a la relación, no a quedarse en esos bienes que eran suyos desde el principio, en el gozoso compartir del padre que todo lo vive con sus hijos.

Aprendemos así a reconocer el amor del Padre que nos busca, nos llama, nos festeja porque nos ama infinitamente, tanto más cuanto más necesitamos abrirnos a ese amor.

Deseo que este comentario te ayude a abrirte al modo de Jesús y a dejarte transformar por él.

Imagen: Caleb, Unsplash

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