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El perdón de Jesús, liberación para personas y pueblos

Lo venimos diciendo desde el comienzo: el perdón es necesario para restaurar las relaciones, para rehacer la vida. Es tan central, que en la vida de todos los seres humanos, el perdón es elemento imprescindible para que una relación pueda crecer. Para que, las personas como los pueblos, nos abramos a la vida. Precisamente porque el mal está presente en nuestro corazón y en nuestro mundo, es preciso el perdón que restaura las relaciones y repara lo roto, lo muerto. A veces, a nivel visible y siempre, a nivel invisible.

A nivel humano, el perdón es una de las formas más altas de amor que pueden darse entre los seres humanos, como hemos ido viendo. Si vemos que a nivel humano natural el perdón es tanto, ¿qué altura, profundidad, densidad, alcanza el perdón con el que Jesús nos perdona?

Hemos visto que el perdón forma parte de la buena noticia con la que Jesús comienza su misión pública. Hemos visto también que el perdón es uno de los “esenciales” que no pueden faltar en nuestra vida, y que el perdón que recibimos, manifiesta el amor que hay en nuestro corazón, y que no podía desplegarse, constreñido por el pecado. Nuestro corazón, en la experiencia de pecado, se encuentra a la vez con la propia pobreza y con la misericordia de Dios, que perdona todos nuestros pecados y nos abre a una vida nueva que se fundamenta en otros parámetros. El propio Jesús, asumiendo nuestro mal, otorgándonos en su lugar el perdón de Dios, nos ha dado vida nueva. Su vida.

Perdón para los pueblos

Lo que hemos dicho de las personas se refiere también, ya lo vemos, a los grupos, a los pueblos. En la Biblia, esta dimensión comunitaria, el “nosotros”, es el horizonte del “yo”. Pero esto no significa que los grupos puedan o vayan a convertirse de golpe (esto sería sospechoso y de suyo inaceptable en una cultura como la nuestra), sino que nos hace tomar conciencia de que cuando se convierten las personas, esta conversión afecta a los grupos. Y que cuando los creyentes viven de la vida nueva que se fundamenta en Jesús, están cambiando el tejido social entero: a veces a nivel visible, y siempre a nivel invisible.

Hemos visto que, entre nosotros, el mal anida en el corazón de la persona pero alcanza también a los grupos. En nuestro tiempo es común hablar de pecado “estructural”. No porque las estructuras sean pecaminosas en sí mismas, sino porque el mal que anida en el corazón humano se contagia a las estructuras y las hace “estructuras de pecado”, esto es, ámbitos en los cuales el pecado del corazón humano prolonga su maléfico poder.

El texto de la carta a Filemón nos va a mostrar cómo una de esas estructuras de pecado, la esclavitud que era una realidad cultural corriente en tiempos de Pablo, es vencida por una dinámica de perdón que Pablo inicia en relación a Onésimo (esto se desarrolla en el audio, aquí sólo lo indico).

Carta de Desmond Tutu a los colombianos

“Lo que hemos aprendido y seguimos aprendiendo en Sudáfrica es que en muchos aspectos hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. Reconciliarse con los antiguos enemigos es muy duro. Ser magnánimo, pese a los amargos recuerdos, es extremadamente difícil. El perdón no puede darse por hecho; hay que ganárselo. Pero a menudo se lo ofrecemos generosa y abiertamente a quienes no lo merecen. Curar las heridas no es algo que ocurra de manera instantánea; puede ser un proceso largo y sinuoso. Y para que este sea exitoso es necesario que todos los individuos seamos mejores personas, para ver el mundo no solo desde nuestra mirada, sino también desde la del otro.

Nuestra experiencia en Sudáfrica nos enseñó que, sin importar de qué lado del conflicto estábamos, llegaba un momento en el que debíamos arriesgarnos a dejar de lado nuestras diferencias, para crear oportunidades en que pudiéramos sanarnos. Los primeros pasos fueron hablar y escuchar; hablar unos a otros en vez de hablarle al otro, y escucharnos.

En Colombia, tanto a quienes apoyan a grupos paramilitares de derecha como a los que apoyan a los de guerrilleros de izquierda, a los grandes terratenientes y a quienes han sido desplazados a las ciudades, incluso a quienes están o no activamente involucrados con los cultivos ilícitos, que abastecen el conflicto, o con su erradicación, les llega un momento de reconocer al otro por lo que en el fondo somos todos: miembros de una familia, la familia humana, la familia de Dios.

En Sudáfrica, cuando los líderes de los diferentes partidos que habían estado en guerra se sentaron a hablar, literalmente no podíamos creer lo que estaba sucediendo frente a nuestros ojos. ¡Allí había antiguos enemigos declarados! Ayer, ellos habrían querido hacerse daño físico; ¡hoy están hablando como hermanos y hermanas! (…)

Nos dimos cuenta de que no podíamos esconder nuestro dolor debajo del tapete y se creó un mecanismo para incentivar a los perpetradores de la violencia a que buscaran un perdón legal (amnistía de la persecución), siempre y cuando sus acciones tuvieran una motivación política y que estuvieran dispuestos a contar toda la verdad.

Llamamos a este mecanismo la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, institución y proceso que tuve el honor de liderar. Aprendimos acerca de la especial relación entre verdad y perdón, cuán importante es para las víctimas y los perpetradores contar y escuchar sus historias, y que estas sean reconocidas por los otros.

Siempre llega un momento para reconocer nuestro papel dentro del conflicto cuando hay dificultades en el proceso, de dejar de culpar a los otros y de enderezar las cosas para el beneficio de nuestros niños, de nuestro país y de nuestro mundo compartido, que es nuestro hogar.

Felicitaciones, Colombia. Que Dios los bendiga en el camino que tienen por delante. “

Carta de Desmond Tutu a los colombianos, 2005[1]

Para trabajar en grupo, podéis la carta de Desmond Tutu a los colombianos y reconocer cómo este texto actualiza el perdón de Jesús para un pueblo, en nuestros días.

 

Puedes descargarte el audio aquí.

[1] http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12245385

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