Hace unos días, una persona me hizo una pregunta. Yo la he escrito para responderla, y quiero pedirte que me digas qué te parece a ti.
Primero, te cuento lo que ella me dice: “Cuando salgo a caminar, me suele gustar ir por un camino que comparto con muchas otras personas. Todos son caminantes, como yo, que aprovechan este tramo junto al río para su ejercicio o su paseo cotidiano.
Ayer, cuando salí a andar, vi cosas que antes no había visto, o no había visto con la hondura con que las percibí ayer.
El camino discurre junto a un río. Y me veo mirando con atención hacia la otra orilla, en ese tramo en el que en el día anterior había visto una hoguera. No está lo bastante cerca para distinguir a las personas. No sé si son mendigos, una cuadrilla de adolescentes o qué. Pero sin duda, son personas que no tienen otro sitio a dónde ir: el lugar es oscuro, sucio, húmedo.
Lo grande fue que el corazón se me iba a ellos. No en clave de vocación, que sea mi camino y me dedique a ellos en adelante, sino precisamente así: un movimiento de amor que me hacía salir de mí y me volvía hacia ellos.
Luego fue con una pareja de peruanos que paseaban con su hijita. No sé cómo es su vida de normal, pero ese día no se sentían felices. El hombre empujaba la silla de la niña con desgana, la niñita lloraba quejosa y la madre la subía en brazos, más cansada que otra cosa.
También el corazón se me fue a ellos. A su dolor, fuera el que fuera, o aunque solo fuera el de hoy. A la soledad que imagino, a la dificultad de convivir cuando vienen mal dadas… era solo lo que me imaginaba, pero veía que hacía aumentar mi amor el fijarme en ellos, en lo que vivían.
En el camino había también una mujer que paseaba con un muchacho adulto con síndrome de Down. Y mi corazón se fue hacia ellos. En ese caso, no porque se les viera infelices. Al contrario, se les veía muy bien.
Mi corazón también se fue a ellos. A lo que habrán vivido, a lo que habrán sufrido… a ellos.
Finalmente, me crucé con un muchacho adolescente que iba fumando un porro. También el corazón se me fue hacia él…
Entonces me vinieron esas palabras de Jesús “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36).
Mi pregunta es: “yo no puedo llegar a todos esos que dice Jesús, aunque siempre he deseado llegar a algunos. Pero lo que he visto en este día es que en mi corazón caben muchas personas, conocidas y desconocidas. Que puedo amarlas, visitarlas y compadecerme de muchas más personas que las que alcanzo desde lo limitado que es mi tiempo concreto. Además, reconocía aquí un amor que se une a los demás y les desea el amor y la vida de Dios. Por eso, quería preguntarte: este amor que se me va dando a los pobres, ¿te parece que es un signo de que mi corazón empieza a latir con sus preferencias?”
Ella me lo pregunta a mí, y yo te lo pregunto a ti: ¿qué te parece a ti?
Imagen: Dave Lowe, Unsplash
Yo diría que sí. Se aprecia un cambio de mirada más fina y honda que capta la realidad de una forma más profunda y además más compasiva, por lo cual se va pareciendo a la mirada de Dios. Además ha aparecido como algo novedoso y que se le da. Lo recibe y asimismo, tampoco la llena de ideas, que van a la cabeza, sino que va cogiendo el corazón. Algo se está abriendo ahí…
¡Gracias por tu aportación, Fran! Entre todos, vamos encontrando respuestas…
Kaixo!
A mí me llama la atención que la referencia al evangelio del juicio final, no se lee desde la ideología, desde la ley o el “debería”.
He caído en la cuenta de un cambio de mirada a los pobres o a los que a mí se me revelan como pobres en este paseo. La Palabra me habla de un “más”, de algo grande, tal vez lejano, de un amor mayor…, pero que está en sintonía con esta nueva mirada de alguna manera, que vibra con la misma nota de una misma canción.
Habría que guardar estas cosas en el corazón, que resuenen, que se rumien en siguientes paseos, momentos, encuentros, o en el silencio, para discernir, para ver qué hay de verdad y qué de deseo ideológico,… Y aún cayendo en la cuenta de los grises, del “sí, pero no”, de lo pequeño de nuestro amor…, seguir mirando con el anhelo de que alguien nos arranque una piedra y nos ponga en su lugar un trozo de carne, seguramente no de un día para otro, si no en proceso…, en esperanza.
Eskerrik asko eta Aio!
¡Gracias por tu aportación, Guillermo! ¡Eskerrik asko!
Ya al leerla, me ha maravillado; “el corazón se me iba a ellos”, y le sale, desearles el amor de Dios; iba como abierta, y me parece percibir, que sentía como que ese amor le era dado, sin esfuerzo, pensamiento…como abierta a dejar fluir lo que le venía hacia otros, a quienes le unía; qué grqnde caminar así…amando y uniéndose a los que ni siquiera conoce a los pobres, y dice que aumentaba su compasión!, no sé, diría que sí se le van dando sus preferencias ; gracias por compartir
Pues a mi me parece ir caminando y a la vez rezando, oración contemplativa que le vincula por amor a las personas con las que se encuentra y a la vez a Dios, fuente del amor. Otro día puede ser una luminosidad entre los árboles, el viento, el agua. Gozo.
…y el que le vengan esas palabras de Jesús creo que le conecta con su estilo de vida y su amor a las personas, a los pobres, enfermos..
Un saludo
¡Gracias, Susana, por tu mirada y por compartir!