En este Café Evangelio queremos seguir profundizando, desde el evangelio de Lucas, en el modo como se contempla el texto desde la mirada de Dios que nos dice cómo ser humanos, qué es vida para nosotros y qué no lo es, qué es lo que a Dios le agrada. Queremos hacer esta lectura en clave existencial y en clave espiritual como hacemos siempre en mientrasnotengamosrostro.
En esta ocasión el texto con el que vamos a rezar es Lc 1, 26-38.
Vamos a hacer un paralelismo entre la lectura del encuentro del ángel con Zacarías y este encuentro del ángel con María. El paralelismo nos va a ayudar a ver cómo es Zacarías con todo lo cumplidor y recto ante Dios que era y que Dios estaba contento con él. Pero vamos a ver cómo está con María. Eso nos da luz sobre como ser humanas y humanos en plenitud. Nos dice primero que el sexto mes Dios envía al ángel Gabriel, al mismo que encontrábamos en el encuentro con Zacarías, lo envía a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a José, que era virgen y se llamaba María. El sexto mes se refiere a seis meses después del encuentro con Zacarías y de nuevo se nos ubica el tiempo. Antes era un tiempo, el tiempo del rey de Herodes un tiempo de orden sociopolítico, ahora en este caso, es un tiempo íntimo, sexto mes respecto de otra circunstancia familiar que le ha sucedido a Zacarías. Todo lo de Dios tiene una amplitud mayor.
Se nos dice que Dios ha enviado al ángel Gabriel en tiempo -sexto mes- y espacio -una ciudad de Galilea llamada Nazaret-, y se nos habla de una mujer, una mujer que todavía no está casada, una virgen no tiene esposo, no conozco varón, dirá ella muy bellamente y que está prometida a un hombre llamado José y también se nos dice cuál es la familia a la que José pertenece, la familia de David. Se nos dice el nombre de esta mujer que es María. Se nos dice que el ángel ha entrado donde estaba ella. Antes se nos habló de una visión. Ahora se nos dice que el ángel “ha entrado”. ¿Cómo se entiende esto? Puede ser que María haya experimentado una voz interior o puede ser que como María está tan abierta, experimenta la presencia de Dios simbolizada en el ángel. El ángel es un mensajero de Dios, que es quien viene habitándola en todo su ser. El ángel le saluda con un saludo, el más gozoso que cabe: ‘¡Alégrate llena de gracia! ¡El Señor está contigo!’.
Todos sabemos lo que es una alabanza, todos sabemos lo que es un saludo gozoso. Cuando alguien entra en una habitación y dice:’¡Aquí está la más guapa de todas las del pueblo, de la ciudad o del mundo!’ Eso es muy grande y quien lo dice está celebrando a esa persona. Aquí estamos hablando de lo que Dios sabe que María es. María es llena de gracia. Estar llena de gracia cuando la gracia es el modo de presencia de Dios en nosotros, siendo que nosotros hemos recibido todo de Dios, es que ella es plenitud de gracia, que es lo mismo que decir plenitud de belleza, plenitud de hermosura. Es lo más precioso que ha estado en este mundo después de Jesús. Maria es lo más precioso.
Así es celebrada María. La razón que sea tan preciosa es que no solo ha recibido mucha gracia de Dios -la gracia de Dios es el modo como Dios mismo se hace presente en nosotros-, sino como ella ha acogido esa gracia, porque todos recibimos la gracia de Dios, pero al tener pecado esa gracia a veces nos la apropiamos, a veces la tapamos porque no sabemos qué hacer con ella o porque ni la hemos visto. En cambio, en ella esa gracia es acogida plenamente, por tanto, desborda en ella. María es bendición enorme hacia el exterior, hacia todo y hacia todos.
Después de este saludo gozoso se nos dice que María se turba. Zacarías se había quedado desconcertado. María se turba, como quien sabe que esto es muy grande. Esto es lo que se llama temor de Dios, no miedo de Dios, sino ese sobrecogimiento ante lo santo, y más cuando el Santo dice algo acerca de ti y te preguntas qué es lo que se me está diciendo.
Preguntarte es una manera de abrirte a lo de Dios. Aquí no se nos habla nada de desconfianza, sino que esta turbación te mantiene en diálogo con Dios, en el caso de María. Además, así como el ángel había dicho a Zacarías: ‘¡No temas!’, también se lo dice a María y se lo dice más gozosamente aun: ‘¡No temas María que gozas del favor de Dios!’. A Zacarías también se le había dicho una palabra muy esperanzadora que es que ´el Señor ha escuchado tu petición`.
Se nos da una palabra a la medida de nuestra capacidad. La capacidad de María es la más alta de todos nosotros, porque María es sin pecado. Cuando no tenemos pecado podemos acoger enteramente a Dios, pero en cada uno de nosotros esa palabra que se nos dice nos capacita para responder con nuestro todo, sea el que sea, a Dios. A María se le ha dicho que goza del favor de Dios. A partir de ahí se le anuncia lo que va a suceder. Del mismo modo que a Zacarías se le había dicho como va a ser este hijo tuyo que te va a dar tanta alegría, que la gente que lo conozca va a agradecer que haya estado en el mundo con ellos, que haya nacido, que va a atraer a muchas gentes a Dios. Le dice cosas grandísimas a María. Nos ayuda a ver la estructura semejante entre este encuentro y el que se ha dado con Zacarías para caer en la cuenta de cómo Dios regala y esto nos hace caer en la cuenta de cómo es Dios. Y es que esto sucede con Zacarías, sucede con María y sucede miles y millones de veces en nuestro mundo, que viene Dios y nos regala. Así aprendemos cómo es Dios, cómo es Dios de amoroso, cómo es Dios de generoso, cómo es Dios de dichoso, dándose a nosotros y cual tiene que ser la respuesta nuestra. Aquí empieza la diferencia entre María y Zacarías. Le dice: ‘¡Mira, concebirás y darás a luz a un hijo al que llamarás Jesús. Tu hijo se llamará Salvador!’ . En muchas culturas el nombre significa lo que es la persona, pero es que, aquí viniendo de Dios, tu hijo Jesús va a ser el Salvador. No se llama salvador, como otro se llama bondadoso, u otro se llama resuelto, indicando nuestras cualidades. Aquí se le llama salvador es porque es el que salva, el que viene a salvar. Le dice: ‘Será grande’. Antes también se había dicho de Juan que era grande a los ojos de Dios, Jesús será grande en absoluto. Va a ser grande a los ojos de Dios y hasta la gente del mundo va a ver que es grande, no se van a enterar de cuánto -muchísimas veces nosotros no nos enteramos de cuánto-, pero será grande, será el más grande. Y llevará el título de Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, antes se nos había dicho que José es de la casa de David. Este va a recibir el trono de David: es decir que es el Mesías que Israel lleva esperando durante siglos para que reine en la casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin. Aquí culminan las promesas de Dios, lo cual nos enseña que Dios cumple sus promesas en su tiempo y esto colmará la esperanza de Israel. Cuando Israel ha estado pidiendo un Mesías, Israel tenía una idea de lo que pedía. Ellos esperaban un Mesías que les defendiera de sus problemas porque todo lo de Dios lo solemos mirar desde lo nuestro, aquí se nos habla de cómo habla Dios de sí mismo y de cómo esta Dios en la historia, desde sí mismo. Y nos tenemos que abrir al modo de Dios para comprender lo que Dios hace y lo que Dios quiere. Y dice: ‘Reinará sobre la casa de Jacob por siempre y su reinado no tendrá fin’. Así como Zacarías pedía garantías, María se dispone. Le dice: ‘¿Cómo va a ser esto, puesto que yo no convivo con un varón?’. Esta respuesta ya es ese sí que corresponde a María.
Estamos leyendo desde la mirada de Dios. Leer el evangelio desde nosotros significa decir, preguntar nuestras cosas, por ejemplo ‘¿María podría haber dicho que no?’ No, María no podía haber dicho que no; porque ni quería, por supuesto, no quiere, pero es que no dice que no, porque es que María es el sí a Dios que todas y todos estamos llamados a ser. Cuando conoces a Dios, a Dios le dices que sí. Y María conoce a Dios, María ama a Dios con todas las células de su ser. María es amor a Dios y cuando Dios le dice algo, María está deseando contestarle que sí. Eso es lo más grande de la vida, nosotros tenemos una idea herida de la libertad que nos hace pensar que somos más libres cuando podríamos decir que sí o podríamos decir que no. No, eres mucho más libre cuando puedes contestar a Dios que sí. Esto es lo que está haciendo María, responder a Dios que sí.
Aquí escuchamos como María dice que sí, disponiéndose.’ ¿Yo que tengo que hacer? Porque la manera como yo sé que vienen los hijos al mundo es conviviendo con un varón. Pero aquí, me estás hablando de otra cosa, por de pronto me estás hablando de algo tan grande como que este va a ser hijo de Dios y para eso hace falta que Dios sea su padre y yo sea su madre. ¿Qué tengo que hacer?’ Entonces le dice algo que nos habla de un amor tan absoluto de Dios y un amor tan encarnado de Dios que nos revela algo que deslumbra, que excede, que desborda por completo toda idea que nosotros nos podamos hacer de Dios, toda imaginación, todo, todo. Le dice:’ El Espíritu Santo vendrá sobre ti, el Espíritu va a ser el esposo que te haga concebir a este hijo y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Te vas a unir al Espíritu. Te vas a unir a Dios y Dios se va a llegar a ti y así vas a concebir al hijo de Dios.’ Esto es creer a Dios. Nosotros de nuevo salimos aquí con ‘¿Y por qué tenía que ser de este modo?’ Esa no es la pregunta, porque esa es la pregunta de nuestra razón, que aparte de que no encuentra respuesta porque esto no va de razón sino de fe, es una pregunta que se detiene en nuestra lógica. Y a menudo lo hacemos para no entrar al misterio, para no entrar a la grandeza para no entrar al desbordamiento. La fe nos abre un universo inmenso que es Dios, ¡Cómo nos has amado así!’ porque Dios quiere venir a nosotros, Dios quiere unirse a nosotros, Dios quiere ser fecundo en nosotros. Y para eso hace falta dejar nuestras preguntas y abrirnos a lo que Dios está haciendo en María. Y Dios le habla de eso otro que ha hecho con Isabel y esto nos habla de muchas cosas, entre otras de una intimidad de esposo, de una intimidad por la que Dios se entrega a María: así soy yo en el mundo, quiero que te maravilles de quien soy yo, de cómo os amo, de cómo voy conduciendo la historia porque esto no es solo para regalar a Isabel y a Zacarías, no es solo para celebrar su fidelidad. Esto es para entregar a Juan al mundo. Y para que, a través de Juan, se abra vida a muchas gentes y en concreto, se abra vida al propio Jesús, porque ya hemos oído que una de las cosas que se dice de Jesús es: ´Irá por delante con el espíritu y el poder de Elías. Así preparará el Señor un pueblo bien dispuesto’. Y María respondiendo a su Esposo, a su Amor, a su Señor, le dice: ‘Aquí tienes a la esclava del Señor.’ Otra palabra que a nosotros nos cuesta. Esclava no es humillada, sino que en esta lógica es obediente. ‘¡Que se cumpla en mi tu palabra! ’ Dios lo hace todo en este mundo, en este mundo de Dios. Y lo que corresponde a la criatura -para eso hemos es recibido la libertad-, es decir que sí. Luego la libertad la podremos usar para comprometernos, responsabilizarnos, ser fieles. Para mantener el sí.
Pero la libertad, en su máxima expresión, la hemos recibido para decir que sí a Dios. Y fundamentalmente lo que tenemos que decir a Dios, a sus propuestas, es que sí. Todo lo demás lo hace Él, una vez que le decimos que sí, le damos paso y ahí se abre una vida enorme. Esto es de los que nos habla este texto.
Espero que te ayude a rezar, a reconocer como actúa Dios en nuestro mundo, cuanto nos ama, como nos mira, quienes somos nosotros desde Él y como está presente en el mundo. Se nos ha dado ver cómo Dios se abre, sale de sí y entra al mundo de ese modo sencillo, sobrecogedoramente sencillo, con el que todos hemos venido al mundo.