Hoy he estado hablando con una mujer que me decía que su divorcio fue la ocasión para creer en Dios de verdad. Antes de su divorcio, ella creía en Dios, pero con esa actitud bastante indiferente de quien, viviendo una vida que se mueve a golpe de necesidades, “no necesita” a Dios ni lo que él tiene para ofrecernos. Creía, pero esa fe no ponía luz en su vida.
Nos construimos una vida que se apoya en el ego. En lo que tengo que hacer. Lo que me propongo. Lo que quiero que los demás vean. Lo que voy conseguir. Lo que voy a evitar. Lo que a mí no me va a pasar por nada del mundo. Lo que no tolero.
Intentamos hacernos una vida “a la carta” con eso que queremos que la vida sea, o al menos, intentando que no haga mucho de lo que no queremos que sea…. y pensamos, de verdad y durante mucho tiempo, que eso es bueno, o incluso, lo mejor.
Estaba sorprendido de su falta de fe Mc 6, 6
En esa vida que proyectamos, la mirada está puesta en este hacer-evitar-esforzarse-intentar-procurar-…, y en esos verbos nos movemos, hasta que un día sucede algo que rompe aquello en lo que te apoyabas, y con eso deja de tener sentido lo que hasta ahora lo tenía. Puede ser un divorcio, el paro, la muerte de un hijo o el sabor a sinsentido que lo oscurece todo. Algo que te quita las fuerzas, los recursos, el para qué. Que te descoyunta, te desequilibra, te descompone, te incapacita, te invalida, te inutiliza.
Cuando todo aquello en que te apoyabas, eso que valorabas y daba sentido o al menos ocupación, desaparece, la vida que teníamos se hunde. Y qué fácil parece ser que se hunda la vida.
Por supuesto, lo primero que intentas es recuperar la vida que tenías. Al menos, recuperar los pedazos. Y todo resulta imposible.
Al final, cuando ves que por ti no puedes, te vuelves a Dios. Porque ya no te queda nada más, porque no tienes a quien acudir.
Dejas los apoyos visibles, los que parecían tan seguros y han fallado, y te vuelves a Dios, porque no tienes nada más, porque no hay ningún otro que te pueda ayudar.
A partir de entonces -no en el primer instante, sino cuando Él lo ve oportuno… ¡es, amorosamente, Dios!-, Dios responde. Responde siempre. Pero también tienen que caerse nuestras exigencias y nuestras expectativas.
Porque la fe es el recurso de los que no tienen otro recurso.
La descubres como el recurso que no falla a aquellos a los que les ha fallado todo.
Pero solo lo saben aquellos que creen. Aquellos que se han atrevido a reconocer su impotencia y han suplicado desde ahí.
Esta mujer me decía que gracias a su divorcio empezó a creer de verdad, lo que se llama creer. Y desde entonces, aunque a ratos falle, sabe con certeza que Dios no falla. Lo mismo que sabe con certeza que, en esta vida, falla todo lo demás.
Hija, tu fe te ha sanado Mc 5, 34
Y la fe se ha quedado en su vida como el recurso fundamental, ahora que sabe que en todo lo demás no puedes apoyarte. Lo puedes usar si está, cuando está, pero no puedes apoyarte en ello. Mucho menos dedicarle la vida. Mucho menos, poner en eso que se cae, su esperanza.
Ahora vive de fe. Se atreve a creer ahora que sabe que Dios no falla. Cree en esas situaciones duras que su divorcio le plantea todavía, y cree en lo que se refiere a sus hijos, y en relación a su futuro, a su trabajo, a sus amigos.
Ahora entiende que Jesús se sorprenda de nuestra falta de fe, porque sin fe, la vida queda achatada.
Entiende a Jesús cuando dice a esa mujer que ha sido su fe la que le ha sanado, porque la fe no solo te da un modo de estar en todas las situaciones de la vida, sino que te cura y te hace vivir de verdad.
¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Mc 4, 35
Sabe que hace falta valor para creer, que es confiar en Otro cuando siempre has creído que lo podías todo tú. Sabe que el valor que hace falta para vivir se acrecienta cuando te atreves a creer.
Donde antes ponía la lucha por su familia, el esfuerzo por hacer las cosas mejor cada vez o porque la tomaran en serio, ahora está la fe.
Ha experimentado que Dios puede donde nadie más puede.
Y lo mejor no es eso, que Dios te salve. Lo mejor es que en adelante, la vida se vive con Dios.
Ella, ahora, vive con Dios. Ahora, cree, y la fe por la que reconoce a Dios en medio de todo le orienta para vivir todas y cada una de las cosas de la vida.
Imagen: Christiana Rivers, Unsplash
Me identifico totalmente con esa mujer que encontró la fé cuando todo le falló.
Yo también la encontré cuando sufrí mobing en el trabajo y fui abandonada por todas las personas que creía que eran mis compañeras.
Te das cuenta que hagas lo que hagas no cambia nada, no esta en tus manos.
Yo no tenía fé y busqué y la encontré cuando el quiso, fue paciente.
Fue lo que me permitió volver al trabajo con seguridad y confianza e incluso poder perdonar
Gracias por compartir lo que has vivido, Elena. Nos confirma y nos anima en que merece la pena confiar en Jesús. Se abre la vida donde solo veíamos muerte, y podemos decir que nos ha sanado y que podemos sanar. Cuánto para agradecer de esos momentos de muerte.Cuánto que agradecerle, siempre.