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Dios nos cambia la mirada

Seguro que te ha pasado alguna vez: estabas en medio de tu agobio, de tu dolor o tu encerramiento, y de repente surge algo (la llamada de una amiga, otro modo de mirar lo mismo, un guiño en algo que parecía imposible) que te permite mirar lo mismo de otro modo. Y cuando puedes mirar de otro modo, todo cambia.

De hecho, si nos detenemos sobre ello, nos vamos dando cuenta de que no se trata de que te vayan todas las cosas bien (qué difícil es que vaya todo bien, y seguramente, qué limitado que así sea, por lo poco que nos reta), sino que se trata, más bien, de que vaya cambiando tu mirada.

Sonia, una mujer con una enfermedad grave (la que quieras, ¡hay tantas!) que, al pedirle ayuda a Dios, descubre que ya no desea ante todo curarse, sino que lo que sobre todo pide es que una experiencia como la que está viviendo no la deje donde estaba antes, sino que le sirva de auténtico aprendizaje de fe en Jesús.

Julián, que ha escuchado el testimonio de una madre que está en Ucrania en este segundo año de guerra y cuenta que su sufrimiento le ha permitido reconocer qué es lo que importa en la vida, y quiere vivir para ello, se da cuenta de que necesita hacer algo con sus sufrimientos para que dejen de ser una nube negra en su espíritu y empiecen a ser ocasión de algo nuevo. Julián puede interrogar a esos sufrimientos con esperanza, puesto desde la mirada de Dios que empieza a pedir, se ven de otro modo.

Irma, que vive una situación muy expuesta porque está sola con su hijo y necesita trabajar muchas horas para pagar el alquiler, la comida, etc., agradece y se abre a los guiños que Dios le hace en medio de la vida, esos que le recuerdan, en medio de su situación, que la clave está en confiar.

En estas y en tantísimas personas, Dios se hace presente en medio de la vida mostrándonos otra realidad, esa que cambia nuestra mirada. La suya está hecha de verdad, lucidez, amor y fuerza que nos permiten enfrentar la vida desde un lugar que vence al sufrimiento.

Imagen: Benjamin Trosch, Unsplash

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