fbpx

La asombrosa Palabra de Dios

El reinado de Dios se parece a un hacendado que salió de mañana a contratar braceros para su viña. Se apalabró con ellos en un denario al día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana, vio en la plaza a otros que no tenían trabajo y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos se fueron. Volvió a salir a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Al caer de la tarde salió, encontró otros que no tenían trabajo y les dijo: ¿Qué hacéis aquí parados todo el día sin trabajar? Le contestan: Nadie nos ha contratado. Y él les dice: Id también vosotros a mi viña. Al anochecer, el dueño de la viña dijo al capataz: Reúne a los braceros y págales su jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más; pero también ellos recibieron un denario. Al recibirlo, protestaron al hacendado: Estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día. Él contestó a uno de ellos: Amigo, no te hago injusticia; ¿no nos apalabramos en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Que yo quiero dar al último lo mismo que a ti. ¿O no puedo yo disponer de mis bienes como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso? Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Mt 20, 1- 16

 

Algo que nos proponemos al hacer estas lecturas, a la vez que comentamos en clave de Lectura Existencial que es nuestro primer objetivo, es descubrir cómo acercarnos a la Palabra de Dios.

Lo primero al acercarnos a la Palabra es la actitud de apertura a algo nuevo. Llevamos ya muchas semanas leyendo la Palabra, y sin duda sabemos que la Palabra tiene esta capacidad de sorprendernos. Que no dice lo que nosotros pensábamos, y que lo mejor que podemos hacer es mantener una actitud abierta y dejarnos sorprender.

¿En qué se concreta esto? En reconocer que Jesús no nos está contando la historia de un hacendado que busca obreros para su viña. Más bien, se está valiendo de una imagen conocida, la de un hacendado que quiere obreros para trabajar en su viña, para contarnos otra cosa.

Así reconocemos que el modo de mirar de Jesús dispone de las cosas en favor de algo más grande.

Pero también descubrimos que las cosas, los hechos de la vida, situaciones aparentemente comunes son capaces de manifestar algo mayor, y eso nos muestra dichas situaciones en su verdadera hondura, en su sentido más hondo.

Y nos abrimos a otro modo de mirar la realidad: ese que contempla los hechos como capaces de Dios, y vemos al mismo Hijo de Dios, a Jesús, explicándonos el signo, el sentido profundo de lo que se ve.

¿Cómo lo sabemos? ¿Cómo reconocemos que es así? Porque está claro que para una mirada superficial, lo que se nos cuenta es una historia que sí, habrá sucedido un montón de veces, una historia en que quizá los llamados son más afortunados porque se les busca hasta el final del día, una historia en que se nos habla de un hacendado sorprendentemente generoso… no hay muchos así, o quizá sea el único.

A este nivel, una historia con algunos elementos curiosos, y nada más. Da para comentar un poco, para sorprenderse o criticar o lamentarse o discrepar un poco, y nada más.

O podemos, porque ya otras veces nos ha pasado, abrirnos a esa historia oculta tras la apariencia, la que sabemos que está porque otras veces la hemos reconocido.

Esto requiere una actitud de asombro, de salir de la oscuridad y ser iluminados (como indica la etimología de la palabra “asombro”).

Así que ya tenemos la actitud con que hemos de acercarnos al texto. Es esa de “¡a ver qué nos estás diciendo, Jesús!”.

No es que estemos “queriendo asombrarnos”. Es, más bien, que hay motivos para el asombro. Y es que si atendemos a las cosas sorprendentes del texto, la verdad es que hay unas cuantas (¡atención, que aquí ya estamos reconociendo las claves desde las que abrirnos a la Palabra de Dios.

Así que tenemos una historia normal, y “dentro” de ella, otra historia que parece normal pero no lo es tanto: no es normal que sea el propio hacendado el que sale a buscar braceros para su viña. En nuestro mundo, el hacendado se levanta tarde porque ya tiene a quien sale a trabajar de mañana. O si se ha levantado pronto, es para ocuparse de otros menesteres directamente relacionados con su hacienda. Así que este hacendado que sale personalmente a buscar a los braceros, es otra clase de hacendado que los que conocemos en nuestro mundo. Y eso mismo, si estamos en esa actitud de asombro que es necesaria para comenzar, apunta en otra dirección.

Y no es solo que salga personalmente a buscar a los braceros. Es que se ajusta con ellos en la paga, no excluye a ninguno, antes bien, contrata a los que nadie ha contratado. Además, tiene bien claro lo que está haciendo, aunque no sea lo que los trabajadores “primeros” se esperan: sabe mantener su palabra, paga a tiempo, es generoso es tan libre que sabe defender su modo de actuar, a sabiendas de que es difícil de comprender con nuestras expectativas.

Un hacendado desconcertante, sin duda. Normal que, si hemos escuchado la parábola abiertos a la sorpresa, nos dejemos conducir por estas “señales” para ser llevados más allá: Dios es este hacendado que sale a buscarnos infatigablemente, sin excluir a nadie; Dios es este que no mira a los méritos de cada uno, sino que se compromete con nosotros en una paga que ofrece a todos, con independencia de nuestros “antes” y “después”. Dios es el que es tan libre como para mantenerse firme ante nuestras quejas y resistencias, a la vez que está atento a nuestra necesidad.

Y nosotros, ¿quiénes somos? Ante todo, los que Dios trata así. Los que Dios valora tanto como para tratarnos de este modo a lo largo de toda nuestra vida.

Nosotros somos… lo que somos en respuesta al Amor de Dios.

Imagen: Robin Schreiner, Unsplash

2 comentarios en “La asombrosa Palabra de Dios”

Deja aquí tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al enviar aceptas la política de privacidad. Los datos que proporciones al enviar tu comentario, serán tratados conforme la normativa vigente de Protección de Datos y gestionados en un fichero privado por Teresa Iribarnegaray, propietario del fichero. La finalidad de la recogida de los datos, es para responder únicamente y exclusivamente a tu comentario. En ningún caso tus datos serán cedidos a terceras personas. Consulta más información en mi Política de Privacidad.