En estas entradas leeremos el capítulo 17 del evangelio de Lucas. De las muchas cosas que podemos aprender en cada uno de los textos, hay una que es esencial: escuchar esta palabra como Palabra de Dios que es, de manera que ilumine y configure nuestra vida al modo de Dios.
En esta entrada y en las que siguen, leeremos la Palabra desde este deseo y esta acogida.
Yendo él de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría. Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y alzando la voz, dijeron:
—Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Al verlos, les dijo:
—Id a presentaros a los sacerdotes. Mientras iban, quedaron sanos. Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies dándole gracias. Era samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
—¿No se sanaron los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero? Y le dijo:
—Levántate y ve, tu fe te ha salvado. Lc 17, 11-19
Vemos que Jesús está pasando por una región en el que se dirigen a él diez leprosos que viven apartados de todos y que sin embargo, son acogidos por Jesús y sanados por él. Jesús les indica que vayan a presentarse a los sacerdotes, que les restituirán a la comunidad, a la vida. Y nos dice el texto que mientras van por el camino, quedan sanos. Todos, los diez, quedan sanos. Y sin embargo, solo uno de ellos ha vuelto a glorificar a Dios, por lo que Jesús confirma al hombre en su fe. Esta sería una primera mirada.
Ahora, cuando lo miramos a la luz de la Palabra de Dios, que es Jesús, vemos que los diez acogen esta indicación de Jesús. Hacen lo que comprenden, lo que les da la seguridad, el amparo de la ley. Y de todos ellos, hay uno que, en vez de seguir por el camino de la ley, se da cuenta de que esta curación viene de Dios, y retoma el camino hacia Jesús glorificando a Dios, reconociendo que esta curación viene de Dios.
Jesús, al ver esta acción humilde y apasionada del samaritano, nos hace caer en la cuenta de lo que ha sucedido: ¿No se sanaron los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero? Jesús se sorprende de que de los diez, solo uno haya vuelto a glorificar a Dios y a reconocer a Dios en Jesús, por lo cual se postra a sus pies, dándole gracias.
Es de este hombre del que Jesús nos dice, enviándole a la vida: tu fe te ha salvado. Vemos así cómo Jesús, la Palabra de Dios, nos muestra que la fe es la que nos salva. La fe que ve que en esta curación se ha manifestado Dios, la fe que te hace ver que lo primero es glorificar a Dios y darle gracias, la fe que ve a Dios en Jesús y se postra ante él. Esa fe que se revela como la luz de la vida e ilumina todo lo que este hombre tiene que vivir.
Así es como Jesús, la Palabra de Dios, nos enseña que la fe trae la salvación completa a nuestras vidas: esa salvación que no se acaba en la curación física, sino que se hace plena en la curación espiritual que nos hace humanos al modo de Jesús.
Pedimos al Espíritu que ilumine y transforme nuestras vidas, en favor de muchos, a la luz de lo que la Palabra que Dios viene a mostrarnos.
Imagen: Nathan Dumlao, Unsplash