En estas entradas vamos a recorrer el capítulo 14 del evangelio de Lucas. Y dentro del c. 14, estamos atendiendo a este contraste: el que se da entre nuestro modo de mirar y el modo desde el que Jesús, que se ha hecho hombre y nos muestra el camino para ser humanos, ha vivido y nos ha enseñado a vivir.
El modo de vivir que manifiesta la vinculación y la obediencia a Dios. Vamos a reconocerlo en estas entradas.
Al que lo había invitado le dijo: —Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos. Uno de los invitados, al oírlo, dijo: —¡Dichoso el que coma en el reino de Dios! Jesús le contestó: —Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos. Hacia la hora del banquete envió a su criado a decir a los invitados: Venid, que ya está preparado. Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes. El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes. El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir. El criado volvió a informar a su amo. El amo de casa, irritado, dijo al criado: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos. Regresó el criado y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra sitio. El amo dijo al criado: Sal a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete. Lc 14, 12-24
Esta es la parábola que recoge esas palabras dirigidas al que le había invitado y que, desde esa mirada que pone en el centro nuestra lógica, no se entiende. En cambio, cuando miras desde la mirada de Dios, se entiende muy bien.
Jesús le dice al que le ha invitado: Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos. Jesús le está celebrando con ese “dichosos” que jalona, además de las bienaventuranzas, en algunos momentos el evangelio. Son dichosos esos que actúan, nada más y nada menos que desde la lógica de Dios.
Para que lo comprendamos, Jesús nos cuenta una parábola. Una parábola en la que habla de un gran banquete, un gran banquete en la que los invitados (que han recibido de él muchos dones), se disculpan. Con disculpas muy amables, pero se disculpan y no van. Se apropian de los dones que han recibido de Dios y dan la espalda, por quedarse con sus dones, a ese Dios que les ha dado esos dones.
El señor se irrita, y entonces dice a sus criados que invite a los pobres, mancos, ciegos y cojos. Lo mismo que ha dicho al que le había invitado, es lo que Dios mismo hace. Invitando así, actuando así, mirando y viviendo así, estás actuando como Dios actúa.
Y cuando todos estos, que representan al pueblo de la gentilidad, respecto del pueblo de Israel que lo ha rechazado, dice a los criados que obliguen a entrar a todos los que estén por los caminos. Aunque no quieran entrar, oblígalos, que ya descubrirán el gozo del que nada sabían.
Jesús nos ha llamado a celebrar con él este banquete, y aquí mismo nos está mostrando que la relación con él, el amor con que nos ama, del que todos los días tenemos infinitas pruebas, ha de ponerse en primer lugar.
Deseo que este comentario te ayude a abrirte al modo de Jesús y a dejarte transformar por él.
Imagen: Gladys Arivia, Unsplash