En estas entradas leeremos el capítulo 18 del evangelio de Lucas. De las muchas cosas que podemos aprender en cada uno de los textos, hay una que es esencial: escuchar esta palabra como Palabra de Dios que es, de manera que ilumine y configure nuestra vida al modo de Dios.
En esta entrada y en las que siguen, leeremos la Palabra desde este deseo y esta acogida.
Llevándose aparte a los Doce, les dijo:
31—Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirá en este Hombre cuanto escribieron los profetas:32 será entregado a los paganos: se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán,33 lo azotarán y lo matarán; y al tercer día resucitará.34 Ellos no entendieron nada, el asunto les resultaba oscuro y no comprendían lo que decía. Lc 18, 31-34
Lo primero que se nos dice aquí es que cuando nos encontramos ante una situación de sufrimiento que nos sobrepasa, nos aturdimos, bloqueamos, hundimos de distintas maneras. La conclusión de esto es que no atendemos a la persona que sufre, así cogidos por nuestro dolor. Y si esto nos pasa en dolores más pequeños, cuánto más en este sufrimiento de Jesús.
Jesús está detallando de un modo muy humano, muy comprensible para nosotros, lo que le va a suceder: la imaginación le hace representarse, con tanto detalle, lo que le va a suceder. Y los discípulos, como nosotros hoy, no pueden escucharlo. Incluso hoy, conociendo la victoria que viene por la cruz, nos cerramos a la escucha de las palabras, del sufrimiento de Jesús.
Sabiendo de nuestras resistencias, nos puede ayudar quedarnos junto a su dolor, junto a sus llagas, una vez más, ahora que hemos tomado conciencia de nuestras resistencias, ahora que hemos visto que solo Jesús las puede vencer. Como los niños de los que hablábamos hace dos semanas, que sencillamente se muestran ante lo que hay sin negar, sin huir, así tú también puedes abrirte a la bendición de Dios en Jesús que camina a la cruz y te dice a ti, discípula, discípulo, su temor y su dolor.
Se nos ofrece una ocasión, con este evangelio, de volvernos a Jesús sufriente. Se nos ofrece una ocasión de escucharle, de amarle, de estar con él del modo que él nos dará, si se lo pedimos.
Pedimos al Espíritu que ilumine y transforme nuestras vidas, en favor de muchos, a la luz de lo que la Palabra que Dios viene a mostrarnos.
Imagen: Engin Akyurt, Unsplash