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La Palabra de Dios, luz de nuestra vida (XI)

En estas entradas leeremos el capítulo 18 del evangelio de Lucas. De las muchas cosas que podemos aprender en cada uno de los textos, hay una que es esencial: escuchar esta palabra como Palabra de Dios que es, de manera que ilumine y configure nuestra vida al modo de Dios.

En esta entrada y en las que siguen, leeremos la Palabra desde este deseo y esta acogida.

  35Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino pidiendo limosna.36 Al oír que pasaba la gente, preguntó qué sucedía.37 Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.38 Él gritó:
—¡Jesús, Hijo de David, compadécete de mí!3 Los que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba más fuerte:
—Hijo de David, compadécete de mí.40 Jesús se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:41 —¿Qué quieres que te haga?
Contestó:
—Señor, que recobre la vista.42 Jesús le dijo:
—Recobra la vista, tu fe te ha salvado.43 Al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios; y el pueblo, al verlo, alababa a Dios.
Lc 18, 35-43

Tenemos a un hombre ciego. A un hombre desvalido, que como la viuda pobre con la que comenzábamos este evangelio, no tiene más que su necesidad, sus gritos, para suplicar a Jesús. Y como pasa también en nuestro mundo, este hombre encuentra a su alrededor a personas que le quieren impedir que grite, que suplique a Jesús en su necesidad. Entran en confrontación las voces de esos que hablan desde la comodidad, desde la indiferencia, y la voz del Espíritu, que en su interior, le anima a seguir gritando. Nos ayuda reconocer cuál es la Voz que hemos de secundar, distinguiéndola de aquellas voces que no nos aportan nada, en este deseo de vivir según lo más profundo que somos (y que a veces tendremos aún que descubrir).

Jesús lo escucha, lo llama, y le hace una pregunta llena de amor, de solicitud, de ternura: ¿Qué quieres que te haga? Nos detenemos poco en este Dios que está a nuestro favor, que camina con nosotros y nos bendice en todo. Esta pregunta de Jesús nos puede iluminar sobre el modo como Dios nos mira.

Después, cuando el hombre expresa su deseo, Jesús, la Palabra de Dios, pronuncia la salvación: Recobra la vista, tu fe te ha salvado. Esta curación del hombre se va a manifestar a dos niveles: recobró la vista y le seguía glorificando a Dios. Jesús ha curado su vista, y él ha visto, no solo lo que la vista física le hace ver, sino también lo que solo a través de la fe podemos ver: que lo mejor que puedo hacer con mi vida es servir a Dios. Esta vida fecunda hace posible, además, que otros vean: el pueblo, al verlo, alababa a Dios.

Pedimos al Espíritu que ilumine y transforme nuestras vidas, en favor de muchos, a la luz de lo que la Palabra que Dios viene a mostrarnos.

Imagen: Fatih Mehmet, Unsplash

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