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Primer anuncio: habitados por el Espíritu de la Verdad

Como decíamos en la entrada anterior, comenzamos ahora con los cinco anuncios del Paráclito, que nos orientan a la vida que el Espíritu nos propone.

Aquí va el primero: Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos, y yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros. Es el Espíritu de la verdad que no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conoceréis porque vive en vosotros y está en vosotros. Jn 14, 15-17

Habitados por…

Empecemos por referirnos a lo que este anuncio NO está diciendo, porque así  estaremos mejor posicionadas para entender lo que se quiere decir.

  • El texto no habla para personas que solo conocen y les basta la humanidad natural a la que antes nos hemos referido, sino que hablan a personas que viven o desean llegar a vivir según esa humanidad según Jesús  a la que también nos hemos referido.
  • En este contexto se refiere al mundo como aquella realidad que, centrada sobre sí misma, no puede ni quiere abrirse al señorío de Dios
  • y se habla de vosotros como aquellos creyentes que, queriendo seguir los pasos de Jesús, van a recibir para ello el  mismo Espíritu que animaba a Jesús, no por sus méritos ni de modo inconsciente, sino que son los que viven anhelando este señorío como su más pleno deseo. Los que nos llamamos creyentes no lo vivimos ya por el hecho de escucharlo, sino aquellos que efectivamente quieren vivir unidos a Jesús y caminar por este camino suyo de cruz y de victoria. Y no todos los que viven en el mundo rechazan a Dios, sino aquellas y aquellos que, estando en el mundo, son del mundo.
  • El texto no habla del Espíritu que el mundo no puede recibir como algo que los creyentes “tenemos”, esto es, adjudicado por derecho. El texto no habla de un envío del Espíritu cómo un hecho automático y garantizado sino como realidad que  recibirán los creyentes que permanecen en Jesús.

Aclarado aquello que el texto no dice, vamos a pasar a hablar de lo que se dice en este primer anuncio del Paráclito. Toma esta expresión, “anuncio”, como elemento de la buena noticia de Jesús, de esa buena noticia que, arrancando del mandamiento nuevo del amor, indica las etapas de esta existencia nueva que se vive conducida por el Espíritu.

En primer lugar, está definiendo una existencia nueva en la cual el Espíritu de Dios, que habitaba a Jesús, vendrá a nosotros y lo reconoceremos presente y moviendo nuestro espíritu. Por tanto, la primera nota de esta vida nueva es una vida que no está movida por lo que mueve a las personas en nuestro mundo, sino por el Espíritu de Dios, que movía a Jesús.

Para ello, la fuente  y condición de todo es el amor a Jesús.  Un amor que no tiene que ver con palabras sino con hechos: obedeceréis mis mandamientos.  La respuesta de Jesús a esos hechos enviarnos otro Paráclito, un  consolador que nos sostenga en las numerosas y diversas dificultades de la vida.  Concretamente, el mismo Espíritu que lo ha sostenido y acompañado a él a lo largo de la existencia terrena. Como Jesús, el Espíritu de Dios estará siempre con nosotros y nos acompañará siempre. Esta presencia del Espíritu se revela así como el Animador, el Inspirador, el Motor de la vida cristiana a que da lugar la fe en Jesús. A esta luz se ve que nuestro amor, que se traduce en obediencia en los mandatos de Jesús – especialmente el mandato del amor-  y que revela así que nuestra vida quiere entregarse al Padre,  recibirá,  como primer y principal fruto del amor y de la obediencia,  el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que colocará nuestra vida en otra dimensión espiritual –y por ello, existencial, psicológica- que hemos llamado humanidad según Jesús. Vemos así que la humanidad según Jesús es la vida humana cuando está inspirada, animada por el don del Espíritu.

El Espíritu de Dios que nos enviará el Padre – esta referencia indica que al nivel teologal en que  se comprende la vida cristiana según Jesús,  la existencia es trinitaria, esto es, se vive zambullida en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu-  es el Espíritu de la verdad.  Este Espíritu de la verdad no lo puede recibir el mundo, porque  el mundo  vive movido, conducido, dominado por el Espíritu de la mentira. Esto nos indica que el Espíritu de la verdad que inspira y conduce a los que  han optado completamente por Jesús  no es comprendido por el mundo,  y por tanto,  el mundo los rechazará. Esto significa que el mundo está cómodo con la mentira e incómodo con la verdad. Así entendemos que la expresión estar en el mundo sin ser del mundo (cf. Jn 17, 9)  indica y manifiesta este nuevo modo de existencia que se da cuando se vive conducido por el Espíritu,  así como el rechazo y la persecución y la incomprensión a que este modo de existencia que manifiesta la verdad, da lugar.

Hasta tal punto es verdad que este Espíritu conduce a los creyentes de otra manera que la lógica del mundo, que no es el mundo el lugar donde primeramente lo podemos percibir. Los creyentes reconocerán la acción del Espíritu de Dios no en el exterior, en el mundo, sino en su interior: vosotros, en cambio, lo conoceréis porque vive en vosotros y está en vosotros. Esta vida nueva que se vive desde el interior, por tanto, no solo da lugar a un fundamento nuevo sino precisa  también aprender un lenguaje nuevo: los gemidos inefables del Espíritu en nuestro interior (1Cor 4, 5).e la Verdad

Una vida nueva, por tanto, que se fundamenta en la comunión con el Espíritu Santo.  Esta comunión con Dios es el modo cómo ha vivido Jesús entre nosotros, y es ese modo suyo el que ahora nos ofrece para vivir. Este modo que se nos ofrece para vivir, parte de nuestro deseo de  poner a Jesús en el centro de nuestras vidas. El Espíritu de Dios, que reconoce ese deseo que no es sólo palabra sino vida, entra a habitarnos  y se convierte en nuestro Guía, el que nos Consuela y nos Defiende de lo que no es Dios, de lo que está contra Dios.  Pues la existencia cristiana en medio del mundo, está amenazada por el mundo que la rodea, que no desea servir a Dios, sino destruirlo una y otra vez, como en Jerusalén. Nuestra defensa en relación al mundo no ha de construirse con las armas el mundo sino con las armas que el mismo Espíritu de la verdad nos irá dando, del mismo modo que ha hecho en Jesús.

El Espíritu de la verdad nos pertrechará  con las armas de la verdad, las armas que nuestro mundo odia, teme y necesita para su salvación.  El Espíritu de la verdad nos  irá transformando según la verdad de Dios, más luminosos, más entregados por amor y más impotentes a medida que vayamos secundando su acción en nosotros, esa obra que realiza desde nuestro interior y que no busca hacernos grandes –ese es el modo del mundo-, sino reproducir en nosotros la imagen de Cristo que cada uno de nosotros está llamado a reflejar. Esta verdad de Dios que el Espíritu realiza en la persona de los creyentes que lo son, prolonga  el testimonio de Jesús en nuestro mundo y, por esta acción del Espíritu de la verdad, sigue realizando la salvación en nuestro mundo. Sigue prolongando la salvación definitiva de Jesús.

El Espíritu de la Verdad, que hemos reconocido presente en Jesús y que ahora está presente en nuestra vida si creemos en que Jesús es la Vida y nos unimos a Él, vendrá a habitar en nuestro espíritu y, desde nuestro interior – lo conoceréis porque vive en vosotros y está en vosotros-, nos irá mostrando la verdad. Y no sólo nos mostrará la verdad, sino que nos dará fuerza para vivirla.

¿Cómo resuena en ti este anuncio? ¿Lo crees, o sólo te parecen, como mucho, un bello mensaje? ¿Crees que Jesús ha pedido al Padre su Espíritu y se lo dará a los que crean en Él?

¿Crees que, en la medida en que vives unida a Dios, tu vida es conducida hacia la verdad por el que es la Verdad? ¿Lo has experimentado alguna vez?

¿Reconoces cómo habla el Espíritu en tu interior? ¿Qué sabor, qué fuerza, qué paz o qué anhelo dejan en ti sus inspiraciones?

Cuando te dejas conducir por el Espíritu, ¿sabes cómo situarte ante la verdad de nuestro mundo?

Y quizá haya alguna cosa que quieras decirnos en los comentarios…

O puede que recuerdes a alguien a quien le pueda abrir horizonte este anuncio tan enorme…

 

La imagen es de una vidriera de Taizé. Representa a Isaac con su hijo Jacob, y en el niño, los temores que tenemos al comienzo de este camino…

 

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