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¿Qué es para ti la Eucaristía? (III)

Hoy me han hecho una pregunta muy chula😊, ¿qué es para ti la eucaristía? Como ves, es una pregunta bonita pero también, creo yo, es una pregunta que para poder contestarla siendo honestos, hay que bajar a las raíces de tu fe y no tener miedo a que al dar la respuesta, quede retratado cómo estás viviendo esta fe. A mí eso –lo de quedar retratado- ¡no me importa mucho!, por eso –y porque la pregunta lo merece- no te voy a hablar del memorial del sacrificio de Jesús por el cual estamos salvados, o de la repetición -conmemoración- de la última cena y la comunión del cuerpo de Cristo, todo esto es tan grande que quizá no sabría hablarte bien y lo dejo para otros que con más experiencia que yo lo sepan explicar mejor.

Tampoco te voy a hablar hoy de lo que es para mí la celebración de la eucaristía como algo comunitario, de hermandad, esto es algo de lo que sí me gustaría hablarte porque, quizá porque soy de un pueblo pequeño, puedo apreciar o experimentar –como más de cerca- esa fraternidad y ese cariño que veo y del que soy partícipe los domingos, cuando a las 11 y media, las campanas del pueblo empiezan a sonar avisando de que ya solo queda media hora para la celebración de la eucaristía, y después, celebrarla con fulanito que tiene 86 años y empieza a necesitar ayuda, o con menganita que con 76 acaba de quedarse viuda y estos días, cuando llega a la iglesia, lo primero le damos un abrazo y escuchamos qué tal ha pasado la semana, también viene fulanita con sus dos hijos de 5 y 8 años, y viene renegando un poco porque el mayor –de 14- ¡ha querido ir más con su padre al monte que venir a misa!

Con el tiempo, me he ido dando cuenta de qué importante es esto de la comunidad, de crear y ser comunidad, no me extraña que cuando empezó todo, Pedro, Pablo, Juan, Santiago… le dieran tanta importancia, en mi pueblo, todo esto de lo que te hablo se suele hacer más patente en los funerales, en algunos de ellos –en los que la familia lo considera oportuno- se lee al final un pequeño texto de despedida que suele acabar con algo así como: dejamos en tus manos a este hijo tuyo, hijo querido también de esta comunidad que se une a tu iglesia extendida por toda la tierra… …con la esperanza de que nuestra fe no quedará defraudada.  

Sí, esto merecería otra entrada entera pero hoy, tampoco quiero hablarte de esto. Hoy lo que quiero es; ¡contarte una historia!, ¡mi historia!, bueno, solo una pequeña parte de mi historia porque uno ya tiene una edad e historias va teniendo muchas, pero esta que te voy a contar, es una de las más chulas. Esta etapa de la que te hablo comienza con más o menos 16 años y termina con unos 26 o 27, a esa edad –a los 16- aquí, en un pueblo de montaña de unos 150 habitantes, uno tiene ya 10 o 12 amigos con los que jugabas en el frontón cuando eras pequeño, salías a andar en bici, subías al monte… y que siendo del mismo pueblo -o de los pueblos cercanos- tenías ya una amistad muy grande y los llamabas “tu cuadrilla”. ¡Nosotros éramos así! Éramos una piña y cuando algún viernes o sábado alguno faltaba ¡se le echaba en falta! Con 15 o 16 años aunque todos estábamos estudiando algo, también ayudábamos en casa y es que en estos pueblos, la familia de uno se dedica al campo y agricultura, otro tiene vacas, otro ovejas… y siempre había quehaceres en casa, a esa edad, pensábamos en sacarnos el carnet y tener moto, era lo que más queríamos y todos o casi todos para los 18 o 19 años teníamos una, unos la heredamos de nuestro hermano mayor porque él cambiaba a otra moto mejor y otros se la terminaron comprando haciendo trabajos de fin de semana o trabajando en casa, así empezó; como se suele decir, “una de las etapas más felices de mi vida” ¡y mira que a mí no me gusta esa expresión!, porque gracias a Dios, a mí nunca me ha interesado mucho la felicidad, me ha interesado la verdad, por eso la busco todos los días ya que la verdad es demasiado grande para encontrarla de una vez, pero si estás atento, todos los días encuentras algo. Además, cuando buscas la verdad, te sientes feliz sin haberla buscado.

Pero bueno, sigamos con la historia; nosotros, la cuadrilla, ya teníamos motos. Los viernes y los sábados nos juntábamos por la tarde, comprábamos algo para asar y en un raso de hierba verde al lado del rio cenábamos contándonos lo que había sido nuestra semana, hablábamos de la cosechadora que había comprado el padre de uno, del coche -tan chulo- de segunda mano que se había comprado el hermano de otro, de las cosas que habían pasado entre semana en la Ofi, o de que fulanito –de la cuadrilla, y que hacía segundo año de carrera en la Uni- se estaba medio enamorando de una chica de su clase porque un día le pidió un chicle y “sintió” que era la mujer de su vida🤦‍♂️🌝. Después, bien entrada la noche, siempre había alguien que proponía un plan: hoy son fiestas en tal pueblo -decía uno- no, vamos a tal disco bar que han abierto hace poco -decía otro- y arrancando nuestras 8 o 9 motos allá que íbamos. De verdad te digo que éramos como hermanos, había fines de semana que bien porque había luna llena o porque no hacía viento y se estaba maravillosamente cerca del rio, nos quedábamos allí charlando, tumbados en las mantas y mirando las estrellas hasta casi la madrugada y para cuando nos queríamos dar cuenta, ya era hora de volver a casa y no habíamos ido a ninguna parte. Sí, éramos como hermanos, ahora, visto a la distancia de unos cuantos años suena fuerte el decirlo pero entonces hubiésemos dado la vida unos por otros. Yo, después, he pensado bastante en esto y aunque te parezca raro, me ha venido y me viene a la cabeza muchas veces lo que tuvo que tener Jesús con sus apóstoles, tantas veces que comerían y cenarían juntos, contándose sus historias… tuvo que ser un tiempo de alegría, de alegría incontenible para ellos, a veces, cuando me pongo a leer algunos pasajes de la biblia me gusta leerlos desde este “lugar” de alegría, escuchar cuando los discípulos llegan alegres a encontrarse con Jesús después de que los enviara a curar enfermos, a ayudar a la gente… porque: la mies es mucha y los obreros pocos (Lucas 10), ver cómo Jesús y su cuadrilla recorrían los caminos y los pueblos curando gente, enseñando, dando alegría… Luego –dice en varios pasajes- se retiraban a un lugar más tranquilo, y pienso en la alegría desbordante que podían llevar de verse haciendo lo que más querían hacer, con la persona con la que más querían estar, sintiendo dentro de sí eso que se siente cuando tu alma tu mente y tu cuerpo, a una, te dicen Sí. Es verdad, quizá ellos entonces tampoco fueran muy conscientes de esto o no lo vivieron sabiendo interpretar esa alegría interior como ese sí absoluto que solo se siente cuando has encontrado tu sitio, pero pienso que si eran conscientes entonces o fueron más tarde –cuando Jesús ya no estaba- no importa, Jesús se encargó de que aquella alegría fuera para siempre, para ellos y para todos los que creemos en Él. Y es de esto de lo que te quería hablar hoy, esto es para mí la celebración de la eucaristía, por lo menos una parte –la que te quería contar hoy- es, el recuerdo, más aún, la celebración de que aquél que pasó por este mundo siendo “de la cuadrilla”, aquel amigo, hermano, tuvo que partir para que aquella vida que tenían cuando estaban con Él, aquella alegría que tenían y aquél sí absoluto que hizo que sus amigos primero lo dejaran todo por Él y después dieran su vida, sea para todos y dure para siempre, cuando voy a misa, voy a estar con mi amigo, a darle las gracias, a celebrar lo que hizo y a celebrarlo con Él, un amigo que creyó tanto en la fraternidad humana que dio su vida por “la cuadrilla” y resultó que por aquél amor y porque Él así lo quiso, su cuadrilla, somos todos los que creemos en Él. Ojalá que te sientas hoy ¡de la cuadrilla de Jesús!, Él nos dio su palabra y la rubricó en la cruz, ¡Alegría!, ¿cómo no le vamos a creer?

Imagen: Unsplash

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