Me gusta ir a misa los domingos a la iglesia de mi pueblo. El ambiente es de recogimiento y el servicio está bien cuidado. Intento sentarme cerca del altar para evitar distracciones y concentrarme en la celebración tratando de evitar un mero estar y participar rutinario sino presente y abierto al Espíritu mirando al sagrario y a la cruz, allá en lo alto del altar, presidiendo toda la iglesia. Lo vivo casi como un momento privado, al menos trato de vivirlo así. Tengo el peligro de desconcentrarme y simplemente participar de labios afuera. Aun así, aunque trate de mantener ese recogimiento interior, allí me encuentro con otros feligreses que vienen como yo a encontrarse con Dios, con Jesús, con su fuerza, su guía, su consuelo… Para mí la Eucaristía no es el único momento, ni el más privilegiado momento, de la semana para encontrarme con Dios. Trato de encontrarme con él en mi día a día, en cualquier momento, encuentros provocados por las cosas que van aconteciendo. Por ejemplo, uno de esos momentos en que veo clara la presencia de Dios es al despertarme. A veces puedo reconocer las huellas que ha dejado en mis sueños, guiándome en mi vida. Sumados a esos otros momentos, la Eucaristía sí es un momento muy físico de dirigir los ojos en una dirección en la que busco a Dios, hacia la cruz del altar y hacia el fondo de mi ser, a la vez que siento que lo hacen las personas que me rodean. Siento que Jesús es el pilar que nos sostiene a todos, tan distintos. La fuerza de la fe comunitaria impulsa en la Eucaristía mi fe. Ese actuar mi fe me ayuda a hacer esa fe más visible para mí.
El rito me ayuda a ponerme en mi sitio ante Dios: reconocerme pecadora, proclamar que “Santo eres Señor, Dios del universo”, hacerme hermana con la congregación al rezar juntos el Padrenuestro, abrirme al misterio de la entrega de Jesús para siempre en la Comunión, darle la paz a ese abuelo desconocido cada domingo y sentir cómo una corriente de hijos de Dios corre entre nosotros, confiar en que “una palabra tuya bastará para sanarme”…
Cada domingo es igual y distinto y me ayuda a protagonizar y a traer a la vida de manera visible la fe, la esperanza y el amor en Jesús.
Imagen: Casey Horner, Unsplash
