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Sobresaltadas en la periferia de la vida (I)

Hoy te traigo un extracto de unas charlas que ha dado Conchi Jiménez, religiosa de Villa Teresita, hablando de las personas con las que vive día a día. Te atraerá como atrae lo pobre (si ha llegado a atraerte… si no es así, Dios quiera que te llegue).

Si quieres saber más de Villa Teresita, te dejo este enlace.

Hay encuentros que nos dan la certeza de que el Evangelio es verdad. “os aseguro que los pecadores y las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos” (Mt 21, 31)

Habíamos oído comentar que a una de las chicas de la calle le había atropellado un coche y estaba en el hospital. No sabíamos exactamente quién era, pero queríamos ir a visitarla.

Una mañana, pregunto en la esquina qué saben de ella y me dicen que más tarde irán a verla. Quedamos a las tres de la tarde, yo les hago el favor de llevarlas en coche y ellas nos lo hacen a nosotras poniéndonos en contacto con la chica. Puntuales a la hora, salimos hacia el hospital. Empiezan a contarme la gravedad del accidente, le han operado las piernas y es posible que no pueda volver a caminar. Una de las chicas llora pensando qué será de su futuro y del de sus tres hijos, que están en su país, en Rumanía, viviendo pobremente. Las otras dos le regañan, le dicen que la visita es para animarla, no para llegar llorando y hundirla más aún. Son lágrimas de amor, de dolor por el dolor de Nicol (la chica que vamos a visitar) y le brotan del alma. Se limpia la cara y recompone antes de subir a la habitación.

Al llegar nos encontramos con una mujer “rota”, no sólo sus huesos, su rostro está desfigurado por los golpes y el dolor. La acompañan su novio (que sólo la quiere para sacarle el dinero, según sus compañeras) y un primo.

Ellas, mis acompañantes, se derraman en amores; la acomodan,  la refrescan, le animan e incluso le dan un poco de dinero que han juntado entre todas para que tenga algo para gastos…y no te preocupes por eso, que ya iremos juntando para que puedas mandar a tus hijos”.  Su cariño y generosidad me conmueven. El dinero que le regalan es “a precio de su sangre”, a precio de los malos ratos pasados con los clientes, a precio de horas de espera, desesperadas en una esquina, y lo dan así, como sólo se puede dar, con amor y como si no hiciesen nada.

Le hablan de Dios, le dicen que no se preocupe, que Él la cuidará ¡tienen tanta experiencia de que Dios ha sostenido sus vidas!

Al marcharnos, Nicol esboza una leve sonrisa ante nuestra promesa de volver a visitarla. En el ascensor, una de las chicas dice que el próximo día le traerá un rosario  que tiene en casa “para que tenga una madre que la cuide”.

Volvemos al barrio, ya siendo hora de comenzar la “jornada” de la tarde, su tiempo de descanso ha sido ese, el de ir a visitar a una enferma. Cuando bajan del coche y las despido, necesito decir en voz alta lo que siente mi corazón “nos precederán en el reino”. Y es que cada gesto, cada lágrima, cada silencio que había vivido con ellas ese rato, tenía sabor a Reino. Ellas sí han entendido el “a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40), ellas sí se saben en manos de Dios y experimentan su fuerza salvadora. Ellas sí saben de generosidad, de entrega, de amor (Mc 14, 3), ellas sí son capaces de experimentar que Jesús en Buena Noticia en sus vidas. Y lo hacen con tanta fuerza, que esa tarde, me dejaron compartir un ratito de reino con ellas, haciendo brotar en mí el gozo y un canto agradecido.

La salida de Nicol del hospital fue dura, tenía que estar tres meses inmovilizada por la rotura de la pelvis y no podía doblar las rodillas, incluso tenía que llevar una ortesis de sujeción en una de ellas. Era necesario hacerle curas de las cirugías, pero como no tiene tarjeta sanitaria y eso no era para atención de urgencias, no había quien se las hiciera, así que nos pidió ayuda.

Como en la comunidad dos somos enfermeras, no hay problema en atenderla. Una de las chicas del barrio nos llevó a su “casa”, por llamarla de alguna manera. Era una chabola, construida con chapas y tablas, dentro de una nave abandonada. Situada en la trasera de los edificios de una de las grandes vías la ciudad, aunque ya en una zona periférica.

Nos alegramos de haber ido acompañadas, pues al entrar en la nave, impresionaba. Era de noche, apenas había luz. Había cinco chabolas construidas dentro, al fondo, la chatarra y los cartones que habían recogido y que era el medio habitual de vida de los que estaban allí. Rostros oscurecidos y deteriorados por las horas de calle, la falta de higiene y la mala alimentación. Sonrisas francas, pero desdentadas. Miradas de sorpresa hacia nosotras, extrañas en aquel lugar.  A la vez, rostros de agradecimiento cuando nuestra acompañante les dijo a qué íbamos allí. Sin agua corriente, con poca luz, maltrechos de la vida, pero agradecidos.

Al igual que en el hospital, a Nicol le acompañan su pareja y su primo, que no para de bromear y hacernos reír. “Tanto crisis, tanto crisis, Dios nos ha regalado este rato juntos pa´ disfrutarlo, no? Si hablamos todo de la crisis nos morimos, podemos reír, pues vamos a disfrutarlo” dijo como si nada y continuó haciendo bromas. ¡Qué gran lección! Los pequeños saben de lo importante, podemos reír, pues riamos!, qué sencillo y sabio a un tiempo!

La vida de Nicol se complicó, pasado apenas un mes, su novio la abandona pues en su situación era una carga y además, no podía seguir sacando dinero de ella, por lo que se fue con otra que se lo diera.

A los pocos días, nos la encontramos de nuevo en la esquina. De pie, caminando como si nada le hubiese pasado. Al ver nuestra cara de sorpresa nos dice “Dios me ha hecho un milagro. Él sabe que sino, no puedo vivir, no puedo comer y mis hijos tampoco, y me ha curado!” Y tanto que un milagro! Con lo que tenía, los médicos nos habían dicho que con suerte en seis-ocho meses podría andar y habían pasado poco más de dos. Nos alegramos con ella, pero le pedimos al Señor que el milagro sea completo y la veamos dejar esa esquina que tantos “dolores” le trae.

Imagen: de su página web https://villateresita.org/

3 comentarios en “Sobresaltadas en la periferia de la vida (I)”

  1. Escucho a Conchi cuando me preparo para comenzar mi jornada de trabajo. Me hace bien su relato, su mirada llena de sentido y esa sensibilidad para recrear el Evangelio en esa realidad tan herida y tan concreta. En esta mañana algo se me abre por dentro escuchando esta palabra. Gracias, Conchi y gracias “Villa Teresita” por dejaros sobresaltar en esa periferia de nuestro mundo.

  2. María Luisa Gutiérrez

    El articulo me ha sobresaltado y dejado sin palabras. Pido a Dios por Nicol y sus compañeras. También le pido que no sea en vano mi vivir en una zona acomodada de la ciudad.

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