Venimos a la última parte del capítulo 2 del evangelio de Lucas, en concreto a los versículos de Lc 2, 40-52. La semana anterior habíamos leído que Jesús era pequeño, que lo presentan en el templo y se nos decía que, cumplidos todos los preceptos de la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad Nazaret. Este es el modo como terminaba el texto anterior. En este tiempo que se va a centrar, sobre todo en sus doce años, se nos dice: El niño crecía y se fortalecía llenándose de sabiduría y el favor de Dios lo acompañaba. Dios es amor y Dios a todos nos mira con bendición y esa bendición se nota. Tanto más, cuanto más capaz de acogerla es la persona.
Jesús, a diferencia de nosotros, es enteramente capaz de acoger la bendición de Dios porque no tiene pecado. Por esta razón, en Él esa bendición se nota de modo sobreabundante y colmado. Y lo que vemos es eso, que esa bendición de Dios se manifiesta en Jesús como sobreabundancia.
Después de resumirnos de esta manera su vida -creciendo, fortaleciéndose, llenándose de sabiduría y con el favor de Dios-, lo que nos dice Lucas, y eso nos dice qué es lo esencial de la vida: eso que necesitamos para vivir y que recibimos de Dios:
- a veces directamente, como en esto que se dice del favor de Dios, de su bendición, y a veces indirectamente, a través del alimento que te hace crecer,
- de todos esos encuentros con los demás que te dan fuerzas,
- y que cuando estamos abiertos a la vida, nos permiten adquirir sabiduría, que no es tan corriente entre nosotros.
Se nos dice, por tanto, qué es lo importante, lo que tenemos que querer adquirir en la vida.
Esta sabiduría Jesús también la adquiere aprendiendo la palabra de Dios, estudiando en la Yeshivá, la Torá, conociendo al Dios de Israel: algo más de lo que nosotros tendremos que tener presente, si queremos crecer como personas, que es como creyentes -aquí está clarísimo que es una y la misma realidad, desde la unión con Dios.
Se nos dice que, por las fiestas de Pascua, sus padres iban todos los años a Jerusalén y cuando cumple 12 años, le llevan también a Jesús a Jerusalén en la fiesta de Pascua. Es un momento grande en la vida de un niño judío, el de celebrar esta mayoría de edad, que se celebra como acontecimiento, que se llama Bar Mitzvah para los chicos. A partir de ahí, se le considera un judío responsable, de pleno derecho para responder a Dios y aquí, el acontecimiento se nombra de pasada, pero lo que se nos dice, sobre todo, es que Jesús se ha quedado en Jerusalén. Se nos habla de cómo sus padres han vivido eso, tan doloroso como es para los padres el perder a un hijo y la angustia de volverse, de ver que no está en la caravana. Volverse a Jerusalén, estar tres días con sus noches buscándolo… dolorosísimo, angustioso. Terrible. Se nos dice que después de esta búsqueda, por fin lo encuentran, y lo encuentran en el templo. Lucas nos lo cuenta así: sentado en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas. Esto nos habla de algo que es muy importante en la vida humana: aquello que llevamos en el corazón, que es de lo que van nuestras preguntas, de lo que van nuestras conversaciones significativas, de lo que dialogamos con aquellas personas en las que encontramos una respuesta para esas búsquedas nuestras. Se nos dice que Jesús vive centrado en lo que le importa y como lo que le importa es lo Dios y lo suyo, ha ido a buscar a los doctores de la ley para que den respuestas a sus preguntas. Y dice que las personas que escuchan a este muchachito de 12 años, se admiran ante su inteligencia y ante sus respuestas. Una inteligencia que sin duda es inteligencia espiritual, no solo que niño más espabilado o que niño más listo. Aquí se nos está diciendo, también, quién es Jesús y también quiénes estamos llamados a ser, en qué tenemos que tener puesto el interés, que estamos buscando, qué es lo que guardamos en el corazón y cómo lo expresamos después hacia los demás, hacia el exterior. Se nos habla también aquí del dolor de sus padres, del sufrimiento que han vivido y cómo le reclaman por ello. Nosotros aquí no nos vamos a fijar mucho en ello, aunque también sería una cosa interesante en la que detenerse… el cómo María y José han ido aprendiendo a relacionarse con Jesús, el Hijo de Dios, con este hijo tan cercano, en el que Dios se hace presente de un modo tan transparente, que es como siempre está, el modo en el que aprendemos a reconocerle a través de las cosas de la vida. María y José aprenden a reconocerlo a través esa relación con su hijo que, en momentos, hace cosas que los maravillan y otras, como ahora, en hace cosas que les angustian y por las que le riñen y le dicen: “¿Cómo nos has hecho esto? ¡Mira que tu padre y yo estábamos angustiados!”. Esta relación con Jesús, que se da en el día a día de nuestra vida, es lo que nos va enseñando cómo es Él… en lo que hace y dice, en su modo de ser, nos va enseñando a relacionarnos con Él y a vivir.
Pero me quería fijar sobre todo en la respuesta de Jesús, porque estamos hablando de las personas que viven de Dios, que lo llevan a Él en el corazón. Jesús replicó, dice el texto: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi padre? y dice después: Ellos no entendieron lo que les dijo. Lo que pasa es que, cuando María no entiende lo que Jesús le dice -también será así con José, pero no lo dice-, y el texto sigue: Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. María, cuando no entiende lo de Dios, no dice: “Es que yo no me puedo entender con Dios”, sino que dice: “¿Que me ha querido decir?,” Con los meses o con los años, lo entenderá y aprenderá así de Dios en la persona de su hijo, como nosotros aprendemos de Dios en la persona de Jesús, y aprendemos de Dios en su Palabra, los acontecimientos de la historia o en la vida de tantas personas que nos encontramos en el día a día, porque Dios nos habla por multitud de caminos.
También me quiero fijar en esta frase: ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre?, que es como decir, ¿no sabéis que mi vida son las cosas del Padre?, los asuntos de mi Padre, como dicen otras traducciones. Si miramos a Jesús, vemos a un muchachito de 12 años y no vemos lo que lleva dentro. En cambio, si escuchamos esta respuesta decimos que Jesús vive para lo que da vida, para lo que quiere el Padre. Lo que a Jesús le importa es estar en las cosas de su Padre. Le importa vivir para Dios. Todo lo que se pregunta es para conocer más al Padre, para responderle mejor, para vivir más y más de lo que Él le dice, de lo que le llama a vivir, de lo que Él desea. Ese es un modo de vivir, que es profundamente humano. A Jesús le hemos visto atendiendo a los pobres, a los enfermos y lo hemos visto viviendo con sus padres. Le hemos visto en tantas situaciones que en las que brilla su humanidad, como no brilla la nuestra. Entonces no podemos decir que ese ocuparse de los asuntos del Padre le separe de la vida, al contrario, le zambulle profundamente en ella.
Así este texto nos enseña cómo se vive nuestra vida cuando vives unida/unido a Dios. Espero que el comentario te ayude a rezar con el texto y que, a partir de él, de esta última parte del capítulo 2 del Evangelio de Lucas, hables con Dios. A ti también te lo dice en este momento, a través de este texto, a través de estas palabras: cómo puedes ponerlo en el centro, que es su lugar, para que tu vida sea lo que está llamada a ser. Porque la vida, nuestra vida está llamada a ser, según lo que Dios, que nos ha creado, ha querido que sea. Nuestra vida ha llamado a ser esta llamada a ser lo, desde los dones de Dios, la vida es capaz de ser, manifestando a Dios en ello. Ojalá desees vivir así y le pidas a al Espíritu de Dios que te ayude a vivirlo.
Imagen: Nathan Dumlao, Unsplash