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Vivir de las palabras y de la vida de Dios (IV)

En este nuevo café Evangelio vamos a acercarnos a otros versículos del Evangelio de Lucas. En este caso del capítulo 3, 1-20, que nos presentan a Juan el Bautista. De nuevo el Evangelio comienza igual que comenzaba el capítulo 2, presentándonos las referencias históricas y físicas en las que esto sucede. De nuevo vemos así, como esta situación que se nos va a narrar, esta presentación de Juan el Bautista, se da en un tiempo y en un lugar concretos. En este caso, se nos dice el año 15, el emperador Tiberio bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás. La palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. A Juan ya lo conocemos, si recuerdas el capítulo 1, es el hijo de Zacarías e Isabel que salta de alegría cuando María embarazada, llega a ver a su prima Isabel que está embarazada precisamente de este niño, de Juan. Se nos dice que Juan que ya está lleno del Espíritu Santo, y reconoce a Dios, en un grado menor que el de María o el de Jesús, pero esa capacidad de reconocer a Dios, llega con una plenitud mayor a su vida en esta palabra que el Señor le dirige cuando está en el desierto. Él con ese habitar en el desierto, nos dice, que esa vida que nosotros a veces necesitamos llenar de cosas, de personas, de intereses, de proyectos porque si no, no sabemos vivirla. Él vive en un espacio vacío que precisamente deja lugar para ser habitado por Dios. Y este hombre lleno de pasión por Dios, está en las mejores condiciones para escuchar Su Palabra y secundarla. Porque es muy grande escuchar la Palabra de Dios. Pero esa palabra se quedaría sin efecto si luego no la tradujéramos en vida; de eso habla en buena parte este texto del evangelio que nos presenta a Juan el Bautista.

Primero, se nos dice que ha recibido una palabra del Señor y esta palabra del Señor le lanza a la cuenca del Jordán y nos dice el Evangelio: Predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Este bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados es la primera condición de todo proceso espiritual. Esta llamada que se hace a Juan y que después se va a prolongar y va a culminar en la misión de Jesús, habla del proceso que nosotros, como creyentes, tenemos que reconocer para abrirnos a la salvación de Dios. Entonces aquí tenemos a Juan el Bautista, que ha escuchado una palabra del Señor, la ha secundado y está anunciando a todos los que quieran escucharlo, esta llamada a la conversión para que se nos perdonen los pecados. Esta palabra que las gentes de Israel han escuchado en este momento de su vida, también se nos anuncia a nosotros hoy. Para realizar nuestro proceso espiritual tenemos que colocarnos primero en clave de conversión, arrepintiéndonos de lo que no es vida en nuestra vida, para así abrirnos a Dios y que se nos perdonen los pecados y esta es la primera etapa de ese caminar espiritual.  Se nos dice también, dice el texto a continuación, luego continuaremos con esa llamada a Juan el Bautista, que este anuncio se había hecho en el pasado por parte de un profeta. El profeta es la persona que ve a lo lejos, la salvación que Dios va a realizar y se la anuncia al pueblo, en este caso el profeta es Isaías y había anunciado que una voz grita en el desierto. Preparad del camino al Señor. Allanar sus senderos, todo barranco se rellenará, montes y colinas se bajarán, lo torcido se enderezará y lo escabroso se igualará y verá todo mortal la salvación de Dios.

El anuncio que ha hecho Isaías, tantos siglos antes de la llegada de Juan, dice que va a haber un momento en que una voz, esta es la llamada que se ha hecho a Juan, ser la voz que grita en el desierto. En ese desierto que a veces es el lugar del amor, como está viviendo Juan el Bautista y a veces es el lugar de la prueba, el lugar de la purificación, como también se dice en este texto, refiriéndose a esa situación de pecado que vive Israel y por la cual se le llama al arrepentimiento, a la conversión. En esa situación, la voz de Juan el Bautista, esa voz que proclama la salvación, va a hacer que lo que lo vacío se llene, que lo orgulloso sea abaje, que lo torcido se enderece que lo escabroso se iguale. De manera que la vida y esta es una bella imagen para decir que la vida a través de la conversión se orienta en el mejor modo posible para poder acoger la salvación de Dios. Y esto que había sido anunciado y que se cumple en Juan el Bautista, nos trae algo muy importante en nuestra vida humana, como antes se ha producido en tiempos de Israel, en tiempo de Juan el Bautista, en tiempo de Jesús, que nos va a ser presentado a continuación, y es que Dios tiene un proyecto de salvación sobre la vida y lo realiza en el momento oportuno. Nosotros quizá no somos sensibles a esto o decimos:” Pues parece que Dios no está, parece que no hace nada”. Y, sin embargo, Isaías lo había anunciado y cuando Dios ha querido, y ahora hasta podríamos entender nosotros que este es el momento oportuno, porque no solamente está anunciando la salvación, sino que va a anunciar a Jesús de Nazaret, al Esperado, al Mesías, al Salvador definitivo y pleno, el que da pleno cumplimiento a las promesas de Dios como nos va a decir tantas veces el Evangelio.

En este tiempo oportuno llega Juan el Bautista. Se nos dice también en este evangelio cuál es el mensaje que la voz, que esta voz que Juan no solamente ha usado como usamos nosotros nuestra voz humana, sino que esa voz humana ha sido lo que está llamada a ser, cuando Dios pronuncia una palabra sobre nuestra vida. Una voz que proclama la salvación de Dios, una voz que ha recibido de Dios el poder de tocar los corazones, despertarlos al deseo de conversión y encaminarlos hacia esa vida que se orienta a la salvación de Dios. Entonces se nos dice que esa multitud, que ha venido a que la bautizara, Juan el Bautista la llama a la conversión y la llama a la conversión en tono de urgencia, en tono de dureza que va a contrastar con el tono que después usa Jesús, dice: Raza de víboras, ¿Quién nos ha enseñado a escapar de la ira que se os avecina? Dad frutos válidos de arrepentimiento y no digáis nuestro Padre sabrá, pues yo digo que, de estas piedras, Dios puede sacar hijos para Abraham. Las personas reconocen en estas palabras duras, la dureza de su corazón y desean arrepentirse. Se ve que estas personas desean ese arrepentimiento porque le preguntan qué tienen que hacer para cambiar, “¿Que debemos hacer?” Algo que había dicho Juan en su proclamación, es que dieran frutos buenos, decía: El hacha ya está aplicada a la cepa del árbol. Aquel que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Igual que Juan el Bautista no solo ha preparado su corazón para escuchar la palabra de Dios, sino que cuando la he escuchado, la ha puesto por obra, porque la culminación de nuestra vida no es saber, sino que es vivir, no es tener conocimiento de Dios, sino entregarle la vida.

Cuando Juan ha escuchado la palabra de Dios, le ha entregado la vida, dejando el desierto para irse a la cuenca del Jordán. Ha comprometido su vida en esa llamada de Dios. Pues así también nos dice a nosotros que hemos de vivir. Por eso el primer fruto, el primer signo de esa conversión que queremos que se dé en  nuestra vida, es dar frutos. Dar frutos que nuestras acciones manifiesten lo que hay en nuestro interior, nada de palabras de “Sí, es verdad, tendríamos que convertirnos. Sí, reconozco mi pecado”, sino “¿Qué tenemos que hacer?” Y a cada uno le dice que viva según lo mejor que está llamado a vivir. Así cuando viene la multitud les dice: El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene. Comparte. Viene uno recaudadores a bautizarse y también quieren cambiar de vida a través de sus acciones y les dice a los recaudadores: ¡No exijáis más de lo que está ordenado! También los soldados le preguntaban:”¿Y nosotros?” ¡No maltratéis, ni denunciéis a nadie y contentaos con vuestra paga! El pueblo reconoce, tal verdad en las palabras de Juan, en que efectivamente, el bautismo me tiene que llevar a un cambio de vida, que se tiene que notar en mis acciones, en que miro más por los demás, en que soy más justa, en que no utilizo mi fuerza contra otros, que en todo esto, el pueblo, dice el Evangelio, se pregunta Si este no será el Mesías. Juan quiere ser todo lo que Dios quiera, esa voz que clama en el desierto para enderezar los caminos hacia Jesús, que quiere ser todo lo que Dios le ha dicho y no quiere ser nada más que lo que Dios le ha dicho. No se señala a sí mismo, sino que va a señalar a Jesús. Les deja claro: Mi bautismo es un bautismo de agua. Un bautismo que perdona los pecados, un bautismo de arrepentimiento, ha dicho antes, para el perdón de los pecados.

Es la palabra que hemos oído antes, esa es la palabra que Dios le ha dicho y entonces él quiere ser fiel a la misión que le ha sido encomendada. Sigue diciendo: Pero viene uno con más autoridad que yo y yo no tengo derecho a soltarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya ves que aquí tenemos muchas referencias de cómo tiene que ser una vida cristiana, una vida verdaderamente fiel a la llamada de Dios.  Primero estás en el desierto podríamos decir en espera, en el banquillo, cuidando tu corazón del mejor modo posible, del mejor modo que se te alcance, para abrirte, para preparar el corazón en silencio, en apertura, en escucha, haciendo eso que igual no es lo que todavía ves que tienes que hacer, pero preparándote con ello a la palabra que Dios diga. Un día Dios dirá Su palabra sobre tu vida y tú la reconocerás y la pondrás en práctica. Y eso será lo primero que hagas con tu vida, no hacer lo que hacen los demás, no seguir las corrientes del mundo, que es otra de las cosas que vemos que Juan no hace cuando está en el desierto y cuando viene al mundo tampoco hace lo del mundo, sino que hace lo que Dios le ha dicho. Entonces en ese hacer lo que Dios le ha dicho, empieza a predicar, siendo la voz, un bautismo de conversión. Así está, por una parte, cumpliendo aquella palabra que Dios dijo desde antiguo, a todos se nos ha dado, Dios nos ha querido de un modo determinado en la vida y ese modo en el caso de Juan ha sido anunciado por el profeta Isaías, pero siempre respondemos a un designio de Dios.

Para realizar ese designio de Dios es para lo que hemos venido al mundo. A veces va a ser algo muy llamativo, como en el caso de Juan, otras veces va a ser más discreto. Pero siempre va a ser grande, no grande al modo del mundo que se va a enterar todo el mundo por los periódicos, sino grande porque el que Dios diga una palabra sobre tu vida es siempre enorme Es siempre enorme y el privilegio mayor de nuestra vida, el responder a eso que Dios ha puesto en nuestro interior. Entonces vemos que Juan que vivía en el desierto, ahora les dice a las personas porque ha recibido ese don de Dios, porque ha recibido su potencia para primero para anunciar el bautismo y luego para decirle a las personas como tiene que vivir y el primero que vive como Dios ha dicho, es él. Les dice esto que yo hago es muy bueno porque os encamina hacia Dios. Ahora tenéis como si dijéramos el corazón libre, el camino expedito para que Él que viene para que El Salvador definitivo, el que os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un ejemplo un poco simple pero que creo que nos puede dar luz, la salvación que anuncia Juan el Bautista, es como del 0 al 5, como retirar el pecado de tu vida para que puedas acoger la salvación de Dios. Y lo que trae Jesús es del 6 al 10, esa vida que se abre precisamente cuando sabes que Dios es la referencia, te abres a Él y recibes la vida que te trae. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego, cuando ya no sea la batalla contra el pecado nuestro día a día, sino que sea, el ser conducidos por el Espíritu, el vivir de su fuego, el vivir para para responder al fuego, que Dios, que el Espíritu de Dios ha puesto en cada una y en cada uno, esa es la vida que en adelante tenemos que vivir.

Esta perícopa del capítulo 3, de los versículos del 1 al 20, que estamos comentando, termina con el prendimiento de Juan, porque Juan en ese condenar el pecado que hemos visto que es parte de su anuncio, el denunciar el pecado para que las personas se arrepientan, ha denunciado también a Herodes. Entonces cuando Herodes ha sido denunciado por Juan, la respuesta de Juan, por causa de Herodías, su cuñada, es encerrarle en la cárcel. Él tiene una serie de pecados que Juan denuncia y lo que hace nuestro mundo cuando escucha la verdad, es apagarla, ahogarla. En este primer momento, metiéndolo en la cárcel y después como sabemos, cortándole la cabeza, es decir su voz. Lo de Dios en nuestro mundo solo es bien recibido por aquellos que quieren acoger la salvación de Dios y los demás van a intentar destruirlo.

Esto, que va a pasar después con Jesús, que también termina en una cruz por haber anunciado la salvación de Dios, por ser fiel a Dios, es lo que pasa a los que quieren vivir al modo de Dios en nuestro mundo. Por esto, esta de Juan el Bautista, se nos presenta como una vida vivida enteramente para Dios. No solo que su vida, le ha estado esperando en el desierto, no solo que cuando escucha su palabra se dispone con toda su vida a secundarla, sino porque cuando el anunciar esa palabra, le cuesta la vida, responde a ello. Porque lo que quiere, quien vive habitado habitada por Dios, es anunciar su salvación, eso es lo que desean los hombres y mujeres de Dios sobre todas las cosas,  que el designio de Dios se cumpla porque eso es salvación para muchos, también para esas personas, porque esto que se nos está anunciando es la grandeza de la vida de él, de Juan Bautista que  ha recibido el privilegio enorme de, en primer lugar desear de Dios en su vida sobre todas las cosas, responder a la palabra de Dios en su vida, anunciarla como se le ha dicho y ser la voz que proclame la salvación de Jesús que viene y que es la salvación definitiva. ¡Ojalá, este evangelio produzca en ti deseo de vivir para la palabra que Dios ha dicho en tu vida! Que creas con ello y se te haga vida a través de tu consentimiento, que siempre requiere de la gracia…

Imagen: Nathan Dumlao, Unsplash

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